Las cosas como son y otras fantasías

Elvira Navarro

Elvira Navarro

En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche aborda la desaparición de la tragedia griega, causada por haber llevado al espectador al escenario. El espectador deja de ocupar el lugar del público desde el momento en que lo que comienza a ver en la escena ya no es la danza de la realidad entera, la fusión de lo dionisíaco y lo apolíneo, sino únicamente a sí mismo. Según Nietzsche, el llevar al espectador al escenario tenía la finalidad de capacitarlo para emitir un juicio sobre el drama. Aparentemente, esto constituye un progreso; sin embargo, al analizar este hecho en profundidad, el pensador alemán concluye que el progreso no es tal, pues el que se tenga que dotar al público de juicio significa que el artista ha de acomodar su fuerza a este público, ha de darle lo que a él le gusta o juzga como adecuado. Por otro lado, razona Nietzsche, el público no es un ente con pensamientos homogéneos. Lo que llevó a Eurípides a este cambio no fue la consideración del público en general, sino de un público en particular, y más concretamente de dos espectadores: Eurípides mismo (el Eurípides espectador) y Sócrates.

¿Qué era lo que Eurípides como espectador reprochaba a la tragedia? Que no la comprendía. Dado que la tragedia reflejaba la contradicción de la vida, Eurípides veía que «la figura más clara tenía siempre en sí además una cola de cometa, la cual parecía señalar hacia lo incierto, hacia lo inaclarable. Esa misma penumbra recubría la estructura del drama y principalmente el significado del coro». Eurípides se confesaba a sí mismo que no entendía la tragedia porque, detrás de lo que parecía más claro, estaba siempre el elemento oscuro e incomprensible. Puesto que no podía gozar de la tragedia por no comprenderla, consideró que lo que le faltaba era un entendimiento absoluto sobre ella. Que no quedase nada en la oscuridad. El entendimiento total era la única manera de gozar y de crear, y encontró a otro espectador que pensaba como él: Sócrates.

Eurípides hacía un prólogo previo al desarrollo de la obra donde el personaje se presentaba a sí mismo contando quién era y qué iba a pasar en el transcurso de la representación, destruyendo la participación del espectador en el sufrimiento e incertidumbre del personaje. Pero, dice Nietzsche, en el intento de ser solamente apolíneo, el actor jamás es del todo actor, porque el efecto trágico resulta, sin Dioniso, inalcanzable. Se cambió el efecto apolíneo de la intuición por fríos pensamientos paradójicos, y el éxtasis de Dioniso por una pasión. Nietzsche califica esta inversión de «socratismo estético», y el propio Eurípides, al final de su vida, se dio cuenta de que lo que había hecho no era un arte puramente apolíneo, porque lo apolíneo necesitaba de lo dionisíaco para ser tal: «La divinidad que hablaba por su boca no era Dioniso, ni tampoco Apolo, sino un demón que acababa de nacer, llamado Sócrates. Y esta era la nueva antítesis: lo dionisíaco y lo socrático». Y es que Sócrates se rebeló contra la oscuridad como si no fuese lo propio de la vida, e inventó un mundo claro, inteligible, de definiciones, anteponiéndolo al real como si el real confuso no fuese el verdadero. Nació el mundo de las ideas. El idealismo y el dualismo, con sus contrarios irreconciliables. Y aún seguimos ahí.

Las cosas como son y otras fantasías, de Pau Luque, galardonado con el Premio Anagrama de Ensayo, se enmarca en un contexto en el que el socrático deseo de perfección vive un resurgir, si bien ahora las voces que quieren expulsar a los poetas de la polis, como ya pretendió Platón, son más parecidas a las monjas que te lavaban la boca con jabón por soltar una palabrota que a un filósofo griego. Ya no hace falta ni siquiera lo inteligible, basta con lo ejemplarizante. Se le pide al arte no un frío análisis, como deseaba el espectador Sócrates-Eurípides, sino sólo que dé buenos ejemplos, y da igual que esos «buenos ejemplos» sean una torticera, y a menudo incomprensible, simplificación. Luque baja con mucha generosidad a este barro, más cómico que trágico, y construye en Las cosas como son y otras fantasías una argumentación brillante sobre por qué es necesario que las obras de arte huyan de lo ejemplarizante si de verdad quieren tener un interés moral, es decir, si de verdad nos quieren ayudar a pensar determinados fenómenos para comprehenderlos. A tal fin, en Las cosas como son y otras fantasías se repiensa la pertinencia de que las obras de arte dan cuenta de la complejidad de lo real, y lo hace atendiendo al marco actual de ese debate, copado por el sentido común moral de cierta progresía que no deja de ser la cara b de unos conservadores empeñados en que «las cosas son como son».

Para Luque, cuando el arte piensa moralmente por nosotros, destruye nuestra autonomía moral, cuya condición de posibilidad es experimentar el conflicto con toda su ambigüedad. Para demostrarlo, el ensayista catalán analiza la obra de Nick Cave, la Lolita de Nabokov y El mar, el mar de Iris Murdoch como ejemplos sobresalientes de una ambigüedad que no tiene que ver con la falta de compromiso, sino todo lo contrario. Articula esta idea contraponiendo la ambigüedad moral, deseable en la medida en que permite que el lector experimente lo que está en juego desde el punto de vista moral, a la ambigüedad estética, que es sólo un truquito que juega a la ambivalencia para borrar el conflicto.

No se menciona a Nietzsche en el ensayo de Luque, quien quizás arrugue la nariz al ser asociado con un pensador que probablemente no estaba en su horizonte de referencias cuando escribió el libro. Y, desde luego, tendrá razón al arrugar la nariz, pues su posición no es la de abogar por el alma trágica, por aceptar el mundo tal cual, como advierte el título de su ensayo. Luque mantiene una posición idealista, humanista: «Este es un ensayo que sostiene que el artista que camina con el diablo pasándole una mano por el hombro puede ampliar nuestro entendimiento de la vileza, porque como Machado le hace decir a Mairena: “El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas”». Con todo, y a pesar de las diferencias, en Las cosas como son y otras fantasías y El nacimiento de la tragedia se afronta una misma problemática en el campo del arte: la del rechazo al otro, a todo lo que no se entiende, a lo que se demoniza, a lo que nuestra cosmovisión, dolorosamente dual, expulsa. El abordaje de dicho asunto en ambos libros es altamente didáctico, permitiéndonos analizar con rigor los elementos que concurren en este viejo problema. Asimismo, y aunque con fines distintos, apuestan por un arte donde la totalidad, con toda su carga incómoda, oscura e incomprensible esté presente.

La propuesta del premio Anagrama es que el buen arte parte de una premisa ética, la del amor al otro, lo que significa volver a darle cabida en el escenario aunque no aprobemos sus razones, aunque no las entendamos y aunque no queramos verlas en nosotros. “Las tragedias”, dice Luque en su hermosísimo y certero elogio a Iris Murdoch, “no imitan nuestra vida porque buscan representar otras vidas”, y por ello “imitan como nada más lo hace la vida del universo”. 

Las cosas como son y otras fantasías es un estupendo libro para volver a pensar no solo la cuestión del arte, sino también el periodismo, las fake news y el actual debate público por razones que no desvelaré aquí para no destriparlo todo. Sólo añadiré que me parece un premio muy pertinente y muy bien dado, y que su lectura no defrauda en ningún momento.

Tu privacidad es importante para nosotros

Utilizamos cookies propias y de terceros para analizar nuestros servicios con fines analíticos, para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación y para incorporar funcionalidades de redes sociales. Podrás cambiar de opinión y modificar tus opciones de consentimiento en cualquier momento al volver a esta web y accediendo a la página Política de Cookies.

Panel de gestión de cookies

✓ Permitir todas las cookies
✗ Denegar todas las cookies
Estas cookies son necesarias para que el sitio web funcione y no se pueden desactivar en nuestros sistemas. Usualmente están configuradas para responder a acciones hechas por usted para recibir servicios, tales como ajustar sus preferencias de privacidad, iniciar sesión en el sitio, o llenar formularios. Usted puede configurar su navegador para bloquear o alertar la presencia de estas cookies, pero algunas partes del sitio web no funcionarán. Estas cookies no guardan ninguna información personal identificable.

Cookies técnicas

✓ Permitir
✗ Denegar
Las cookies estadísticas nos permiten contar las visitas y fuentes de circulación para poder medir y mejorar el desempeño de nuestro sitio. Nos ayudan a saber qué páginas son las más o menos populares, y ver cuántas personas visitan el sitio.

Google Analytics

Ver sitio oficial
✓ Permitir
✗ Denegar
✓ Permitir
✗ Denegar
Estas cookies pueden ser añadidas a nuestro sitio por nuestros socios de publicidad/medios sociales. No almacenan directamente información personal, sino que se basan en la identificación única de tu navegador y dispositivo de Internet para ofrecerle compartir contenido en los medios sociales o para mostrarte contenido o anuncios relevantes en nuestro sitio web u otras plataformas.
✓ Permitir
✗ Denegar
✓ Permitir
✗ Denegar
Subir al principio de la página