La chica promedio, los cuidados y la tena lady
Virginia Mosquera
Érase una “chica promedio” que fue al cole, acabó su carrera, su máster en UCLA, hizo sus prácticas, consiguió su primer trabajo, su segundo, su tercero, su cuarto… fue ascendiendo por la cuerda floja nudo a nudo con sus Doc Martens, su pelo (despeinado/peinado) y su sonrisa Profiden, creyéndose eso de que era igual que un hombre. Eran los 90 ¡qué suene Smells like teen spirit! Un día la promocionaron, al otro le subieron el sueldo (no mucho, eh) y siguió haciendo lo que tenía que hacer, el doble de curro para ascender la mitad que sus colegas varones, pero ya contaba con ello: son “sus” reglas, es “su” cuerda ¿hay alguna mejor? ¿No? Pues ¡juguemos! que diga, ¡aguantemos! Entonces llegó la “maternidad promedio” (se escucha un gua gua gua guaaaaa) y luego la segunda “maternidad promedio” (otro gua gua gua guaaaa) y así, poco a poco, se fue acostumbrando a mantenerse agarrada a esa cuerda cada vez más floja, con las manos desolladas de sostener dos criaturas (preciosas) pero que pesaban como dos armarios. Se comenta que curraba a menudo en plan “sujétame los críos que tengo que enviar un mail”. Pero nadie se los sujetó. Con la mano que le quedaba libre siguió escribiendo guiones, descubriendo que se puede cenar tortilla de lexatín un día sí y otro también. Esa “chica promedio” ya ronda los cincuenta. Sigue agarrada a la cuerda a lo Indiana Jones, pero con menopausia. Intentado demostrar que se puede cuidar a los mayores, los pequeños y los del medio sin soltarte de eso que llaman carrera profesional. No es de recibo victimizarse, por eso no grita que tiene sofocos, ansiedad y migrañas, y se maravilla de lo fácil que les resulta a sus compis varones ascender por la misma cuerda. A esa “chica promedio”, que si no es tu prima, eres tú, que si aún no lo eres, lo serás, le dicen que hace el trabajo más bonito del mundo, por eso le llevan flores el primer domingo de mayo, ¡qué menos! Ella preferiría un ramillete de leyes, un abanico de picachu o mejor, un aumento. Desde su cuerda floja observa hoy el último dato publicado por la Asociación Yo no Renuncio de Malasmadres: el 44% de los hombres (podéis consultar el estudio) piensa que ya hemos alcanzado la paridad en cuestiones de igualdad, género y corresponsabilidad. ¡Ojo! que el 38% de las mujeres piensa lo mismo: “Vaya, querida… —le ha dicho su “jefa promedio”—¿que tú no lo conseguiste?, qué pena yo sí pude, luché el doble subiendo por esa cuerda, y soy peor que todos ellos juntos, tuve que serlo para poder llegar, claro, y aquí estoy—. La “chica promedio” ha escuchado el dato, se ha echado el cubata por el pelo, y le ha dicho a un “compañero promedio”: “Sujétame los niños que voy a quemar contenedores” ¡que suenen los Rage Against The Machine! Y el moderno de él, ha contestado que no viste nada ir de víctima, que se haga jefa y se pille una interna. Unas cuantas madres se le han tirado a la yugular, la jefa ha saltado a defenderle y la polémica se ha desatado en miles de “centros de trabajo promedio”, ¡pero si ya hay paridad! ¡de qué os quejáis!, gritan los “jefes promedio”. Las menopaúsicas han abierto las ventanas, las becarias se han ido a vapear, para lo que nos pagan… ¡Ups! Perdón querid@s lector@s, llegados a este punto he de cortar aquí la narración, me acaban de informar que mientras los compañer@s discutían, la “chica promedio” ¡vaya! se ha soltado de la cuerda. Debe haber caído al vacío. Una pena. Ya solo queda la cuerda. Bueno, ya vendrán más “chicas promedio”, ¡que suene el Réquiem de Mozart!, o peor, Zorra.
Virginia Mosquera es directora creativa, escritora, cineasta, feminista, amiga de sus amigas y madre. A veces en la ventana toca el ukelele.