Sobre por qué no tengo el síndrome del impostor (y tú tampoco deberías)

Mariana Hernández
Soy Mariana, soy una mujer en tecnología y no tengo el síndrome del impostor. Y ojalá que tú tampoco. Y si lo tienes, aunque sea en parte, esto quizás te pueda servir.
A pesar de los estereotipos, los techos de cristal y retos varios que todas vivimos, me he propuesto construir una identidad profesional sólida y dinámica, que se adapta y se transforma continuamente. Y es que, seamos sinceras, ¿quién no ha sentido alguna vez ese gusanillo de la duda, esa sensación de ser un fraude a punto de ser desenmascarado? La buena noticia es que hay habilidades concretas que podemos identificar y cultivar.
- Autoconocimiento. He dedicado mucho tiempo a conocerme, entender mis creencias limitantes, herencias educativas y familiares, áreas ’oscuras’ y a construir una actitud basada en el reconocimiento de cuándo me estoy dejando llevar por un miedo o una creencia irracional. Conocerme mejor me ha permitido dos temas clave. Uno, poner mis fortalezas al servicio de mi crecimiento en vez de presionarme para disimular o cambiar forzosamente mis áreas de oportunidad. Dos, tener un centro de calma y estabilidad que me ayuda a afrontar momentos difíciles, fallos y retos complejos desde un ángulo sereno y activo.
- Aceptar emocionalmente los fallos o fracasos. Como son inevitables, hace años decidí practicar una aceptación profunda y genuina. Sí, he fallado, no soy perfecta y las causas de un fracaso son múltiples, no soy solo yo. Con este mindset, resulta más fácil darle la vuelta a la situación.
- Mindset de solución. He fallado muchas veces, muchas; bien sea porque no vi una cuestión clave, porque tomé una decisión que luego no funcionó o porque me he dejado arrastrar por mis emociones. En esos momentos, rescato ese mindset de buscar soluciones proactivamente y seguir adelante.
- Better done than perfect. No me aferro a la perfección, no estoy hasta última hora revisando cada detalle de un documento ni ensayo diez veces una presentación. Creo que con una preparación rigurosa y confianza y seguridad, estaré preparada para casi cualquier situación. Como creo eso, es lo que suele pasar el 95% de las veces.
- Sin miedo al ridículo. Es verdad que es un rasgo de mi personalidad más que un aprendizaje, pero no me da vergüenza improvisar, hablar de algo de lo que no sé mucho, preguntar lo que no sé, alzar la mano en una presentación o intentar algo nuevo.
- Empatía. Todos somos humanos y nadie es perfecto. No exijo perfección a nadie porque es algo que no puedo ofrecer. Cuando soy comprensiva ante la duda o la equivocación del otro, estoy abriendo un espacio de confianza recíproca.
- Me quiero. Sí, soy mi fan. Intento descubrir, ver, apreciar, desarrollar, agradecer y compartir mis fortalezas y habilidades y confiar en ellas.
- Adaptabilidad. Sí, he tenido momentos difíciles con managers, partners, equipos y colegas. Los he pasado y sufrido, aprendo, paso página y vuelvo a mi línea base con un nuevo aprendizaje. No me quedo enganchada ni rumiando lo que pasó, por qué pasó, qué hubiera pasado si... Mi intención es estar en el momento presente.
- Créeme. Todo esto se puede aprender. Siento frustración cuando veo a mujeres brillantes ponerse en duda, minimizarse y no quererse lo suficiente. Intento ayudarlas a cambiar el chip si está a mi alcance. Obsérvalo, date cuenta y dale la vuelta.
Mariana Hernández es ‘senior advisor member' y experta en negocio digital