El ojo crítico de Tania Fernández de Toledo

Entrevista con la responsable del patrimonio artístico de la Unesco

Foto: Mercedes Goiz

“Es gracias a ella que aquí funcionan las cosas. No solamente es una incansable trabajadora y muy inteligente, sino también una persona honesta. A Tania no se la puede sobornar” son las primeras palabras que la embajadora de Siria ante la Unesco me dirige cuando Tania Fernández de Toledo nos presenta en el salón donde se están ultimando detalles para recibir al presidente de Ghana, que hoy visita la sede. Precisamente el grupo de jazz que va a amenizar el coctel ha situado el pequeño escenario delante de La caída de Ícaro, el mural más grande de Picasso que –poca gente lo sabe- se encuentra en la sede de este organismo de la ONU, establecido en París en el año 1958. Tras supervisar que todo está en orden, y recepcionar la entrada del mandatario ghanés, pasamos de camino hacia su despacho por el espacio donde en dos días se va a celebrar el desfile de Loewe. Un ejército de carpinteros ha deconstruido un área de pasillos en una de las alas de la planta principal para reconstruir dos zonas ambivalentes con cabida para 500 personas sentadas. Fernández de Toledo inspecciona con detalle los paneles y determina con el encargado las pertinentes rectificaciones para que nada falle en este importante evento.

Los dominios de Tania Fernández de Toledo están en la planta baja, “la de los tapices,” pues en sus paredes está expuesta la rica colección de la fundación. Su despacho, pequeño y sin exceso alguno, asoma a uno de los jardines-patio que el paisajista brasileño Roberto Burle Marx diseñó para este edificio imponente que muchos definen como el museo más grande del mundo, donde esta gran conocedora del arte se mueve como pez en el agua.

¿Existe la tan cacareada marca España? ¿Se habla de ella a nivel internacional?

Aquí trabajamos a nivel internacional. Para mí, la marca España no existe, como no existe la marca Francia. España es uno de los doscientos países representados en este organismo.

Lo preguntaba porque en España apenas sabemos de la impresionante representación que aquí tenemos. Y esto sí que es marca.

Desde los inicios de su creación, albergamos obra de los mejores artistas españoles como Miro, Picasso o Ràfols-Casamada y Elena Laverón; de finales de los setenta tenemos a Chillida, y del 95, un Tapies, una pintura que él regaló en el cincuenta aniversario de la Unesco. Tenemos una riquísima colección –parte de ella viene de donaciones– en la que, por categoría artística, España es posiblemente el país mejor representado. Y es verdad que este hecho es poco conocido, como que aquí está el mayor mural de Picasso, La caída de Ícaro, creado por el artista para su inauguración. Ahora, en noviembre, va a salir un libro catálogo que recoge casi 300 títulos, cuyo diseño y selección he hecho yo de acuerdo con las características de la colección patrimonial de la Unesco, aunque también hay un comité artístico que selecciona y acepta o rechaza las obras.

El patrimonio que atesora este lugar es impresionante. ¿Cómo se organiza?

Tenemos dos colecciones, una que llamamos de usage, y la patrimonial, que es la más importante. La de usage está formada por obras que o bien no tienen ese primer rango, o bien no han recibido aún la calificación por parte del comité. La mayor parte están expuestas y se pueden ver. Las he distribuido según los criterios de Unesco: en esta planta están los tapices, en el primer piso los países árabes, África en el segundo, el tercero es América Latina, los países asiáticos están representados en la quinta. En la sexta está dirección. 

Obras de Joan Miró (izquierda) y Eduardo Chillida (derecha) que adornan la sede de la Unesco en París. Foto: Mercedes Goiz
Obras de Joan Miró (izquierda) y Eduardo Chillida (derecha) que adornan la sede de la Unesco en París. Foto: Mercedes Goiz

Tampoco sabemos que es una doctora en arte española quien dirige este importantísimo legado. ¿Qué le indujo a adentrase en el mundo del arte?

Yo empecé haciendo Dirección de Empresas. Ahí di una asignatura de historia del arte con un profesor muy bueno que me hizo amar esta materia. Entonces empecé a darme cuenta de que me gustaba. Terminé y me enganché con Filosofía y Letras, luego Historia del Arte, hice el doctorado, y me dieron una beca para venir a Paris.

¿Y cómo accede a la Unesco?

En Expo 92 dirigí la construcción y gestión del Pabellón de Las Artes. Un día lo visitó Federico Mayor, cuando era secretario general de la Unesco, y tuve ocasión de regalarle uno de los libros que había publicado. Luego le llegó buen eco de mi trabajo y contactó conmigo para que colaborara con la Unesco. En 1993 organicé el encuentro de Yasir Arafat y Simon Peres en Granada. Fue un reto enorme y muy difícil; recordemos que tuvo lugar durante los Acuerdos de Oslo. Fuimos portada en todos los periódicos y salió tan bien que me ofreció venir a París. No lo dudé ni un momento. Llevaba años trabajando en el mundo internacional y volver al día al día con proyectos locales tras la Expo se me quedaba pequeño.

¿Qué fue lo más complicado de los inicios en París?

Como para todo el mundo, lo más duro fue venir sola sin conocer absolutamente a nadie; con dos niños pequeños de cuatro y seis años que no sabían el idioma y sin una chica que se ocupase de ellos, hacer la compra, ir a buscarlos a la salida del colegio,…. Lo más difícil fue encontrar el equilibrio familiar conciliándolo con las larguísimas jornadas que requiere mi trabajo, que no son de 9 a 3 ó 5, porque las inauguraciones son por la tarde y los conciertos, por la noche [Su marido es el escultor Abelardo Espejo, que vive a caballos entre París y España, donde tiene su estudio de escultura].

¿Y a nivel profesional?

Date cuenta que de que yo aquí empecé de la nada. Cuando llegué, todo estaba repartido en diferentes departamentos que hube de centralizar y reorganizar. De la colección de obras de arte me encargué más tarde. Yo me ocupo de todo lo que se mueve en la Unesco: exposiciones, conciertos, conferencias, también del servicio de interpretación. Este verano, cuando sucedió el golpe de estado en Turquía, teníamos 45 intérpretes trabajando en una reunión en Estambul. Yo estaba de vacaciones y en cuanto me enteré me conecté para dar autorizaciones y directivas de emergencia. Cuando no puedes desconectar, no lo haces. 

Tania Fernández de Toledo frente a la sede de la Unesco en París. Foto: Mercedes Goiz
Tania Fernández de Toledo frente a la sede de la Unesco en París. Foto: Mercedes Goiz

La Unesco se fundó tras la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de contribuir a la paz y la seguridad. ¿Está siendo realmente ese símbolo de paz?

Desgraciadamente, los sueños, sueños son. El mundo está como está y hacemos lo que podemos. En la Unesco trabajamos desde la educación, la cultura y los deportes. Un equipo de futbol puede ser simbólico y activar la paz. Hay muchas vías posibles, pequeñas cosas que no se ven. Ahora, por ejemplo, intervenimos en el patrimonio subacuático, para que cuando se encuentre un barco hundido no haya conflicto. Esa cultura de la paz es el escenario en el que trabajamos.

¿Cómo se mantiene una unión de treinta años con una pareja artista y viviendo en ciudades diferentes?

En la vida hay que pasar pruebas todos los días, y o avanzas o vas para atrás y destruyes el camino. En las relaciones de trabajo, con tus hijos o en tu matrimonio hay situaciones y cosas que aguantar. Hay que buscar el equilibrio. Hoy por ti, mañana por mí. Nadie es perfecto. Tienes que contribuir a la paz en tu familia y el entorno no echando más piedras al camino.

 

Esta entrevista se publicó primero en la revista de Mujeres a Seguir

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