"Si quieres algo, por difícil que sea, debes ponerte a ello"
Marta Insausti, empresaria y aventurera

El pasado 19 de octubre, Día Internacional contra el Cáncer de Mama, Marta Insausti, más conocida en redes sociales como La Motera, llegó a Nueva York, donde finalizó la vuelta al mundo que ha dado en moto recaudando fondos para la Fundación CRIS Contra el Cáncer y la Fundación Vicente Ferrer. Poco después, y ya de vuelta en España, recogía el Premio MAS Talento a Bordo.
En septiembre de 2019, Marta Insausti, empresaria (fue socia y CEO de la desaparecida Escuela Superior de Publicidad), aficionada a las motos, superviviente de cáncer de mama y madre de dos hijos, emprendió la aventura de su vida: dar la vuelta al mundo a lomos de una Royal Enfield. En MAS fuimos siguiendo las distintas etapas de su viaje: los primeros días atravesando Europa, sus peripecias en Turquía, Irán o Pakistán, la llegada a la India y su estancia en la Fundación Vicente Ferrer, su paso por Myanmar y sus saltos a Nueva Zelanda y, posteriormente, América. Marta llevaba seis meses de viaje y estaba en Chile, desde donde planeaba cruzar el continente de norte a sur, cuando la pandemia obligó a cerrar las fronteras y ella se vio forzada a regresar a casa.
Pero Marta Insausti nunca perdió la esperanza de poder hacer algún día la etapa americana de su vuelta al mundo, y el pasado mes de marzo regresó a Chile, donde había quedado su Chiquitina (la moto que la ha acompañado durante toda la aventura) para acabar el viaje. Después de atravesar el país andino, La Motera cruzó Perú hasta Colombia y cogió un avión para salvar el famoso tapón del Darien, la selva que separa Colombia de Panamá (el único corte en la mítica Panamericana, la carretera que recorre el continente). Tras Panamá visitó Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala y México, desde donde cruzó la frontera con Estados Unidos, el último país de su vuelta al mundo. En Louisiana, Insausti se vio obligada a despedirse de La Chiquitina, que después de muchas reparaciones ya no aguantó más, pero consiguió otra moto para llegar hasta hasta Nueva York, su meta final. Pese a la experiencia previa y a que, en teoría, ya había pasado por los puntos más conflictivos del recorrido, esta segunda etapa del viaje, asegura, ha sido más dura para ella. “Siempre me preguntaré cómo habría sido América si no hubiera parado. Cuando empecé en 2019, venía de vivir con un nivel de estrés muy alto, con mucha actividad, y el viaje fue como continuar en esa hiperactividad. Después estuve prácticamente dos años de pandemia encerrada en casa y me costó mucho física y emocionalmente volver a coger ritmo. Estaba en baja forma, me había desacostumbrado a ese ritmo de vida, al estrés, en definitiva. Luego hubo otro factor determinante, la mascarilla, que ha hecho que me resultara mucho más difícil relacionarme con la gente, incluso estando en lugares donde se hablaba mi idioma. Y, por último, la subida de precios ha provocado muchos conflictos sociales en estos países. Realmente, el mundo después de la pandemia es otro”.
Si en la primera parte de su vuelta al mundo, La Motera hizo hincapié en la recaudación de fondos para la Fundación Vicente Ferrer, en esta ocasión ha puesto el foco en CRIS contra el Cáncer. “El haber vinculado mi viaje a esas dos fundaciones ha sido muy importante para mí. Primero, porque las dos han estado ahí, animándome en todo momento, y eso me ha ayudado en algunos momentos difíciles en los que me entraban ganas de tirar la toalla. A veces somos capaces de conseguir para otros lo que no hacemos para nosotros. Además, la sensación de estar aportando un granito de arena, aunque sea pequeño, para mejorar la vida de otras personas también me ha ayudado a darle un sentido más amplio a mi viaje”.
Ya de vuelta en España, La Motera reflexiona sobre lo que ha supuesto para ella la experiencia a nivel personal: “El viaje me ha enseñado que si quieres algo, por difícil que sea, debes ponerte a ello, aunque parezca imposible. También a escuchar a mi instinto y a mi intuición más que a la razón. Me he visto en muchas situaciones en las que no sabía qué hacer, he seguido mi intuición y me ha funcionado siempre. Otra cosa que he aprendido es que siempre hay alguien dispuesto a echarte una mano, solo hay que saber pedir ayuda. El viaje me ha enseñado a ser más tolerante y a empatizar más, porque he visto lo difícil que es el mundo en el que vivimos. A lo que aspiro ahora es a tener una vida más simple y tranquila. Durante el viaje he tenido nervios y he pasado momentos difíciles, pero también me he sentido muy en paz, y todavía sigo así”.