¿Ojo por ojo?
Laura Furones
Tal vez solo exista una cosa tan difícil como pedir perdón: aceptarlo. Si la ofensa es del calibre de la cometida por Joseph de Rocher, que siega a sangre fría la vida a dos jóvenes enamorados, parece que su condena a pena de muerte constituya casi una inevitable consecuencia. Estamos ante un monstruo que, además, no se arrepiente de lo que ha hecho. Un esperpento insoportable del que conviene deshacerse lo antes posible. Ojo por ojo, vida por vida.
Pero no tan rápido, porque a la celda del condenado llega la hermana Helen Prejean, su improbable asesora espiritual, resuelta a entender para perdonar, a anteponer la dignidad humana a cualquier otra consideración.
A partir de aquí arranca el camino hacia la redención que es Dead Man Walking, una ópera abrumadora que transforma a sus protagonistas y a quienes los observamos; una obra valiente que inspira preguntas incómodas, alejándonos del juicio para acercarnos a la empatía y al perdón.
Curiosa palabra, perdón. Contradictoria, casi. Parece que al perdón se aspire, pero también que el perdón humille, debilite. Pedir perdón implica necesariamente admitir que hemos errado. Aceptarlo, que nos han herido. Y pocos queremos exponer de forma tan descarnada nuestra vulnerabilidad. Quizás ahí resida la fuerza de la hermana Helen: es ella quien, tomándonos de la mano, nos invita a descubrir al hombre detrás del asesino; ella, que podría ser cualquiera de nosotros y que, precisamente por ello, nos remueve la conciencia y nos lleva a hacernos reflexiones perturbadoras y necesarias. Según avanza la historia, va derrumbándose lo que parecía una nítida barrera entre el bien y el mal, entre quién merece vivir y quién no. Desfilan por delante de nuestros ojos, desorientados, los familiares de los jóvenes asesinados, la madre del asesino, los guardianes de la prisión. Y llegamos a las grandes preguntas que subyacen en esta obra: ¿tiene límites el perdón? ¿Se puede matizar en un ahora sí, ahora no? ¿Es posible, o incluso necesario, perdonar siempre?
Tal vez la razón más importante (y desde luego la más egoísta) por la que haya que plantearse estas preguntas es que rechazar el perdón encarcela a quien lo hace. La hermana Helen lo plantea desde su perspectiva religiosa, pero su discurso tiene la misma validez desde un punto de vista meramente humano: aceptar el perdón es la única manera de sanar la herida íntima que desangra al ofendido.
Laura Furones es directora de Publicaciones, Actividades Culturales y Formación del Teatro Real.
Dead Man Walking se representará en el Real desde el 26 de enero hasta el 9 de febrero.