La estadística no miente: las madres descansamos menos en verano. No es lo mismo “sujétame el daiquiri que me voy a tirar en bomba a la piscina de agua ozonizada aprovechando este último rayito del sol de las Seychelles” que “sujétame la crema, que el niño se me va a matar en las olas, y procura que la pequeña no se coma medio kilo de arena de playa, y, por cierto, ¿has pensado ya qué vamos a comer?” Nain. Las vacaciones ya no son ese dulce mecerse de los minutos al ritmo de las olas leyendo a Virginia Woolf. Olvídate. Ya no sobrará ni un segundo y, de hecho, si sobra, te lo rebañarán los hij_s, los padres, las madres, los curros, los maridos, si los hubiera, la planificación de la vuelta al cole... Cuando llegue agosto, ya no te entregarás en carne y alma a los 37 libros que tenías pensado devorar, ni a los largos paseos hacia el atardecer, por no hablar de dormir más allá de las 8 a. m. (con suerte). De hecho, una parte de ti deseará secretamente volver a las mieles de la oficina, mientras la otra parte te golpea duramente con el bate de la culpa, preguntándote si estás mal del tarro: ¿a la ofi? Ni loca. Y es que es posible que lo estés. ¿Loca? Pues claro. Amas fervientemente a tus hij_s y, al mismo tiempo, deseas estar en una playa de Seychelles contemplando el atardecer con la sola compañía de un daiquiri de fresa, del mismo modo que amas currar en una agencia de publicidad ostentando un puesto directivo y, a la vez, disfrutas de recoger a tus hij_s del cole, supervisar sus deberes, estar presente en su infancia…, vamos, el pack completo...

Ay, dirá el coro griego al unísono: “¡Es que las madres lo queréis todo!” —¡Pues sí! —responderemos desde el atrio. —Es que nos dijisteis que lo tendríamos todo, vacaciones incluidas, vamos, como ELLOS —gritaremos señalando a los padres—. Prometisteis que, si estudiábamos como los hombres, lo conseguiríamos, que seríamos superwomans, que tendríamos poderes. Ni una mención a que viviríamos desquiciadas, seríamos juzgadas por todo (incluso por otras madres) y expulsadas del paraíso, a menos que diéramos el doble de lo que recibíamos, y eso, con suerte, porque muchas no empobrecimos, nos desenganchamos del tren profesional o nos escupieron del mercado laboral. El coro guardará silencio sepulcral bajo sus máscaras. Ah —te soplarán las otras madres desde el Atrio—, es que el coro estaba compuesto exclusivamente por hombres, incluso cuando representaban a personajes femeninos.

—Ya, vale —gritarás al coro—, entonces… ¿qué hacemos? El mundo piensa que ya vamos a la par, pero es septiembre, los niños están sin cole y ya no me quedan ni abuel_s, ni amig_s a los que esquilmar, además estoy sin un duro y ya cansada. “Pues habrá que innovar”, responderá el coro al unísono. Pregunta al chat GPT a ver qué dice...