De la falta de sustancia del discurso de Trump, a la sustancia que se inyecta Demi Moore

Virginia Mosquera
En la película La Sustancia de Coralie Fargeat, la estupendísima Demi Moore encarna a Elisabeth Sparkle, una actriz que, nada más cumplir los 50, es escupida como un caramelo sobado. ¿Os suena? A mí también. Deprimida y con el ego en modo subsuelo, empieza a inyectarse una sustancia que promete la fantasía definitiva: una versión más joven, más deseable, más exitosa de ella misma. El TODO por el todo, la fantasía definitiva de ser joven for ever. Pero (alerta spoiler) esta historia no va de mejoras: la ‘sustancia’ tiene letra pequeña y acaba —como era de prever— devorándola desde dentro.
Sparkle es otra víctima de una sociedad que de joven te ‘diosifica’ y te destruye en cuanto cumples años. Una sociedad que se sienta con sus palomitas a contemplar cómo las mujeres —desde niñas— nos atiborramos a mensajes tóxicos, supuestamente creados para empoderarnos: frases de purpurina que nos devoran por dentro. Lacitos rosas para adornar mentiras.

Pero, y esta es la gran pregunta ¿para qué nos empoderan? ¿Para ser presidentas? ¿Para dominar el mundo? No, cariño —nos dicen— tú ponte el hialurónico de la Kardashian y sigue sonriendo, que para dominar el mundo ya tenemos otras sustancias como las de la marca ‘Trump’. Porque sí, amigas y amigos, Trump no es solo un político; es una marca. De hecho, una fantasía con una retórica poética propia que, como la sustancia, es tan atractiva como adictiva. Trump se mueve en la metáfora, su metalenguaje es su arma y por muy insustancial que parezca, promesas como ‘Make America Great Again’ (tan inclusiva que un granjero de Iowa y una hípster de Brooklyn pueden caber en ella), ejemplifica ese mundo mejor en el que lo único seguro es que los perros y los gatos estarán a salvo.

La poética de Trump, como la sustancia de Demi Moore, es la promesa abstracta e inasible del TODO por el todo. Una fantasía que fascina a un público capaz de tragarse horas de scroll de Kim Kardashian diciendo: “Comería caca si eso me asegurarse ser bella y joven para siempre…” Una audiencia que sólo quiere una cosa: consumir metáforas insustanciales y mirar hacia otro lado mientras las marcas siguen prometiendo a nuestras hijas que algún día serán presidentas del mundo, ¿de cuál?... ya veremos....

En un mundo de narrativas consumibles, adictivas y contagiosas, lo único que nos queda es enseñar a nuestras hijas e hijos a distinguir la sustancia de Aristóteles del Black Friday.
Y por supuesto de nosotras depende si queremos inyectarnos una sustancia o la otra.
Virginia Mosquera es directora creativa, escritora, cineasta, feminista, amiga de sus amigas y madre. A veces en la ventana toca el ukelele.