Más hechos y menos ideología contra la violencia de género

Beatriz Becerra

Beatriz Becerra

Este va a ser un artículo a la contra. Es más, estoy segura de que va a disgustar a algunas personas, tal vez a muchas. Porque lo primero que voy a decir es que, en relación con la violencia contra las mujeres, el mundo es un lugar mejor hoy que hace unos años. Y, probablemente, sea todavía mejor a medida que pase el tiempo.

Repasemos: en Asia Meridional, el riesgo que corren las niñas de contraer matrimonio en su infancia ha disminuido en más del 40% desde 2000 (recordemos que el matrimonio infantil es una forma de violencia). Desde la misma fecha, la práctica de la mutilación genital femenina ha disminuido en un 24%.

Otros datos para el optimismo: alrededor de dos tercios de los países de las regiones en desarrollo han logrado la paridad entre los géneros en la educación primaria. En 46 países, las mujeres ahora ocupan más del 30% de los escaños en los parlamentos nacionales en al menos una cámara. Estos dos datos no tienen que ver directamente con el tema que nos ocupa hoy, la violencia contra las mujeres, pero sí de forma indirecta. Las mujeres sin estudios son más vulnerables a la pobreza y a la violencia; y el hecho de que haya más mujeres parlamentarias ayudará a que se legisle más y mejor contra esta violencia.

Estos datos están extraídos de la web de la ONU para la Agenda 2030, en el apartado sobre el Objetivo de Igualdad de género.

En los asuntos más sensibles -y éste definitivamente lo es -resulta siempre arriesgado sugerir o afirmar que las cosa van mejor, porque en seguida te acusan de conformista o incluso de cómplice. Pero lo cierto es que si no sabemos lo que está funcionando, lo que se está consiguiendo, corremos el riesgo de destinar recursos a lo que no funciona y ponernos en manos de catastrofistas y demagogos que aseguran que vivimos en el más cruel de los infiernos.

Al debate sobre la violencia contra las mujeres y, más en general, sobre el feminismo, le sobra ideología y le faltan datos. Y esta es precisamente la peor noticia, porque como es obvio y pese a la información que acabo de proporcionar, todavía queda muchísimo camino que recorrer, y para hacerlo necesitamos saber exactamente qué es lo que sucede y qué es lo que está funcionando.

En España, hace tiempo que se ha instalado una gran frustración respecto a las cifras de violencia contra las mujeres. Aunque no son especialmente altas respecto a otros países europeos, tenemos el buen criterio de juzgar que el número de mujeres asesinadas o agredidas es inaceptable. A mi modo de ver, el debate debería ser en buena medida técnico. Deberíamos hablar de procedimientos policiales y judiciales, pero también de tecnología. De sistemas de seguimiento y monitorización, y también de perfiles vulnerables o propicios para el acoso y la violencia. Si el big data puede predecir con gran solvencia comportamientos electorales o de compra, ¿no puede ayudarnos en algo tan crucial? Tengo la impresión de que algunas personas no se sienten cómodas con los datos y con los hechos porque no siempre encajan con su visión ideológica.

En cualquier caso, conviene no perder de vista que toda causa justa es una causa universal, y que los principios de la democracia liberal nos impiden desentendernos de la suerte de una sola mujer por el simple hecho de que viva a miles de kilómetros. El #metoo ha sido un movimiento positivo (pese a algunos excesos) cuya principal limitación es que no parece haber llegado a donde más necesario es. Pienso en países de América Latina como El Salvador, donde las mujeres sufren penas de cárcel por abortar incluso de forma espontánea; en países de Oriente Medio como Irán, donde es un acto de heroísmo llevar la cabeza descubierta; o en países africanos donde la mutilación genital femenina, aunque esté en retroceso, sigue siendo una práctica tolerada.

Desde un punto de vista europeo, la herramienta más útil de la que disponemos es el Convenio de Estambul. Este acuerdo legal vinculante se centra en realidad en la violencia intrafamiliar, que engloba fenómenos que en ocasiones quedan demasiado oscurecidos y relegados por la atención que recibe la violencia de género. En cualquier caso, el Convenio sigue su lento proceso de ratificaciones, y no ha logrado vencer los recelos de algunos gobiernos europeos cercanos a la ultraderecha que hacen creer a los ciudadanos que se trata de un plan contra los valores tradicionales. Incluso en países donde ha sido ratificado, como España, su aplicación es todavía deficiente al no estar incorporadas todas las disposiciones a la legislación nacional.

El Parlamento Europeo ha comprendido muy bien esta necesidad de mirar más allá de nuestras fronteras al vincular en su declaración institucional el acoso sexual y el movimiento #metoo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la que se cumplen ahora 70 años. Como vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos y como miembro de la comisión de Mujer e Igualdad de Género, suscribo el texto de la Eurocámara, del que quiero destacar concretamente estas palabras: “el asombroso número y diversidad de mujeres uniéndose para decir “me too” señala las profundas barreras estructurales contra la libertad y la igualdad. Necesitamos mantener el impulso para convertirlo en un movimiento verdaderamente global, que alcance a todas las mujeres y niñas, también en lugares donde romper el silencio sobre la violencia contra las mujeres es todavía un tabú y donde siguen llevando la carga de la vergüenza y la culpa”.

Defiendo un feminismo liberal que no sólo no tenga miedo a los hechos, sino que los aproveche  para lograr avances; que sepa reconocer las victorias, aunque sean parciales; y que renuncie a la mirada eurocéntrica para abrazar la lucha de las mujeres que más lo necesitan. Si este feminismo se convierte en el hegemónico, estoy segura de que veremos más progresos en menos tiempo.

Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE). Acaba de publicar ‘Eres liberal y no lo sabes’ (Deusto).

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