Limitar el precio de la vivienda
Elvira Navarro
El fenómeno no es nuevo, pero ahora se extiende, y por tanto se normaliza. Bajos comerciales convertidos en vivienda, es decir, espacios que no fueron pensados para ser habitados y que no reúnen unas condiciones mínimas, transformados en casas. Me fijé por primera vez hace un año mientras daba un paseo por Fuencarral (hablo del barrio, no de la calle), donde me topé con un antiguo mercado en el que muchos locales comerciales habían mutado a casas diminutas con ventanas por las que asomaba, en pleno mediodía soleado, las luces de las lamparitas, ya que apenas entraba luz. Investigué un poco; según Madrilánea.com, que le dedica este post al asunto, un tipo llamado Chicharro fue comprando los locales de 20 metros cuadrados por 10.000 o 15.000 euros para reformarlos y venderlos por cuatro veces su precio. También se alquilan: más de 600 euros por un cuchitril. La casualidad hizo que diera, creo que en Telemadrid, con un documental sobre el particular. En él se entrevistaba a los moradores de estos bajos; el casero de uno de ellos (¿quizás el tal Chicharro?) se esfumó al descubrirse que el bajo que alquilaba era ilegal.
He seguido viendo cada vez más estas reconversiones, por ejemplo en Canillas, y también en Pueblo Nuevo, donde viví de 2013 a 2016 sin observar nada similar. Eso no quiere decir que no las hubiera, pero sí que no resultaban tan numerosas como para que saltasen a la vista.
No todos estos viejos locales comerciales que ahora lucen puertas casi siempre blancas y ventanas con barrotes son ilegales. Así lo reportaba 20 Minutos en un artículo sobre los requisitos para transformar un local comercial en vivienda, según el cual el Ayuntamiento de Madrid lleva desde 2015 autorizando la transformación de bajos pensados para el comercio en casas. Las únicas condiciones son que se presente un proyecto de cambio de uso, firmado por un arquitecto, donde se cumplan todas las normativas en vigor.
El problema de la vivienda es muy grave, sobre todo en las grandes capitales. La socialdemocracia puso remedio parcialmente, pues si bien se construyeron pisos de protección oficial dignos, la progresiva asunción de un paradigma neoliberal lleva al menos dos décadas destruyendo nuestra percepción de lo que es una vivienda decente, a la que además tenemos derecho. Tal y como relaté aquí, podría escribir una saga entera sobre el horror que se oferta y los cuchitriles que acabamos aceptando por un pastón porque, por comparación, nos parecen aceptables. Me imagino un libro así llamado España, como la novela de Manuel Vilas, donde las miles de personas que vivimos de alquiler en grandes ciudades relatásemos el peor de los pisos que nos han enseñado, o en el que hemos tenido que residir. Ese libro sería una novela de terror.
Parece que la intención del nuevo gobierno es hacer, si le dejan, algo de socialdemocracia. Espero que sea cierto, y que una de las primeras medidas sea regular el precio de la vivienda, tal y como se ha hecho en Berlín, California, Copenhague o París.
Por cierto, y ya termino, es verdaderamente curioso lo que los partidos de la derecha conciben como socialdemocracia: liberalizarlo todo, acabar con los mecanismos que favorecen la igualdad de oportunidades, derivado de lo que han acabado entendiendo (o haciendo entender aviesamente por intereses electoralistas y patrimoniales) por socialdemocracia: ahora la llaman comunismo. Todo ello propiciado y bendecido por un electorado al que le gusta que le acaricien la identidad de clase y el miedo.