Una buena sanidad pública para 2022

Elvira Navarro
Escribo este artículo al borde de las vacaciones de Navidad, mientras la tele suena en muchos bares a todo trapo para que se oigan bien los números premiados de la Lotería de Navidad. Las calles hierven de conversaciones sobre el Gordo, que todavía no ha salido, y sobre Ómicron, la nueva variante del coronavirus que nos tiene con el alma en vilo. La enfermedad maldita vuelve a arremeter con fuerza y nadie sabe cuánto debe asustarse. ¿Se contagia más pero cursa de forma leve? ¿Da eso igual porque habrá tantos casos que los hospitales se colapsarán? Mi teléfono móvil también estaba calentito desde primera hora de la mañana por unas declaraciones de Ayuso que han incendiado las redes sociales: “En algunos centros de salud no todos quieren trabajar y arrimar el hombro”. La afirmación ha ido acompañada de otras perlas, como que se usan los espacios de todos para colgar pancartas. A varios de mis grupos de WhatsApp ha llegado una convocatoria para protestar por las acusaciones de la presidenta contra los profesionales de la sanidad pública madrileña.
Quizá para cuando se publiquen estas palabras habrán pasado tantas cosas que sonarán tan viejas como lo ocurrido diez años atrás (el tiempo corre hoy a la misma velocidad que las noticias). Tal vez la sexta ola se salde con muchísimos contagiados y pocos hospitalizados, o termine dibujando un escenario de pesadilla. Lo que seguro que no habrá cambiado será el estado comatoso de la sanidad pública española, que continuará con pocos medios, listas de espera indecentes, profesionales estresados y no reconocidos ni por las autoridades ni por nosotros los ciudadanos. Durante el confinamiento hubo aplausos diarios que, vistos ahora, dejan un regusto un poco amargo: no fueron acompañados luego de movilizaciones. En cuanto pudimos salir y tuvimos vacunas, se acabaron nuestra solidaridad e indignación.
Es evidente que no se quiere cuidar la sanidad pública y que a los gobernantes les viene de perlas que la gente termine contratando un seguro privado. Esto último no deja de ser un alivio para unos recursos cada vez más exiguos tras más de una década de crisis. No hay voluntad de arreglar el asunto y los ciudadanos nos hemos acostumbrado a los recortes y a no protestar, ni siquiera por lo más básico: el cuidado de nuestra salud. Supongo, además, que ello no se debe solamente al prolongado desánimo de un país que no levanta cabeza, sino también al calado cada vez más profundo de una mentalidad individualista.
Me gustaría pensar que la convocatoria que hay para que mañana, 23 de diciembre, los profesionales de los centros de salud y los pacientes protestemos en las puertas de todos los centros sanitarios de la Comunidad de Madrid será el punto de partida de más movilizaciones para defender nuestros derechos. También me gustaría que 2022 se convirtiera en el año en el que la ciudadanía ya no toleró que lo público se degradara. Sabemos de sobra, porque a todos nos ha faltado alguna vez, que sin ella no hay nada.