Me pregunto si los hombres…
Teresa Viejo
Existe un ejercicio en la resolución de conflictos al que me gusta referirme como el ‘triángulo mágico’ por su alto poder transformador, y porque con esa figura se escenifica la confrontación entre dos posturas que son observadas por un tercero fuera de la discordia: un/a mediador/a cuya misión en esta simulación es la de hacerse preguntas. De este modo el relator cuestiona asuntos en los que no se atreven a entrar los implicados, argumentos o dilemas que borran de su cabeza por pudor o porque los temas ásperos se procrastinan por defecto.
El triángulo nunca arranca siendo equilátero. La traducción geométrica de la crisis suele resultar esperpéntica, con uno de los vértices sobredimensionado sobre el otro. Sin embargo a medida que avanza el proceso la figura se reajusta, los vértices se tornan elásticos hasta transformarse en un triángulo equilátero. Quizá no se resuelva el problema, pero se modulan los agravios.
Para celebrar el #8Marzo quisiera distanciarme de la tensión eterna entre hombres y mujeres convirtiéndome en el vértice observador del triángulo; de este modo empiezo con ellos empleando la fórmula del triángulo mágico: “Me pregunto si…”.
Me pregunto si los hombres meditan alguna vez cómo relacionarse con las mujeres, si se comportan con ellas como lo hacen con los demás hombres. Me pregunto si han aprehendido la trascendencia del 8 de marzo. Me pregunto qué opinan de las mujeres que secundarán la huelga. ¿Se ocuparán ellos de los cuidados de los suyos ese día? ¿Lo harán el resto del año? Me pregunto qué sienten cuando están solos junto a su hijo pequeño, qué le cuentan al oído, qué le explican acerca de lo que significa ser hombre. Me pregunto si en alguna ocasión han reparado en que existen o no diferencias en la relación que establecen entre un hijo y una hija.
Me pregunto si observan a su mujer cuando duerme, en silencio, intrigados ante lo que ella pudiera rumiar dentro de esa cabeza. Me pregunto si se han preguntado alguna vez cómo será un orgasmo femenino o cómo se vive sosteniendo dos tetas que, a veces, pesan mucho, otras duelen, y en ocasiones te roban la vida. Me pregunto si alguna vez les ha intrigado saber qué se siente cuando en lugar de mirarte a los ojos las miran a ellas. Me pregunto si alguien ha distraído una mano por su entrepierna, o les han buscado el trasero susurrando que no se resistan, que en el fondo lo están deseando.
Me pregunto si suelen escuchar que son demasiado jóvenes para un puesto de responsabilidad, o demasiado viejos para el mismo. Me pregunto si ese hombre sabe que ella cobra menos que él y si no le avergüenza aprovecharse de esa situación.
Me pregunto si en alguna ocasión ha curioseado el teléfono de una mujer ignorándolo ella y si se sentía en el derecho de hacerlo. ¿Cómo habría reaccionado él en la situación inversa? Me pregunto si le ha bañado su padre siendo niño o le ha llevado al colegio, y si habrá dado las gracias a su madre por tantos sacrificios. ¿Contaba confidencias a su padre en aquella época? Me pregunto si lee novelas y se emociona con ellas. Me pregunto si le interesa conocer por qué cambian los seres humanos y por qué se duele él de cosas que no comprende. ¿Cuándo ha sido la última vez que ha llorado? Me pregunto por la última obra de teatro que ha disfrutado y si ha acudido solo. Me pregunto si entiende que ser flexible es algo más que estirar en el gimnasio. Me pregunto si abraza a otros hombres y qué siente cuando lo hace. Me pregunto si abraza a una mujer sin pensar que podría acostarse con ella. Me pregunto si irá a la huelga el próximo viernes.
La verdad es que he terminado tan extenuada de observarles que solo me quedan ganas de abrazar a las mujeres. Feliz 8 de marzo.