Durmiendo con el enemigo

Charo Izquierdo

Charo Izquierdo

Durante esta pandemia hemos aprendido —yo al menos— términos que no teníamos en nuestro vocabulario y que ahora repetiremos como repetimos el ‘resistiré’ durante los dos primeros meses...y luego lo olvidamos. Ahora, cuando más o menos todo comienza a volver a su ser de ‘nueva normalidad’, que de eso tiene lo justo, porque a ver si es normal lo de salir con mascarilla hasta a tirar la basura, ahora, digo, que quien más quien menos ha vuelto al redil presencial del trabajo, obligándose a salir de casa, hemos oído el término ‘ergofobia’, que se refiere al miedo al trabajo. La verdad es que lo escuché en una conversación ajena, en un restaurante, a pesar de la distancia de seguridad. “Porque, a ver, ya me dirás tú qué se hace con Fulanito que dice que tiene miedo; a ver, qué se te ocurre porque dice que no va a salir de casa, que el bicho sigue por ahí a sus anchas y que quiere seguir teletrabajando”, casi gritaba alguien a una persona que aún no sé si era su jefe o quién, y que escuchaba atónito sus quejas en torno a la ‘ergofobia’ del susodicho. Yo, que no perdía nada, porque me encanta poner la oreja en la mesa contraria y porque ya he dicho que gritaban, estuve a punto de levantarme con el número de teléfono de una psicóloga amiga escrito en una servilleta para que se lo enviara al propio. Luego llegó mi compañera de mesa, gran amiga, y me espetó, al tiempo que se quitaba la mascarilla, que se había enterado de qué sufría un síndrome. Yo le pedí que esperase a pedir el vino para que su confesión me pasara con más facilidad, pensando que se trataba de algo grave, hasta que me dijo que era el ‘síndrome de la cabaña’, y casi hago del vino sifón. Esta no es que sintiera miedo al trabajo, sino una tremenda pereza a salir de casa.

La distopía ha sido tan llamativa que aquello que parecía imposible se ha convertido en el epítome de la oportunidad. En un principio, quien más quien menos sentía que no podría estar mucho tiempo en el encierro de la cárcel-hogar. Tener un perro se convirtió en la mejor estrategia para salir a la calle; hacer la compra le siguió en el ranking. Pero llegó un momento en que la misma sensación de no voy a poder entrar se convirtió en no voy a ser capaz de salir. Por miedo al contagio. Incluso por costumbre, como si la prisión se hubiera convertido en caja fuerte de la salud. Y de ahí al ‘síndrome de la cabaña’, porque en casa se está mejor que en ningún lugar, aunque pensándolo bien habría que hacer una encuesta seria entre los ‘cuatropaderistas’ —dícese de los que viven literalmente entre cuatro paredes— para entender su realidad.

La investigación me parece necesaria para escuchar a quienes han vivido con pequeños y han tenido que seguir trabajando desde casa, con real peligro para su salud. Mental. O a quienes mantienen relaciones conyugales de aquella manera (o sea quasi falsa). La realidad es que los divorcios aumentarán en los próximos meses a tenor de la subida de consultas sobre los procedimientos. Y lo que está claro, porque hay datos, es el horror que ha significado la convivencia con las personas violentas, con los maltratadores, con quienes ejercen la violencia machista. Desde el principio del estado de alarma, lanzamos voces a las mujeres víctimas para que no se dejaran maltratar por el hecho de estar en confinamiento, para que denunciaran, para que impidieran que esta pandemia acabara con sus vidas o cercenara su autoestima día a día. Desde el inicio les recordamos que no estaban solas y les pedimos que hicieran uso del teléfono de atención a las víctimas. No sé si se han jugado la vida para hacerlo. Es cierto que ha habido menos denuncias, se supone que por tener el control férreo en casa y por la propia dificultad de salir. Pero el dato impresionante es que las llamadas al 016 para pedir ayuda y consejo se elevaron en un 60%. Ojalá haya servido de ayuda.

Este artículo de opinion se publicó primero en el número diez de nuestra revista en papel.

Tu privacidad es importante para nosotros

Utilizamos cookies propias y de terceros para analizar nuestros servicios con fines analíticos, para mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación y para incorporar funcionalidades de redes sociales. Podrás cambiar de opinión y modificar tus opciones de consentimiento en cualquier momento al volver a esta web y accediendo a la página Política de Cookies.

Panel de gestión de cookies

✓ Permitir todas las cookies
✗ Denegar todas las cookies
Estas cookies son necesarias para que el sitio web funcione y no se pueden desactivar en nuestros sistemas. Usualmente están configuradas para responder a acciones hechas por usted para recibir servicios, tales como ajustar sus preferencias de privacidad, iniciar sesión en el sitio, o llenar formularios. Usted puede configurar su navegador para bloquear o alertar la presencia de estas cookies, pero algunas partes del sitio web no funcionarán. Estas cookies no guardan ninguna información personal identificable.

Cookies técnicas

✓ Permitir
✗ Denegar
Las cookies estadísticas nos permiten contar las visitas y fuentes de circulación para poder medir y mejorar el desempeño de nuestro sitio. Nos ayudan a saber qué páginas son las más o menos populares, y ver cuántas personas visitan el sitio.

Google Analytics

Ver sitio oficial
✓ Permitir
✗ Denegar
✓ Permitir
✗ Denegar
Estas cookies pueden ser añadidas a nuestro sitio por nuestros socios de publicidad/medios sociales. No almacenan directamente información personal, sino que se basan en la identificación única de tu navegador y dispositivo de Internet para ofrecerle compartir contenido en los medios sociales o para mostrarte contenido o anuncios relevantes en nuestro sitio web u otras plataformas.
✓ Permitir
✗ Denegar
✓ Permitir
✗ Denegar
Subir al principio de la página