La emprendedora que hace dos siglos popularizó los museos de cera
Madame Tussaud fallecía tal día como hoy de 1850
El nombre de Marie Grosholtz quizá no te diga nada, pero si hablamos de Madame Tussaud la cosa seguro que cambia. Tal día como hoy de 1850, la mujer que da nombre a los museos de cera más famosos del mundo fallecía en Londres, la ciudad que la vio convertirse en una exitosa empresaria. En su obituario, que apareció en casi todos los diarios, fue calificada de "institución nacional".
Grosholtz pasó la mayor parte de su vida en París, donde aprendió el arte de la escultura de cera de la mano de Philippe Curtius, un médico experto en esculpir con este material modelos anatómicos del cuerpo humano. Era tan bueno con las figuras de cera que terminó por abandonar su carrera en la medicina para dedicarse al modelado artístico.
En esa época, la joven Grosholtz se convirtió en su aprendiz y se codeó con las personalidades influyentes del momento. Se dice que tuvo un romance con François Voltaire, y que por eso lo eligió para realizar su primer retrato en cera.
Durante la Revolución Francesa fue acusada de monárquica y condenada a muerte por los revolucionarios. Pero en el último minuto, gracias al doctor Curtius consiguió un indulto que le salvó la vida. Para demostrar su lealtad a la revolución, la encargaron trabajar esculpiendo las máscaras mortuorias de los nobles ejecutados. Se dice que le llevaban los cuerpos recién guillotinados para que ella hiciera los moldes.
Poco después se casó con François Tussaud y se mudaron a Londres. Allí alquiló un salón de exposiciones en Baker Street para exponer sus creaciones. En ese momento, no sabía que se convertiría en algo permanente. Su ‘Cámara de los Horrores’ atrajo multitudes, ya que combinaba la sangrienta violencia de la Revolución Francesa con figuras de asesinos famosos. Su colección siguió creciendo con bustos de Napoleón o el duque de Wellington. Y llegó a recrear con todo detalle en una de las salas del museo el momento de la coronación de la reina Victoria.
Más de dos siglos después, su figura sigue siendo célebre para todo aquel que visita cualquiera de sus museos repartidos por el mundo.