“Los medios tenemos la enorme responsabilidad de informar bien sobre la violencia machista”
Gloria Lomana, periodista y autora del libro ‘#Elfindelmiedo’

Hasta 2016, y durante trece años, Gloria Lomana estuvo al frente de los informativos de Antena 3. Fue la primera mujer en ocupar esa responsabilidad en una televisión privada. Desde entonces se ha volcado más en la escritura. El año pasado debutó en la novela con Juegos de poder (su primer libro fue El ciclón socialista, una crónica sobre la primera legislatura de Felipe González publicado en los Ochenta). Hace unas semanas presentó #ElFinDelMiedo (La Esfera de los Libros), en el que plasma sus reflexiones sobre el nuevo feminismo a partir de las conversaciones que ha mantenido con mujeres y hombres de distintas generaciones.
¿Por qué #ElFindelMiedo?
Charlar con tantas mujeres, leer, escribir y pensar en mis experiencias me ha permitido ordenar muchas ideas. Me encontré con un sinfín de inseguridades que son comunes entre las mujeres, los miedos derivados de tantos noes, advertencias y peligros con los que nos hemos criado sin ser conscientes de ellos, interiorizándolos como algo normal. Desde muy pequeñas oímos que si tenemos carácter somos ‘mandonas’. Nos dicen: ojo con el parque, no vuelvas sola, siéntate con las piernas cerradas... Todo eso va marcando. Es el germen de las inseguridades que todas las mujeres con las que he hablado han compartido conmigo y que yo misma he tenido que vencer. El identificarlas y la madurez me han ayudado a ello. Por eso quiero que las chicas lean #ElFindelMiedo, para que puedan entender que esas cosas que pueden estar sintiendo no son un problema suyo: el miedo al ridículo, a fracasar, a no sentirnos libres en la calle, a envejecer porque fuimos educadas para seducir, a que la maternidad nos penalice en el trabajo, a no ser la perfecta madre...En el libro arranco enumerando veinticinco que, por suerte, a mi hija le parecen demasiadas. Pero muchas mujeres me han ido apuntando otras.
Ahora se está publicando muchos libros sobre feminismo. ¿Qué querías aportar con el tuyo?
Cuando me lo propuso la editorial vi que era una oportunidad para introducir más voces en un debate que ha irrumpido arrollador. Veníamos del movimiento MeToo. En el mes de enero, cuando comencé a escribir, las actrices salieron al escenario vestidas de negro en los Globos de Oro. Los hombres –cuento algunos casos en el libro— te decían en un saludo: “No te beso porque quizás luego vas y me denuncias”. Me pareció oportuno colocar el feminismo en el terreno inclusivo en el que ahora se mueve para exigir su implicación. Los hombres no deben tener miedo a perder sus privilegios. Por otro lado, quería dirigirme a las chicas para darles certidumbres sobre su potencial. Porque si otras pudimos desarrollarlo en condiciones más desfavorables, ellas tienen que ver y saber que también pueden.
En el libro recoges conversaciones con muchas personas. Entre ellas, tu hija y otras chicas jóvenes. ¿Has notado una brecha generacional¿ Crees que ellas están viviendo lo que está pasando de forma diferente?
Sí, claro, son generaciones diferentes. Mi madre dejó el trabajo cuando se casó para dedicarse en cuerpo y alma a la familia y la casa. Mi hija lleva la igualdad en el ADN. Pero también es cierto que entre algunas chicas se está produciendo una involución en relación a cómo se plantean sus relaciones de pareja. Están permitiendo una violencia de control. A veces incluso la demandan. Piensan que si sus novios no les exigen saber dónde están, las controlan o las geolocalizan es que no las quieren lo suficiente. Eso es terrible, tenemos que ayudar a que aprendan a identificarlo como violencia, a que sepan que así es como empieza a actuar el maltratador tipo. También la violencia física está creciendo entre los menores. Hay casos a partir incluso de los doce años. Por otro lado, hay chicas que viven sometidas a la esclavitud de la belleza por la exposición permanente en las redes. Debemos advertirles de todo ello. La educación sigue siendo la clave para que sepan de dónde venimos y lo que hemos conseguido en terreno de la igualdad. Es importante que reconozcan que ese un patrimonio común de derechos y oportunidades que ahora les toca administrar a ellos y ellas.
¿Y cómo ves a los hombres frente a esta nueva realidad?
Quizás algo confusos en general, porque este 2018 ha supuesto un aldabonazo para las reivindicaciones del feminismo. Por primera vez se ha producido una revolución global, conectada a través de las redes, e intergeneracional: participan abuelas, madres e hijas, apoyadas por muchos hombres. En España hemos vivido también la reacción a la sentencia de La Manada. Muchos hombres confiesan sentirse perplejos. Algunos han reconocido tener miedo. Ellos miedo: alucinante. Una cosa es que tengan que digerir que deben repartir derechos y cumplir obligaciones. Y otra que digan vivir atemorizados como hemos vivido nosotras durante siglos. Parece una broma pesada.
Seguro que hay gente que se reconocía feminista ya en la infancia, pero la mayoría tomamos conciencia en algún momento. En tu caso, ¿cómo te acercaste al feminismo?
De niña hubo un tiempo en el que, cuando me preguntan qué quería ser de mayor, yo contestaba que sería secretaria y tendría un coche. Por entonces debía ver eso como algo absolutamente liberador. Luego, con 12 y 13 años fui cambiando de gustos, aunque pronto me decante por el periodismo. Lo que siempre tuve claro es que tendría un trabajo para no depender de nadie. Es algo que les repito mucho a las chicas y que les inculqué a mis hijos. Después, en el trabajo, siempre tuve que defender mi sitio, exigiendo dignidad y respeto. Colaboro de forma activa con el feminismo desde hace años. Fui miembro fundador de Mujeres por África, de la mano de Teresa Fernández de la Vega, impulsora de la Ley de Igualdad de este país.
En el libro hablas mucho del papel de los medios. ¿Cómo crees que, en general, lo están haciendo?
Precisamente Teresa, siendo vicepresidenta, reunió a todos los editores y pidió a las televisiones que cada vez que saliera una noticia de violencia de genero se pusiera el rotulo del 016, el número de ayuda a las víctimas. Hoy lo conocen el 99% de las mujeres de este país. Los medios tenemos la enorme responsabilidad de informar bien sobre la violencia machista, con respeto hacia las víctimas y sin justificar al criminal. Ni siquiera desde la perspectiva del vecino que opina. Debemos destacar el asesinato de las mujeres que denunciaron y a las que no se le prestó la ayuda debida. Y por supuesto dignificar el trabajo de las mujeres, aupando a las válidas a la dirección y no reservándoles el papel de acompañantes en las noticias o chicas que ríen las gracias de ellos. Los medios tendrían que contar con más expertas, opinadoras, articulistas, etcétera. Porque las hay, y muy buenas. Solo hay que buscarlas.