Soberbia
Elvira Navarro
"¿Qué hacemos con Pound, Céline, Quevedo…?", preguntaba Luis Alemany en un artículo del diario El Mundo sobre si debe el Instituto Cervantes homenajear a Jaime Gil de Biedma, quien consignó en sus diarios haber tenido relaciones sexuales con niños en Filipinas. Pound, Céline, Quevedo y ahora Gil de Biedma cometieron pecados que nuestra sociedad no perdona. El que sean grandes escritores genera una paradoja en la medida en que ser un gran escritor no se queda en un territorio meramente estético, como a veces se dice. Si así fuera, la calidad y alcance de una obra se determinarían de manera casi mecánica, cosa que no ocurre. Si Pound, Céline o Gil de Biedma son considerados maestros es porque su estética es inseparable de una ética, a menudo molesta, que amplió nuestra visión.
Este asunto tiene muchos frentes. El hasta dónde tiene que llegar la ejemplaridad sería uno de ellos. También por qué exigir ejemplaridad en la vida de los artistas si las obras de arte son una exploración de la condición humana, es decir, si inevitablemente se alimentan de la oscuridad, tanto de la del mundo como de la propia. Parece asimismo que se teme que la sociedad no sea capaz de ver las faltas y de hacerse cargo de la complejidad de las personas, muy incómoda en según qué casos.
Para mí el asunto clave no refiere al currículum moral de nadie, sino a la sociedad que lo juzga. ¿Por qué este afán por la condena? ¿Qué esconde esa actitud? Somos soberbios y nos creemos mejores que Céline, que Pound, que Quevedo, que Gil de Biedma, pero ¿realmente lo somos?
Houria Bouteldja es una militante política descolonial franco-argelina que denuncia en su libro Los blancos, los judíos y nosotros la hipocresía de los occidentales, quienes exportan sus derechos humanos como el no va más del progreso moral al tiempo que expolian a otros países y destruyen el planeta. Bouteldja creció en una banlieue; no es simplemente una teórica que no haya vivido en sus carnes la injusticia y la doble moral, esta última más evidente en el país que predica la libertad, la igualdad y la fraternidad. La autora describe muy bien cómo los ciudadanos de las democracias occidentales engordamos nuestro ego con la defensa de todas las causas que estimamos justas para investirnos de una superioridad moral encubridora y legitimadora de las infinitas injusticias que cometemos. Cito: "Ese aparato político-ideológico es el sistema inmune blanco. Innumerables anticuerpos han sido así secretados. Entre ellos el humanismo y el monopolio de lo ético. Los más antirracistas son ustedes. ¿No celebraron muchas veces la lucha de Martin Luther King contra la segregación? Los más indignados por el antisemitismo son ustedes. ¿No han sacrificado mil veces a Louis-Ferdinand Céline, a Klaus Barbie y a tantos otros en las hogueras de la plaza pública? Ustedes son los más anticolonialistas. ¿No se postraron ante el coraje y abnegación de Nelson Mandela? Los más sensibles al “subdesarrollo” de África, ustedes. ¿No vertieron toneladas de arroz sobre el continente de la miseria para después preconizar que no hay que darle pez al africano sino enseñarle a pescar? Ustedes son los mayores implicados en las causas humanitarias. ¿Acaso no han cantado por África? Los más feministas son ustedes. ¿No fijaron su atención en la suerte de las mujeres afganas y les prometieron salvarlas de la barba de los talibanes? Ustedes son los más antihomófobos. ¿No se han entregado en cuerpo y alma a la defensa de los homosexuales en el mundo árabe?".
Ahí lo dejo.