Caer en Gracia

Alicia de Mendizábal
El bolso y el abrigo tirados con fuerza y sin pudor sobre la mesa. El filete poco hecho del restaurante classy que finalmente acabó en la basura. El encargo imposible de la nueva entrega de Harry Potter para sus hijas. Que le cambiase el vuelo de vuelta a Nueva York en plena tempestad. Son muchas las escenas memorables de El Diablo viste de Prada en la que el carácter, la personalidad, la figura, el mito, la leyenda, de la directora del Vogue estadounidense (en la película Runway), la famosa Anna Wintour (en la película Miranda Priestly) se ve reforzada.
Hay una sobre todas ellas, que siempre me apasionó porque seguíamos en la senda de la jefa que es respetada a la par que temida pero con la respuesta de Miranda (Meryl Streep) a su asistente Andrea (Anne Hathaway) nos decía algo más….
“¿Esas cosas? Oh, entiendo, tú crees que esto no tiene nada que ver contigo, tú vas a tu armario y seleccionas no sé, ese jersey azul deforme porque intentas decirle al mundo que te tomas demasiado en serio como para preocuparte por lo que te pondrás. Pero lo que no sabes es que ese jersey no es sólo azul, no es turquesa, ni es marino, en realidad es cerúleo. Tampoco eres consciente del hecho de que en 2002, Oscar de la Renta, presentó una colección de vestidos cerúleos, y luego creo que fue, Yves Saint Laurent el que presentó chaquetas militares cerúleas (necesitamos una chaqueta) y después el cerúleo apareció en las colecciones de ocho diseñadores distintos, luego se filtró a los grandes almacenes, y después fue a parar hasta a una deprimente tienda a precios asequibles, donde tú, sin duda, lo rescataste de alguna cesta de ofertas. No obstante, ese color representa millones de dólares, y muchos puestos de trabajo, y resulta cómico, que creas que elegiste algo que te exime de la industria de la moda, cuando, de hecho, llevas un jersey que ha sido seleccionado para ti, por personas como nosotros, entre un montón de cosas”.
Con su discurso, Miranda le metía un buen corte a su secretaria pero también defendía que dedicarse a la moda no es solo superficialidad, diversión, estética, una industria elitista o consumismo extremo, sino que es algo muy serio, poderoso y que estaba y está presente en todas partes. Y con ello, también evidenciaba su voluntad y afán constante de superación por seguir fascinando a través de una publicación: emocionando y atrayendo con interesantes artículos y atractivas fotografías y que con ese fin último, ella misma –la inquebrantable y altiva Anna Wintour– estaba por la labor de dudar e incluso estaba dispuesta a dar su brazo a torcer. Todo porque The show must go on.
En esas cuando Anna Wintour fue llamada para liderar en el 88 el Vogue USA, estaban André Leon Talley, Hamish Bowles, Tane Goodman, Carlyne Cerf de Duzeele...
“No tenía ningún plan, pero sabía que tenía que contar con colaboradores muy brillantes, muy creativos conmigo”, cuenta Wintour en el recién estrenado documental de Disney + In Vogue: los 90. “Pero creo que rodearse de gente que opina igual que tú, acaba en desastre”. “Necesitamos a gente que te rete en tu forma de pensar y hacer las cosas”, añadía.
Y entonces llegó ella.
Ya habían trabajado juntas en el Vogue británico a mediados de los 80 (a Grace, Wintour le había parecido complicada). “Grace se fue de Vogue porque no le gustaba que lo estuviese americanizando, así que se fue a Calvin Klein”, se contaba, pero siguieron en contacto. Tanto así que la primera llamada que Anna Wintour tuvo en su despacho en las oficinas de Conde Nast de Nueva York fue a Grace Coddington.
“Empiezo oficialmente el lunes. ¿Quieres empezar tú también?”.

En Grace, Memorias, cuenta sus comienzos como modelo, luego su longeva trayectoria como editora de moda, trabajando con los mejores fotógrafos del siglo XX (Annie Leibovitz, Bruce Weber, Mario Testino, Peter Lindbergh), su mirada única (incluso su apuesta por el grunge en contra de ELLA), sus estilismos, creatividad y actitud que luego se hicieron famosos en The September Issue.
“Lo gracioso es que yo no tenía la menor idea de lo muy cascarrabias y protestona que soy hasta que no me vi en The September Issue. Ahora ya no me sorprende eso que Anna decía antes: que yo era la única persona del sector que a veces logra torcerle la voluntad. Eso ya lo dijeron las monjas del colegio en el informe escolar que me hicieron a los catorce años: ‘Grace tiene una forma muy encantadora de salirse siempre con la suya’”.
Grace Coddington cayó en gracia de Anna Wintour, la artífice de internacionalizar Vogue, de la gala del MET, del ‘seventh on sale’ (el origen del Vogue Fashion Night Out), entre otros muchos logros, y Grace supo aprovecharlo. A nivel profesional convirtiéndose en todo un referente, pero también a nivel personal…
“Cuando me contaron que una ex-asistente de Anna había escrito ese libro, pensé: ‘Qué deslealtad más grosera’ y ‘Qué horror que alguien haga esto’ porque básicamente, se trataba de sacar dinero riéndose del personaje de Anna.
Yo no me acuerdo de la chica en absoluto: las asistentes de Anna, que están sentadas en un despacho enfrente de ella, cambian bastante a menudo, y no se mezclan demasiado. Básicamente, son una voz que dice: ‘¿Puedes acercarte a ver a Anna?’ o ‘Reunión de planificación’, así que realmente no se tienen muchas conversaciones con ellas. Sin embargo, cuando se hizo la película, Anna tuvo como siempre la última palabra. Se presentó en el estreno con su hija Bee, ambas vestidas de Prada de pies a cabeza, por supuesto”.

Alicia de Mendizábal pasa los viernes en una librería, escribe sobre Humanidades y Negocios en Linkedin, le gusta meterse en la cama después de desayunar y el primer sorbo de cerveza helada. Siempre lleva un libro encima. En su tiempo libre, trabaja en foodtech.