El mundo es un pañuelo

David Torrejón

David Torrejón

“Treintañera en sazón  a babor, acompañada de viejales calvorota con un pito como un conguito”. Eso fue lo primero que pensó Emerenciano Mochales, Eme para los amigos, cuando vio acercarse a la pareja por la playa, iluminada a contraluz  por un sol agosteño que empezaba a dejarse caer. En realidad era a estribor, prueba de que Eme iba a tardar bastante en aprobar el examen de patrón de embarcación deportiva. Eme estaba de pié junto a su mujer que leía sentaba en la arena.

“Taponcete cuarentón de buen ver a la derecha y mirando, acompañado de vacaburra en lactancia,”. Ese pensamiento sin palabras se generó en una fracción de segundo en las sinapsis cerebrales de Dorinda Mellado, Dori, directora de marketing de congelados La Raspa al contemplar a Eme y señora.

Conforme se producía la aproximación, la secuencia de pensamientos fue la siguiente:

Eme: A ver si se acerca un poco y veo cómo las tiene.

Dori: Sigue al acecho. Pelín fondón. Lástima que no se le vea el trasero.

Eme: Muy bien puestas, sí señor. ¿El calvo será su padre?

Dori: El tío cara no deja de mirarme las tetas. El caso es que ese tupé rizado me resulta vagamente familiar.

Eme (levantando la mirada 14 grados norte): Es un poco más talludita de lo que parecía. No importa, tiene más mérito. Espera, espera, se parece a alguien... se parece a ...

Dori: Tiene un aire tremendo a Eme el director de Mochales & Partners. Pero no puede ser...

Eme: Dios Mío, es Dori, es Dori. Viene hacia acá y estoy totalmente en pelotas.

Dori: Es él. Demasiado tarde para dar marcha atrás. Me está mirando a los ojos y nos quedan diez metros. Me ha visto. Es igual. Lo mejor es mirar hacia otro lado.

Eme: Está mirando a otro lado ¡Gracias Dios mío!

 

En ese momento entró en acción Vanesa Libertad Mochales, de 8 años, hasta entonces jugando con las olas.

 

.- ¡Dori! Hola, soy Vanesa Libertad. ¿Te acuerdas de mí? Estuviste en nuestra fiesta y jugamos a Zenda.

 

La niña estaba delante y cerraba el paso a la pareja. La tragedia se consumaba irremediablemente. Dori se agachó a saludar a la niña y preguntó:

.- ¿Y dónde están tus papás?

.- Aquí al lado ¡Mamá!¡Papá!¡Son Dori y un señor!

Frente a frente y en pelotas, agencia y anunciante, anunciante y agencia.

Fue un beso a larga distancia, con los troncos inclinados exageradamente, no fuera a haber contactos de piel inesperados. Rosario Tulipas, señora de Mochales, se levantó de mala gana sabiendo que su figura posmaternal no tenía nada que hacer frente a la de “aquella vieja lagarta arrugada clienta de su marido”.

.- Pues no os había visto -mintió Dori-. Como no llevo las lentillas.

.- El caso es que como estabais a contraluz yo tampoco –balbuceó Eme.

.- Este es Orestes, mi marido.

Orestes Ciruelo, sexagenario catedrático de universidad, se había casado en segundas nupcias con Dori. Después de ese golpe de suerte a él ya todo le daba igual. Hubo nuevas salutaciones y un eterno lapso de cinco segundos en espera de que alguien lanzase el primer lugar común. Este no llegaba, habida cuenta del bloqueo mental producido por la situación. A Eme sólo se le venía a la cabeza lo de “el mundo es un pañuelo” pero no le parecía muy brillante. Por fin encontró la frase genial: “Siempre he dicho que anunciante y agencia no deben tener secretos”. Pero no pudo soltarla porque sonó un móvil. Eme aprovechó para salir disparado a cogerlo de la bolsa. “Retaguardia descolgándose”, certificó Dori.

.- Suerte que estás aquí –anunció Eme al volver, esta vez forzadamente despacio para limitar la posibilidad de ostentosos balanceos -. Es Borja. Le acaban de llamar de la agencia de medios. Tenemos un problema gordo con Tele Uno.

.- ¿Qué pasa? –inquirió Dori preocupada.

.- Que dicen que no saben que pinta un marinero y un ama de casa desnudos en un anuncio de congelados, que los marineros llevan cuello cisne y gorro de punto y que no quieren problemas con Autocontrol. Pero no te preocupes, Borja está aquí al lado veraneando y ya viene con alguna solución.

Y así fue como se montó aquella famosa reunión “a calzón quitado”, como dijo después Eme, en la Playa de los Genoveses, Almería. Mientras tanto,  Orestes y Rosario hablaron de sus cosas mirándose mucho a los ojos.

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