La terapeuta que utiliza la realidad virtual para ayudar a las personas a recuperar la movilidad
Charo Ortín, Premio MAS SMARTgirl by Samsung


Hacer que las personas que, por un accidente o una enfermedad, han perdido el movimiento vuelvan a erguirse, a comer solos, a hablar o incluso caminar, se convirtió hace años en el objetivo de Charo Ortín. Investigando por su cuenta ha desarrollado un innovador método que utiliza la realidad virtual para 'engañar' al cerebro y conseguirlo.
Hace diez años, Ortín fundó Foren, un pequeño centro privado de rehabilitación situado en Tres Cantos, al norte de Madrid. Allí atienden a pacientes con demencia o parálisis cerebral, pero sobre todo casos de ictus, esclerosis múltiple y lesiones medulares con todo tipo de técnicas de reaprendizaje, gimnasio, piscina, yoga… y, desde hace cuatro años, también con realidad virtual. No se trata solo de una teoría; su método de neurorehabilitación basado en la realidad virtual ya ha conseguido resultados sorprendentes en pacientes con lesiones motoras. Por eso, Charo Ortín ha conseguido este año el Premio Especial MAS SMARTgirl by Samsung, que reconoce a mujeres al frente de proyectos innovadores y basados en la tecnología que estén contribuyendo al progreso social.
Terapeuta de formación, Charo Ortín empezó a interesarse en los misterios del cerebro de una manera bastante casual. Casual porque en realidad su vida iba encaminada en una dirección muy distinta. En el año 2000 estudiaba Educación Social y hacía un voluntariado en una casa de acogida para reclusas en tercer grado. Allí se percató de algo que despertó su curiosidad. “Me sorprendió enormemente que esas mujeres daban la luz y no la apagaban; abrían el agua para ducharse y no la cerraban; encendían el fuego y no lo cortaban. No acababan las secuencias. Las presas me contaron que era porque en la cárcel todo está automatizado: te abren y cierran las puertas, te encienden y apagan las luces y el agua. Y el cerebro olvida cómo hacerlo. Me quedé fascinada. Me enamoré del cerebro y de cómo aprende y desaprende”, cuenta. “Dejé la carrera y empecé Terapia Ocupacional, que es un híbrido entre psicología y fisioterapia, porque me interesaba mucho cómo la acción y la actividad influyen en el cerebro”. Además, se doctoró cum laude en Neurocontrol Motor e hizo un máster en Patología Neurológica.
Hace cuatro años, con su centro ya en marcha, empezó a investigar una nueva línea de trabajo con una idea en mente: recuperar las conexiones neuronales. Al quedar lesionados, los pacientes siguen sabiendo cómo mover una mano o un pie, pero sus conexiones neuronales son débiles y no consiguen hacerlo. La orden que el cerebro cree enviar, la de mover una mano o un pie, no tiene resultado y la persona se siente frustrada. Peor aún, los mecanismos de plasticidad de las neuronas –su capacidad para aprender o desaprender algo- se activan de forma negativa. El motivo es que el cerebro está diseñado para ahorrar energía. El esfuerzo titánico que supone para ese órgano dañado intentar mover un miembro se convierte en un desencadenante fatal que puede acabar por borrar ese miembro, olvidándolo para centrarse en otros sanos. “Nuestros pacientes sufren unos fenómenos de atrofia y otros mucho más complejos a nivel de control motor por causa de ese inmovilismo prolongado. Si la recuperación precisa de una repetición intensiva y ellos no pueden moverse, ¿cómo conseguir que sí lo hagan?”.
En su investigación, Ortín comprendió que la clave podía estar en las neuronas espejo, que son las responsables fisiológicas de la imitación. Son las que hacen, por ejemplo, que bostecemos o nos rasquemos cuando la persona de enfrente lo hace. “Las neuronas espejo permiten que no seas tú el que mande la señal al miembro afecto, sino que al ver el movimiento en un tercero consigas hacer diana en tu propia musculatura”, explica.

Para activarlas empezó a experimentar con técnicas de VR. Diseñó un entrenamiento de observación motora para conseguir engañar al cerebro. Con las gafas puestas, el paciente observa cómo se mueve su propia pierna. A su vez, recibe un feedback de su terapeuta –por ejemplo, electroestimulaciónsintiendo ese movimiento que está observando y que está tratando de imitar. Se produce entonces la congruencia: el paciente cree y siente que se mueve.
Empezaron a trabajar con materiales muy simples: vídeos caseros grabados en 2D y gafas muy básicas. Pero entonces Ortín descubrió el espacio de realidad virtual que tiene la Fundación Telefónica en Madrid. Allí entró en contacto con el equipo de The Vrain, una compañía dedicada a crear experiencias inmersivas, que le ofreció el material para perfeccionar su sistema: vídeos de verdad inmersivos, una app sincronizada con las gafas Samsung Gear que permite desencadenar el estímulo en el momento justo en el que el paciente desea realizar el movimiento, etcétera. “Se juntó todo: teníamos la teoría, el equipo tecnológico que lo iba a hacer posible y a muchas persona dispuesta a trabajar duro”. Comenzaron los primeros experimentos medibles, y ya han sido capaces de probar en más de un centenar pacientes el sistema. “Esta herramienta no elimina a las demás, pero acelera los procesos y los tiempos y es una gran aliada para ese reaprendizaje motor y normalización de la sensibilidad que son tan importantes”.
Este no es el primer proyecto de VR aplicado a la medicina, pero sí el primero, según Ortín, que hace realidad virtual real. Hasta ahora, explica, se ha trabajado con avatares, figuras que se mueven en la pantalla cuando el cerebro da la orden. El problema, indica, es que en esos casos “el cerebro sabe perfectamente que eso es un muñeco. Puede ser útil como herramienta de feedback, de orientación…pero en mi opinión, no logra la activación del sistema motor específico de contracción en la musculatura diana”.
Su objetivo ahora es mejorar el sistema añadiéndole no solo movimiento, sino también interacción, y, sobre todo, llevarlo a los hospitales. Cuando hay una lesión neurológica el primer mes es fundamental. “El cerebro empieza por sí mismo a regenerarse, a buscar respuestas: qué tengo que hacer, hacia dónde voy, cómo lo hago. Y lo que pasa durante esas semanas es que los pacientes están inmóviles en una cama de la UCI. Intentan moverse y no pueden. Es un mes crucial de reorganización de las neuronas, aunque tremendamente largo para los pacientes. El tiempo parece no avanzar. Creo que podríamos empezar desde el primer momento a trabajar esa reorganización neuronal y, con ello, a favorecer la rehabilitación”.

Su mayor obstáculo es el habitual en estos casos: la falta de recursos. “Los productos médicos son tremendamente costosos, en tiempo y en dinero. Utilizan materiales carísimos y necesitan una serie de homologaciones. Me agobia, porque tengo la sensación de que vamos lentos. Hay pacientes con enfermedades que me han ayudado a desarrollar el sistema y no van a poder ver dónde llega. Si queremos ganar esa carrera la única solución es contar con aliados potentes que nos ayuden a avanzar a pasos de gigante”. Charo Ortín está convencida, además, de que es posible. “Estamos en un momento dulce para el cerebro. Todos los días se publican estudios que nos aproximan más a su conocimiento. Con la tecnología pasa lo mismo, está viviendo una revolución. Las posibilidades son infinitas”. Un ejemplo de esa alianza entre ciencia y tecnología es la apuesta de Samsung por este proyecto. La compañía colabora con Foren proporcionando smartphones de última generación y gafas de realidad virtual (Gear VR), con el fin de que el equipo de terapeutas e investigadores del centro puedan seguir aprendiendo sobre este proceso de neurovirtualidad. Es más, Charo Ortín se ha convertido en una de las protagonistas de la iniciativa #somosSMARTgirl, movimiento impulsado por Samsung para destacar a mujeres reales que brillan en distintos ámbitos.
En el último año, el Centro Foren ha conseguido también varios reconocimientos europeos y nacionales y ha establecido colaboraciones con algunos hospitales de Madrid. “Ha sido un año con una carga de trabajo enorme, pero con unos resultados increíbles y felices. Seguimos en ello: acabamos de empezar a investigar un nuevo protocolo de espasticidad y marcha, y sé que 2019 no terminará sin al menos ultimar este estudio y haber empezado uno o dos más”. También han empezado a exportar su tecnología, y centros como la Clínica Arthos de Vigo ya la han adquirido. “El camino ha comenzado y, por fin tengo la sensación, después de diez años, de que nos movemos”, concluye.