Los premios son cosa de hombres
Teresa Viejo
Cuando Han Kang recibió la noticia de que había sido galardonada con el Nobel de Literatura, cuentan que no dijo una palabra y se preparó un té. Lo explicó su padre, que es también un reconocido escritor surcoreano, porque “qué iba a celebrar su hija si el mundo está en guerra”. Sucedió hace pocos días cuando yo había empezado a leer a otra coreana, Cho Nam-joo, con un libro imprescindible para entender cómo los gestos machistas se enhebran con tal tozudez en nuestras costumbres que resulta imposible arrancarlos a menos que te involucres en una cruzada donde no pases ni una. El libro en cuestión es ‘Kim Ji-Young, nacida en 1982’.
Han Kang no celebraría su premio, pero las mujeres de este mundo en guerra sí, porque son pocos los que nos tocan en suerte. De hecho, me he puesto a ojear unos porcentajes que me han dejado helada. Empiezo por los Nobel. Desde 1901 se han otorgado más de novecientos premios de los que apenas sesenta han recaído en mujeres, lo que supone el 7%. En los Princesa de Asturias, que se entregan hoy, han sido 69 mujeres frente a 286 hombres, un dato menos escorado, pero igual de vergonzante. Por primera vez en su historia, la edición 2024 de los Premios Nacionales de Investigación celebra un mayor número de mujeres premiadas que hombres y hay que alegrarse, como no, de los ‘gordos’ en las categorías de física, medicina y biología –Mª Carmen García, Isabel Fariñas y Carmen Ayuso–. Por cierto, en los Premios para Jóvenes, de menos de 40 años, se han reconocido a siete investigadoras frente a tres hombres, demostrando que cuando se busca de forma explícita el talento femenino se encuentra y con creces.
Estos Premios de Investigación son una isla en un erial seco como la mojama donde el reconocimiento femenino se ciñe a logros humanistas y sociales y pasa de puntillas por la contribución científica o peor, silencia su participación en las investigaciones laureadas. El ninguneo a Rosalind Franklin representa el paradigma de cómo las mujeres quedamos fuera. Ella contribuyó a descubrir la estructura del ADN y su doble hélice, junto a F. Crick, J. Watson y M. Wilkins, quienes compartieron el Premio Nobel de Medicina en 1962, pero ni la nombraron. Cuando algunas voces reclamaron su nombre, porque había fallecido cuatro años antes con solo 37 años, la Academia replicó que no estaban acostumbrados a esa clase de menciones. En química ocho mujeres han logrado un Nobel y en física, cinco. En economía solo tres, lo que indica que la voz más masculina sigue siendo casi la única que se escucha allá donde se apoltrona el poder. ¿O acaso crees que no existe relación entre este mínimo porcentaje y la ausencia de mujeres en los consejos de administración? ¿No crees que la toma real de decisiones está conectada con la no existencia de premios femeninos en Economía? Dejémonos de eufemismos, esta sigue siendo cosa de hombres.
Un premio es ese reconocimiento público que entregamos a personas cuya excelencia trasciende a su mero ejercicio profesional. El impacto de su trabajo en la sociedad es tan grande que merece una garantía para que su voz llegue más allá de su ámbito de acción y ramifique en toda la sociedad. Un premio no es baladí. Quizá lo sean aquellos que recogen la popularidad en función de que te expongas más o menos en los medios, pero un Premio Nacional de Ciencia, un Princesa de Asturias y no digamos un Nobel, siguen siendo espacios opacos para la mujer. Exaspera ver dónde se visibiliza más nuestro talento: en Literatura, porque lo de relatar historias se nos da muy bien, o en los nobeles de la Paz, corroborando que nuestra habilidad de concordia es útil pero no eficaz, de lo contrario el mundo no estaría en guerra como argumenta la escritora Han Kang. Si lanzamos a una niña el mensaje de que puede alcanzar todo aquello que se proponga, debemos de adjuntar al relato… el ejemplo. ¿Dónde está el nudo gordiano? En comités de expertos que desbordan testosterona y con notables sesgos en la selección de las candidaturas. Por ejemplo, en los premios Princesa de Asturias, de los 1160 miembros del jurado, 927 han sido hombres y 233 mujeres.
A lo largo de mi vida he recibido algún premio que guardo dentro de alguna caja en el altillo porque siempre he pensado que el mejor premio es el trabajo diario; sin embargo, este ejercicio de observación me ha hecho ponerlos en valor porque tras cada uno se sitúa el reconocimiento de un grupo humano que valora y admira tu esfuerzo. Las mujeres tenemos que reivindicar premios con la misma naturalidad con la que los hombres se los reparten. Por fortuna dentro de pocos días “Mujeres a Seguir” entrega los suyos.
Teresa Viejo, consultora y presidenta de la Fundación Diversidad.