Del amor al odio (o viceversa)

Laura Furones
¿Hasta qué punto tiene el amor la capacidad de transformarnos? Antes de poner los ojos en blanco por la obviedad de la pregunta, tómense un instante para planteársela de verdad. Piensen en esas personas que han pasado por sus vidas para cambiarlas más allá de lo que jamás hubieran imaginado. Si hubieran sabido que iban a tener un impacto tan grande, y sin conocer de antemano si ese impacto iba a ser positivo o negativo, ¿se habrían atrevido a jugársela?
La princesa Turandot, protagonista de la última ópera de Giacomo Puccini, odia para no amar. Se ha construido una coraza glacial, sádica y de lo más efectiva. Para aspirar a su mano, sus numerosos pretendientes deben resolver tres enigmas que ella les plantea. Errarlos tiene consecuencias de lo más disuasivas: los candidatos deberán pagar con sus vidas. Varios cadáveres después, entra en escena el príncipe Calaf –viva encarnación del amor incondicional y valiente– y queda irremediablemente prendado de Turandot. Solo él será capaz de dar respuesta a los acertijos de la princesa, y con ello se ganará su mano. Pero, además, despertará su humanidad, y con ello se ganará su corazón.
Puccini era un compositor con un descomunal instinto teatral, y estaba dotado de un olfato infalible para desatar emociones a través de su música (si sus óperas les dejan indiferentes, háganselo ver). En Turandot contaba con la combinación perfecta de trama fascinante y personajes impulsivos que tan bien manejaba. Y, sin embargo, tuvo verdaderas dificultades para dar vida a su obra. Exigió incontables cambios a sus libretistas, entró en crisis con más de media ópera ya compuesta y dejó inconcluso –el cáncer no perdona– precisamente el dúo con el que Turandot y Calaf se entregan al amor. Lo único que quedó de este momento decisivo fue un puñado de páginas con esbozos de ideas musicales, que acabaron siendo completadas por manos ajenas. En otras palabras, ni siquiera Puccini, genio de los sentimientos, fue capaz de comprender la transición entre el odio y el amor que experimenta Turandot. Lejos de ser un reflejo de su incapacidad expresiva, lo que esto denota es que el paso de uno al otro está hecho de una sustancia tan real como inasequible. Nadie escapa a la experiencia de amar primero para odiar después (o a la inversa). Pero, a pesar de todo lo que la neurociencia, la psicología o el sentido común nos han enseñado, seguimos siendo incapaces de comprender, y mucho menos controlar, el hecho de que nos suceda. En una auténtica lección de humildad emocional, no nos queda otra que admitir que sí, las emociones nos dominan, y nos vemos abocados a sufrir (o gozar) las consecuencias.
Laura Furones es directora de Publicaciones, Actividades Culturales y Formación del Teatro Real.
‘Turandot’ se representa en el Teatro Real desde el 30 de noviembre hasta el 30 de diciembre.