Violencia, sustantivo femenino
Laura Furones
Sobre el término violencia, el diccionario de la Real Academia de la Lengua propone diversas acepciones. Una de ellas es la “acción violenta o contra el natural modo de proceder.” Es curiosa (¿esperanzadora?, ¿ilusoria?) la referencia a algo antinatural, cuando todo parece indicar que, como instinto, la violencia es común a todas las personas sin excepción. Otra cosa es que, por suerte, tengamos la capacidad de aprender a mantenerla a raya y no ir recurriendo a ella cada vez que se nos despierta. Pero la violencia, como los virus más efectivos, tiene la capacidad de contagiar hasta a los más pacíficos. Y no digamos ya en un escenario de conflicto armado, activo o latente, en el que la estabilidad emocional suele ser lo primero que se dinamita: destruir al otro evita que lo destruyan a uno, pero hacerlo conlleva graves efectos colaterales.
Violencia extrema es a lo que se enfrentarán quienes tengan coraje –y estómago– suficiente para asomarse a ver Die Soldaten, una de las cimas incontestables del repertorio operístico del siglo XX, espejo de los horrores de la II Guerra Mundial en la que Bernd Alois Zimmermann, su compositor, participó muy a su pesar. En la ópera, dicha violencia se plasma en el proceso de destrucción implacable de una mujer, Marie, a manos de un maremágnum de testosterona y vejaciones orquestadas por un grupo de soldados presos de un ambiente devastado. Al principio de la ópera encontramos a una Marie haciendo lo que se espera de ella: escribiendo a su novio formal, del que se ha tenido que distanciar al mudarse con su padre a otra ciudad. Pero pronto se verá arrastrada hacia una espiral descendiente que la llevará a la denigración más absoluta, desde su violación hasta su conversión en prostituta de soldados. Su hecatombe será tal que ni siquiera su padre la reconocerá cuando, reducida ya a pordiosera, se le acerque para darle una limosna.
El diccionario también incluye como definición de violencia la “acción de violar a una persona”. Que una violación es, por su propia naturaleza, violenta, debería ser una perogrullada en 2018. Y, sin embargo, seguimos asistiendo con estupor a cuestionamientos de toda clase. Ahora mismo hay uno tan atroz que no hace falta mencionarlo para que nos venga a la cabeza, y recordemos que hay muchos otros, todos los días, en todos los rincones del mundo. “Quiero esperar y ver lo que hace con ella”, ríe burlonamente el antiguo enamorado de Marie. La ha dejado en manos de su fusilero, encerrada en un cuarto. “Le he dado a entender en secreto que no me resultaría repugnante”. Se pueden imaginar lo que sigue.
Si buscan una velada fresca y distendida, harán muy bien en no venir a ver Die Soldaten. Pero no nos engañemos: el espanto que nos muestra, y que seguimos viviendo hoy, nos concierne a todos, por muy cómodo que resulte mirar hacia otro lado. La violación de Marie es, como todas las demás, una violación contra la humanidad. No, no es esta una obra placentera. Si vienen, pasarán un rato profundamente perturbador. Eso sí, tal vez ganen en empatía, indignación y ganas de contribuir a que, de una vez por todas, las cosas empiecen a cambiar de verdad. Ya va siendo hora.
Laura Furones es directora de Publicaciones, Actividades Culturales y Formación del Teatro Real.
Die Soldaten se representará en el Real desde el 16 de mayo hasta el 3 de junio.