Alojamientos flexibles
Elvira Navarro
Hace unos días saltaba a la prensa la noticia de la inauguración de las primeras microcasas en Madrid, por las que habrá que pagar, según el titular de epe.es donde vi la noticia, 800 euros al mes por 25 metros cuadros en un polígono industrial. Lo leí varias veces sin dar crédito: ¡800 euros al mes por 25 metros cuadrados en un polígono industrial! Ahora que tecleo la información, me vuelve a atacar el pasmo y me repito la cantidad, los metros y que esa porquería de espacio con precio indecente está, con una justicia que solo es poética, en un infame polígono industrial en Rivas.
Explicaba la periodista que escribió el artículo, Analía Plaza, que en la publicidad de las viviendas se afirma que están a veinte minutos del centro y a dos de la estación de metro Rivas Futura, sin decir que esos veinte minutos son en coche y que al metro se llega por un camino que va por una carretera y un descampado. Y, por supuesto, el trayecto en metro hasta el centro es casi de una hora, con transbordo mediante. En cuanto a la descripción, se destaca que se trata de un coliving, concepto que nadie acaba de definir del todo porque viene muy bien que sirva lo mismo para un roto que para un descosido. Aquí el coliving se concreta en servicios comunitarios tales como wifi, piscina, gimnasio, sala de yoga, azotea, lavandería, “club social” (así llaman a un salón grande) y pet spa, que al parecer es una bañera para perros. Se cuenta asimismo en el artículo que, en realidad, tales viviendas no son exactamente viviendas, sino algo similar a un apartahotel al estar construidas en suelo terciario (el destinado a oficinas, centros comerciales u hoteles), que sale hasta un 30% más barato. De esta manera las empresas hacen la trampa: promueven más barato y pueden dividir más el espacio para obtener lo que ellos llaman “estudios”, que en verdad son habitaciones de hotel. La cosa no acaba aquí. Construir en suelo terciario les permite también esquivar la Ley de Arrendamientos Urbanos, lo que se traduce en poder subir los alquileres lo que les venga en gana. Y se evitarán la próxima Ley de Vivienda, que pondrá topes al precio para los propietarios con más de diez pisos en alquiler (el macrocomplejo que se acaba de inaugurar en Rivas tiene quinientos estudios).
Dichas viviendas pertenecen al fondo estadounidense, Greystar, y un tal Juan Acosta, director de la susodicha en España, declaró que habían hecho un esfuerzo sobrehumano para que los precios de los alquileres estuvieran al alcance de muchos bolsillos. Vamos a reírnos.
La risa se nos congela enseguida: cuenta la noticia que la alcaldesa de Rivas, Aída Castillejo, declaró que el Ayuntamiento consideró semejante estafa como “una oportunidad”. La consideración de tal cosa como “una oportunidad” hace pensar en una ideología que engrasa bien el sistema. En un partido neoliberal: PP, Ciudadanos, PSOE. Pero, oh sorpresa, Aída Castillejo es alcaldesa por Izquierda Unida, Equo y Más Madrid. La solución que, según el artículo, da Castillejo a la sinvergonzonería de Greystar es que la empresa ya ajustará los precios si ve que los estudios no se alquilan. ¡Una política de izquierdas diciendo que la solución es la mano invisible del mercado!
Por cierto que en Alcobendas se acaba de inaugurar otro “alojamiento flexible”, con la misma publicidad: a veinte minutos del centro. Si tienes coche, claro. Metro no hay. El complejo de apartahoteles al que llaman viviendas está en otro polígono (en otro culo del mundo). En este caso el alcalde de Ciudadanos, Aitor Retolaza, que gobierna en coalición con el PSOE, no tuvo que ser incoherente: la ideología casa aquí mejor con el timo.
Que todos los políticos son iguales es un tópico que cada vez define mejor la política actual.