Miriam Jiménez, socióloga: “Deberíamos eliminar el concepto de ‘perder la virginidad’”

En ‘La virginidad no existe. ¿O sí?’, Jiménez reflexiona sobre las implicaciones, a nivel social y cultural, de las primeras experiencias sexuales

“Yo tampoco sangré cuando follé por primera vez. No lo disfruté, aunque tampoco esperé disfrutarlo. Tampoco lubriqué, por culpa de los nervios, aunque no sabía que no estaba lubricando y tampoco sabía que era por los nervios. Yo también me sentí sucia. También quería que pasara rápido. Yo también quise demostrar, aunque todavía no sé bien qué. A mí también me dolió. A mí también me dijeron que tenía que hacerlo con el amor de mi vida. Yo tampoco entendí nunca la metáfora sobre que mi vagina era una flor que se podía marchitar”. Así, compartiendo su propia vivencia, arranca Miriam Jiménez Lastra La virginidad no existe. ¿O sí? (Ediciones En El Mar), un ensayo que propone una aproximación histórica, social y cultural al concepto de virginidad, un territorio que a esta joven socióloga le parecía bastante inexplorado.  “La virginidad ha sido abordada de manera muy simplista por el movimiento feminista y tampoco había gran bibliografía académica sobre ello”. Eso a pesar de que todos hemos sido vírgenes y casi todos los que hemos dejado de serlo tenemos en mente el momento en el que sucedió. O eso creemos, porque las cosas podrían no ser tan fáciles. Y es que, defiende Jiménez, la virginidad no es una realidad biológica y tiene muy poco ver con el himen.

¿Qué significa la virginidad para la juventud de hoy en día?

Los jóvenes viven en contradicción respecto a este término. Se mantiene la idea de que la virginidad es ese estado en el que no se han tenido relaciones sexuales con penetración, pero una parte de la juventud lo ha resignificado. Aunque lo siguen usando, consideran que ciertos actos sexuales que no tienen nada que ver con la penetración implican una pérdida de la virginidad. Y, por supuesto, están las realidades LGBT, que los jóvenes tienen muy presentes. En el caso de las lesbianas, por ejemplo, la sociedad suele considerarlas como vírgenes eternas. Cuando van al ginecólogo a menudo se da por hecho que como no han tenido relaciones con un pene, hay ciertas pruebas médicas que no hay que hacerles.

En el libro dices que el sexo es uno de los espacios donde la desigualdad sigue manifestándose. ¿Qué diferencias hay en la manera en que hombres y mujeres viven hoy la virginidad?

Todos vivimos las cosas de una manera diferente, y eso está bien. El problema llega cuando te enfrentas a una misma realidad, como puede ser el acto sexual, desde puntos de partida no diferentes, sino desiguales. El problema es que las mujeres hayan aprendido que la primera relación sexual tiene que doler y tienen que sangrar, y que ellos hayan aprendido que tienen que ser sujetos activos, que tienen que saber, manejar la situación y esperar placer.

¿Por qué a estas alturas conservar o perder la virginidad sigue siendo, en muchos lugares y para muchas personas, algo importante?

Sigue siéndolo en tanto en cuanto vivimos en una sociedad patriarcal, machista, que se reinventa y se adapta a los nuevos tiempos. Actualmente vemos un auge de ciertos sectores antifeministas que defienden la conservación de la virginidad y todo lo que va en contra de la libertad sexual de las mujeres. Han surgido conceptos como el body count [el número de parejas sexuales que ha tenido una mujer], que utilizan ciertos sectores de la masculinidad hegemónica para penalizar a aquellas mujeres que se hayan acostado con muchos hombres. Por otro lado, entiendo que para algunas personas la virginidad sea de alguna manera importante, porque consideran que es una cualidad positiva de su personalidad. Lo que sí es cierto es que, excepto en los casos de personas muy religiosas, ha perdido importancia para la juventud.

Algunos de los testimonios que recoges en el libro hablan de la presión social o de la necesidad de hacerlo con alguien especial. ¿Hasta qué punto esto sigue pesándonos?

A través del concepto patriarcal del amor romántico que todo lo puede se sigue presionando a las mujeres para buscar a su príncipe. Esto hace que sigan siendo sujeto activo de lo emocional, pero objeto pasivo respecto al sexo. Desde el amor romántico, la virginidad es algo que se entrega, se regala y, por lo tanto, se pierde. Al hacer las investigaciones muchas veces preguntaba a las mujeres que si perdían algo, qué ganaban a cambio, y ellas solían responder que nada. Decían sentir que ellas perdían y los que ganaban algo así como una medalla eran ellos. Eso sigue existiendo hoy en día: mientras a las mujeres se las castiga por tener una gran actividad sexual, a los hombres se les premia.

Hace unos días, la actriz Rebel Wilson fue noticia por contar que había perdido la virginidad a los 35 años, lo que generó muchos un debate en redes entre los críticos y los que agradecían que se hubiese sincerado. ¿Por qué sigue pareciéndonos obligatorio perder la virginidad en la adolescencia y que, si no es así, se ‘va tarde’?

Cada sociedad y cada grupo tiene sus normas. A día de hoy, para la generación más joven es 'normal' tener relaciones sexuales en la adolescencia, pero que algo sea normal no quiere decir que sea lo correcto, es simplemente lo más habitual. Deberíamos desmitificar el cuándo o con quién hay que hacerlo para quitarle presión a la gente.

Y aun así, no son pocas las películas en las que los jóvenes (y algún no tan joven) intenta desesperadamente estrenarse en el sexo. ¿Deberíamos acabar con esa idea de ‘perder la virginidad’?

Sí, claramente, empezando porque el concepto en sí mismo es patriarcal y su propia etimología hace referencia solo a las mujeres. Viene de ‘Virgo’, doncella virgen. Deberíamos eliminar ese concepto y hablar simplemente de cuándo tuvimos nuestra primera relación sexual. Es un concepto mucho más amplio, no hace referencia solo a la penetración y la gente podría adaptarlo a su realidad.

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