Moda y medio ambiente: cómo concienciar a los consumidores

Edith de Lamballerie
La producción de textiles, cuyo uso principal es la industria de la moda, no ha dejado de aumentar desde principios de siglo. De casi 60 millones de toneladas anuales en 2000 se ha pasado a casi 110 millones de toneladas en 2020, y las previsiones estiman volúmenes de casi 130 millones de toneladas anuales en 2025 y casi 150 millones de toneladas en 2030.
Este crecimiento exponencial es profundamente preocupante, porque la producción textil tiene múltiples impactos sobre el clima, con una contribución demostrada al calentamiento global; sobre la biodiversidad, debido a las prácticas de deforestación, sobreexplotación y contaminación del aire, el suelo y el agua, y sobre el bienestar y la salud de las personas que trabajan en la industria. En los últimos años ha habido varios casos demostrados de incumplimiento de la legislación laboral e incluso de los derechos humanos.
Para poner freno al impacto de la producción textil, algunas empresas de la industria de la moda están intentando respetar los principios del desarrollo sostenible, utilizando métodos de producción menos nocivos para el medio ambiente, los animales y las personas. Estos compromisos llevan a las marcas a favorecer los materiales textiles naturales que contaminan menos (algodón orgánico) y requieren menos agua (lino, cáñamo). También los tejidos reciclados (aunque su producción tenga sus límites) y los que respetan el bienestar animal. Por ejemplo, los etiquetados como estándar de lana responsable (RWS) o incluso alternativas a los materiales de origen animal como Piñatex, un sustituto del cuero fabricado a partir de piñas.
En general, estos compromisos también implican favorecer los materiales producidos en Europa o los que, aunque producidos en otros países, lo hayan sido respetando códigos éticos. Un ejemplo de la marca Loom, que ofrece principalmente prendas de algodón, pero también de lino y lana. Su algodón y su lino están certificados por la Global Organic Textile Standard (GOTS), mientras que la lana sigue la normativa mulesing-free (es decir, se evita la práctica de quitar la piel alrededor de la cola de las ovejas, que es una forma de maltrato animal). El lino se cultiva en Francia, el algodón en la India, las telas se tejen en Italia y las prendas se confeccionan en Portugal.
Entre el desconocimiento y la culpabilidad
El creciente interés de los consumidores por este tipo de productos y marcas se refleja en sus intenciones de compra. El 64% de los franceses ya se declara dispuesto a comprar ropa que contenga fibras naturales, recicladas o etiquetadas, y el 65% afirma que el compromiso de las marcas con el desarrollo sostenible es un criterio importante a la hora de comprar.
Pero, por otro lado, está claro que muchos consumidores todavía carecen de un auténtico conocimiento sobre los materiales textiles y su impacto. En algunos casos ni siquiera son conscientes de esta dimensión, aunque también haya un porcentaje cada vez mayor de gente que experimenta sentimientos negativos o incluso culpabilidad cuando compra fast fashion.
Distintos acontecimientos pueden despertar esta preocupación: una conversación con alguien cercano, un podcast, un post en redes sociales, una etiqueta reveladora o una mala experiencia con una prenda. Cualquiera de estas experiencias puede generar una sensación de inadaptación, y llevar a la reflexión, a mantener conversaciones al respecto y, en última instancia, al aprendizaje.
Cuando los materiales se convierten en objeto de reflexión, algunos consumidores se dan cuenta de que no eran conscientes del impacto que tiene la producción de materiales textiles sobre el mundo vivo o de que lo que creían era falso. En consecuencia, tratarán de informarse mejor mirando las etiquetas más a menudo, investigando en internet, haciendo preguntas a los dependientes, hablando con amigos y familiares, etcétera. Esto puede dar lugar a la compra de prendas que contengan materiales considerados más respetuosos con el medio ambiente, las personas y los animales, o a la identificación de marcas que ofrezcan productos de este tipo.
Sin embargo, no todos los consumidores están dispuestos o preparados para conceptualizar el impacto de los productos textiles. Según un estudio que hemos llevado a cabo, esto podía deberse a la falta de interés por la categoría de ropa, a la falta de interés por el medio ambiente, el bienestar humano o el bienestar animal, o a un sentimiento de impotencia ante el impacto de la producción textil sobre el medio ambiente.
La necesidad de verbalizar
Esta investigación nos permite formular recomendaciones dirigidas a las marcas de moda que deseen ayudar a los consumidores a ser más conscientes. Hemos demostrado que la información por sí sola puede crear inadaptación, pero para crear verdadera conciencia, también es necesaria una verbalización. En este sentido, los vendedores pueden jugar un papel clave, ayudando a los consumidores a comprender la información que tienen a su disposición, como etiquetas con detalles sobre el origen de los materiales o información en el punto de venta sobre el compromiso de la marca con la sostenibilidad.
Edith de Lamballerie es profesora de marketing y retailing en ESSCA School of Management