Chapuza
Elvira Navarro
No se han bajado los alquileres a tantos negocios que están facturando muy poco porque el problema es la mascarilla. Aunque no haya nadie a diez metros, ¡póngansela! Si quiere que su negocio funcione, ¡siga los protocolos! Porque además no hay suficientes rastreadores, así que haga usted el favor de llevarla prieta a su nariz, sude a todo meter y asfíxiese por el bien patrio. Y no piense que vamos a hacer algo por que el propietario le baje el alquiler, ni por que haya más médicos (si usted termina enfermando, será por no haberse puesto la mascarilla) ni más profesores, que la prioridad es la economía. Discotecas y ladrillo. Volver a los gloriosos años de España va bien, ¡o al desarrollismo!: dinero a espuertas, sin tonterías ni remilgos. Nada se hace mal si da dinero fácil y rápido. Y si la economía le sonríe, podrá pagarse un seguro privado. Mientras no lo tenga, la responsabilidad será suya por no protegerse ni proteger a los demás tapando las emanaciones de su cuerpo.
Dejaremos que nuestros jóvenes hagan botellones para que no cunda el pánico. A ellos sí les permitiremos reunirse sin mascarilla. Mantendrán así la moral alta. ¡Son nuestro futuro! ¿Acaso les vamos a privar de que aprendan como Dios manda el arte de la parranda, que tanto dinero trae a España?
De la misma manera que durante el confinamiento multábamos cuando nos daba la gana, pues no hay mejor manera de demostrar nuestro poder que siendo arbitrarios, ahora dejaremos de multar también cuando nos dé la gana. Podremos cascarle unos cientos de euros si le descubrimos en mitad de una calle vacía sin la mascarilla al mismo tiempo que seguiremos haciendo la vista gorda cuando nuestra querida juventud esté en plena fiesta, primero por lo que acabamos de decir sobre que somos el poder y hay que demostrarlo con cuantas arbitrariedades nos parezcan oportunas, pero también porque la juerga nocturna y multitudinaria mantiene viva la marca España. Ah, y algo fundamental: con los jóvenes apenas hay que gastar dinero en médicos y respiradores. La mayoría pasa el virus en su casa, sin molestar a nadie ni dar mala imagen, así que en este punto nuestra arbitrariedad no es tanta. ¡Para que luego nos critiquen!
Con las residencias de ancianos la política será la misma: mascarillas, mascarillas y más mascarillas. También restringir y prohibir visitas. Total, la mayoría de los viejos ya no se enteran. A veces hasta confunden al personal con sus hijos. ¡Si es que los pobrecillos ni lo notan! Además, seamos sinceros: los ancianos no les importan a nadie. ¿O acaso han visto ustedes manifestaciones por los viejos de las residencias? Ni una, y miren que han caído como chinches. Pero es que no es nada cool manifestarse por los viejos. Tampoco es una prioridad para Estados Unidos, que marca la tendencia en esto de las causas urgentes y justas con las que hacer carrera.
¿Cómo nos defenderemos cuando nos acusen? Atacando, porque la mejor defensa es un buen ataque. Acusaremos a la oposición de lo mismo de lo que la oposición nos acusará a nosotros cuando ya no estemos en el poder. Lo importante es mantener vivo el teatrillo para tener contentos a los que nos votan. Así sigue girando la rueda, y todos tan contentos.