Y la mujer acortó su tacón

La elección de una altura de tacón u otra ha tenido implicaciones sociales y económicas a lo largo de la historia

Zapatos de Michelle Obama. Foto: Jeff J Mitchell/Getty Images

Isabel, 50 años y vinculada al mundo de la moda, se bajó de sus tacones hace ya un tiempo. No soportaba más la contradicción de esa ecuación que dice que belleza es igual a altura. Dejó sus tacones de aguja porque su cuerpo dijo basta. El sufrimiento de sus pies se extendía a la pierna y de ahí a la espalda. No aguantaba un minuto más vivir en esa jaula de cristal a más de 10 centímetros del suelo. Y bajó el tacón, lo acortó, a veces casi imperceptible, y su salud mejoró.

La decisión de Isabel confirma una tendencia que se da en la actualidad. Según la compañía de investigación de mercados Mintel, el 59 por ciento de las mujeres que compran calzado prefiere la suela plana, frente a las que no quieren bajarse del tacón, que representan el 12 por ciento.

De arriba abajo, zapatos de las marcas: Courrèges, Ferragamo, J. Crew, Gucci, Tod’s, Pretty Ballerinas y Chanel
De arriba abajo, zapatos de las marcas: Courrèges, Ferragamo, J. Crew, Gucci, Tod’s, Pretty Ballerinas y Chanel

El asunto del tacón viene de largo. En Egipto y Persia lo utilizaron los hombres; sobre todo, los actores. En Grecia y Roma era compartido por hombres y mujeres en una sandalia que calzaba toda la población, incluso la elegante aristocracia. Sandalias que llegan también hasta la Edad Media. En algunos periodos de la historia, sobre todo en la era moderna (siglo XIII-siglo XVIII), el tacón era cuestión de posición social: “A más lujo y más poder, más tacón”, afirma Pedro Mansilla, periodista, sociólogo y crítico de moda. Reyes, nobles y aristócratas lucían tacones cuando posaban ante sus pintores de cámara. No sería hasta la edad contemporánea cuando el hombre, salvo algunas excepciones, renunciaría al tacón y este pasaría a formar parte del calzado femenino.

La altura es otro tema de controversia a la hora de establecer los límites. Los seis centímetros es la que la mayoría pone como tope para un tacón corto; pero su vez, por debajo de esa cifra hay varias medidas: de cero a dos, planos; y de dos a seis, medios. Como debemos simplificar, nos quedamos con los seis centímetros como medida estándar de referencia.

Pedro Mansilla destaca dos periodos en el tiempo en los que el zapato bajo tomó auge y protagonismo: las décadas de los años 20 y 60 del siglo pasado. La primera se corresponde con el final de la Primera Guerra Mundial, “cuando los hombres estuvieron en las trincheras, la mujer se echó a la calle y ocupó los puestos vacantes de sus parejas. Fueron carteras, conductoras, enfermeras. Era la emancipación de la mujer. Y también supuso pequeñas apropiaciones del mundo masculino, como son el traje de chaqueta y los zapatos”, asegura. Y luego, llegaron los 60, en los que la juventud, “que no había aportado nada en la moda, toma una posición dominante. Hay una ruptura. Llega la minifalda, los colores blancos frente a los oscuros de la posguerra y los zapatos planos o sandalias. Son las dos épocas más modernas en cuanto aportaciones para el futuro”.

El tacón corto llega a nuestros tiempos con toda su personalidad, pero siempre en una especie de conflicto con su hermano más alto. Es una especie de ‘patito feo’. Si buscas en las redes sociales se ve la diferencia. Si escribes ‘zapato de tacón bajo’, sobrepasas los 400.000 resultados. Si por el contrario tecleas el alto, los resultados se disparan hasta el millón. Sin embargo, el tacón bajo no ha pasado desapercibido para estrellas del cine de todos los tiempos, personajes relevantes de la vida social y política o los diseñadores más top: Greta Garbo, con sus Brogue allá por los años 30, Katherine Hepburn y sus zapatos masculinos; Audrey Hepburn con los de baile, y Brigitte Bardot, entre las veteranas; Michelle Obama con sus Jimmy Choo de tacón bajo; y Victoria Beckham, que se ha apuntado a la moda del calzado plano tras bajarse de sus ‘adorables’ 13 centímetros por prescripción facultativa, o los diseñadores Armani, Salvatore Ferragamo con su The Vara, que es el zapato más vendido; Chanel con sus elegantes y sencillos bicolor de cinco centímetros, o las botas bajas del revolucionario André Courrèges… Y con ellos esos nombres que poco a poco se han hecho un hueco en nuestros armarios: Chelsea, Oxford, pump, bailarinas, manoletinas, slippers, mocasines, náuticos o botines. En piel, seda, satén, terciopelo, plástico, tela y algodón, sencillos o adornados con hebillas, borlas o arandelas. Para todos los gustos, para todos los pies.

 

 

Katharine Hepburn. Foto: Hulton Archive/Getty Images
Katharine Hepburn. Foto: Hulton Archive/Getty Images

Las lecturas de lo que ha significado el tacón corto para la mujer son varias y desde diferentes puntos de vista. El sociólogo Pedro Mansilla hace una asociación socio-económica interesante. Afirma que “los tacones bajan cuando la mujer se emancipa, cuando se siente más moderna”, y eso tiene que ver con la evolución de la economía: “En periodos de esplendor económico se tiende al zapato bajo y plano, mientras que en épocas de crisis se tiende al alto”, y esto se debe a que la primera “es una mujer que va a trabajar, que ha estudiado, que tiene una carrera y es libre. Mientras que el tacón alto se asocia a cierta regresión económica, donde justo se disparan las diferencias, hay más ostentación, es un quiero y no puedo, y se presume, sobre todo de día, porque hay que dejarse ver”, explica. Es inevitable preguntarle por el periodo que vive la España actual. “Llevamos unos cuantos años instalados en una crisis económica y teóricamente estamos en una época de tacón alto; sin embargo, veo muchísimas mujeres con manoletinas planas, símbolo de tiempos boyantes. Si fuera verdad que la moda ha confirmado que el zapato bajo es el gran triunfador, diríamos que nuestra sociedad está en crecimiento económico”, analiza tras aplicar su teoría.

Con esta idea coincide la psicóloga Pilar Jiménez, que cree que el tacón corto “representa un estilo y ritmo de vida concreto: el de una mujer activa, segura de sí misma, que no lo necesita para representar y/o sentir lo que el tacón ha supuesto en la imagen social de la mujer hasta ahora”. Y recalca que simboliza también la opción de elegir, “de no tener que optar necesariamente por el zapato con taconazo para dar una imagen de mujer segura, elegante y sofisticada”.

Por supuesto que la altura del tacón no está reñida con la elegancia. El tacón corto se ha hecho hueco en las pasarelas de la mano de los más prestigiosos creadores. “Se puede ser elegante con el zapato bajo, incluso con unas sandalias, aunque siempre un poquito de tacón añade distinción. Y si no eres perfecta, te alegra mucho la vida. Te permite ser más alta y un poco más delgada; además de andar de una manera más elegante”, asegura Mansilla. Y la comodidad es otro de los factores a tener en cuenta, porque, como asegura el experto, “no conozco a nadie que un tacón alto le quede como un guante. Para la mayoría implica un esfuerzo, son una pequeña tortura. Por eso, ahora, la mujer sale de casa con dos pares de zapatos. Unos altos para momentos puntuales (comidas, reuniones o actos sociales) y otros cortos o planos para el día a día, para estar cómoda”. 

Ese ‘poquito de tacón’ del que habla Mansilla es el que recomiendan los podólogos. En el último Congreso Nacional de Podología, celebrado el pasado verano en San Sebastián, se aconsejaba llevar “un tacón entre 2 y 4 centímetros con apoyo amplio o suela de cuña”, mientras que no recomendaban la suela extremadamente fina que se utiliza en muchas ocasiones. La podóloga Silvia Carvajal, de Clínica Carvajal lo confirma: “Llevar un mínimo tacón es bueno. En moda se habla entre cinco y seis, pero yo iría a menos, entre dedo y dedo y medio”. La doctora señala que esa altura es buena por un doble motivo: no cargas todo el peso sobre el antepié como con el tacón alto, y a su vez, no castigas la planta como con los ultraplanos, que pueden producir fascitis plantar. “El pie está hecho para llevar cierta diferencia entre la parte trasera y delantera”, recomienda. Y entre las razones para llevar este tipo de calzado esgrime que “ayudan a evitar problemas como los juanetes y los dedos en garra”. Un mal menor si se tiene en cuenta que una lesión en los pies puede ser una auténtica tortura, y sino que se lo pregunten a Isabel.

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