Dinero y felicidad
Esther Valdivia
Dicen que el dinero no da la felicidad, pero sin él la vida se pone cuesta arriba e incluso el subsistir es muchas veces imposible. Y de eso también entendemos las mujeres, porque tenerlo o no tenerlo ha sido crucial en nuestra independencia.
En nuestro país, hasta hace escasos cuarenta años, pasábamos, para casi todo, de la custodia del padre o el tutor a la del marido, y las finanzas, siempre en territorio masculino, no eran una excepción. En el hogar sí, la mujer administraba, se encargaba de las compras domésticas y ahorraba lo que podía, siempre del dinero que salía del bolsillo del patriarca. Era comúnmente aceptado que la mujer no entendía de números y menos de la administración del dinero, pero ¿cuántos hogares y carreras universitarias han salido adelante gracias a una ama de casa organizada, con vistas de futuro y mente financiera? Eso sí, seguramente ellas mismas solo se dieron cuenta de sus propias capacidades de gestión cuando vieron que sus hijos titulados, con bases académicas regladas, desempeñaban esas mismas funciones en las cabeceras de compañías.
La tradición, una cultura trasnochada o ‘lo normal’ nos dejaron relegadas durante siglos al reino del hogar, sin posibilidades reales para volar fuera del nido y tomar nuestras propias decisiones. No fue hasta la aprobación de la Constitución Española de 1978, cuando estrenando en España la democracia, las mujeres fuimos igualadas al hombre y unos pocos años después, incorporadas plenamente al mercado laboral, pudimos abrir una cuenta bancaria, decidir en qué invertíamos nuestro salario y hacia dónde proyectábamos nuestro futuro.
No fueron años fáciles, seguro, pero iniciaron el camino hacia la ansiada independencia económica y, por ende, hacia la libertad. Porque una vez que pisamos fuerte en el mundo de las finanzas, el rol femenino ganó peso hasta alcanzar las cotas de responsabilidades actuales. Lo que hoy nos parece una realidad cotidiana formó parte de las reivindicaciones de nuestras antecesoras, que dieron forma a una economía colaborativa que en muchas regiones supone la subsistencia. Y si no, que pregunten a esas pequeñas empresarias en los países donde la vida tiene muy poco valor cómo consiguen sacar adelante, en muchos casos solas, a su prole gracias a microcréditos repletos de esperanza.
Todos los hitos conseguidos en favor de la igualdad son importantes, pero el poder que ejerce el manejo del dinero es la clave del cambio real. Y algunas de esas protagonistas del cambio son el tema central de la revista que ahora tienes en tus manos, donde podrás encontrar buenos ejemplos de mujeres que han roto moldes. Disfrutemos de su lectura y no olvidemos que la independencia real comienza hablando de dinero, que no dará la felicidad pero ayudar, ayuda mucho.
Esther Valdivia es CEO de Publicaciones Profesionales.
Esta columna de opinión se publicó primero en la edición número 19 de Mujeres a Seguir en papel.