FOMO digital o cómo LinkedIn me está arruinando el karma

Virginia Mosquera
Abres LinkedIn un lunes y todo el mundo parece estar ganando algo.
Un premio, un cargo, un proyecto, una nominación.
Una foto sonriente con fondo glitter, emojis de IA y un escenario iluminado con siglas doradas.
Y tú, ahí, con el dedo suspendido sobre el ‘me gusta’, dudando si aplaudir o cerrar la fucking app.
Leandro Raposo escribió una vez que el verdadero talento no grita, susurra.
Que el éxito es una forma de fe: la fe en seguir haciendo, aunque no te miren.
Pero sospecho que, cuando lo escribió, no había que competir con el dios algoritmo.
En los últimos años, la atención se ha convertido en la nueva moneda.
Y no hablamos solo de marketing o comunicación: hablamos de supervivencia simbólica.
Si no publicas, no existes.
Si no estás nominado, no perteneces.
Si no cuentas lo que haces, parece que no lo haces.
La paradoja, por archirrepetida, no deja de ser cruel:
vivimos hiperconectados y desconectados de lo que importa.
La cultura se ha confundido con contenido,
y el contenido, con ruido de fondo.
Hemos bajado al barro digital, para scrollear toneladas de contenido basura y adictivo,
a menudo generado por IA, que engulle nuestro pensamiento a bocados y nos deja insomnes con la imagen de un tanga con vello púbico rojo coral.

Lo sabemos.
Y, sin embargo, seguimos mirando.
Y publicando.
Vendiendo el alma.
Cada publicación exitosa (siempre maquillada) es también una puñalada
que activa la herida más humana de los otros: la del no ser suficiente.
El FOMO no va de miedo a perderse algo; va de miedo a perder valor.
No es tanto envidia como autoexamen, esa voz interna que susurra:
“¿Y tú? A todo esto… ¿dónde estás tú?”. Impostora.
Aquí estás a punto de darle al like.
Y te lo piensas.
Piensas. Si no molaría por hoy, en lugar de salir a la palestra, salir a la intemperie.
Salir de este refugio digital donde ya no corre el viento.
Donde no hay aventura, ni error, ni ternura, ni fracaso visible.
Donde todo está editado, filtrado, protegido del riesgo.
¿No molaría salir del armario, —porque el alma, como los músculos,
necesita exponerse al frío para mantenerse viva— y contar la verdad?
¿Contar que nos sentimos pequeños, antiguos, desafinados, solos, incomprendidos, impostores, incompetentes, mayores e inexpertos en mitad de tanto éxito?
Me vais a perdonar. Ya el lunes que viene abriré LinkedIn otra vez.
Prometo mirar con cariño los éxitos ajenos, prometo no creerme lo que publico sobre mí misma, pero HOY me gustaría salir a la calle, a brindar conmigo misma por no haber publicado nada, por no haberle dado al mundo ningún like.

Virginia Mosquera García es CCO Wooman*
