La lucha de Nadia Murad contra el Estado Islámico
Recuperamos nuestra entrevista con la activista, que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz

[Nadia Murad acaba de ser elegida Premio Nobel de la Paz 2018 junto a Denis Mukwege, ginecólogo que trata a mujeres violadas en República Democrática del Congo. Recuperamos por eso esta entrevista con ella que se publicó el 18 de julio de este año].
Cuenta Nadia Murad al principio de su autobiografía, publicada hace unos meses, que antes de que todo pasara, cuando el ISIS era aún solo una amenaza, había oído hablar sobre las kurdas que en Siria y Turquía llevaban armas y luchaban contra los terroristas. Escuchar esas historias le infundía valor. Difícilmente podía imaginar entonces que algún día ella también combatiría al Estado Islámico, con su voz y su relato como armas. Es una voz sosegada, que transmite calma. Ella es menuda y parece muy joven, pero no frágil.
Ahora tiene 25 años y vive refugiada en Alemania, aunque su labor como activista le hace viajar constantemente. Ha pasado por Madrid, procedente de Bruselas, para participar en un acto que conmemora el treinta aniversario de los Premios Sájarov a la libertad de conciencia (la candidatura fue impulsada por la eurodiputada Beatriz Becerra). Ella lo recibió en 2016 junto a su compatriota Lamiya Aji Bashar. Nelson Mandela, las Madres de la Plaza de Mayo, las Primaveras Árabes o Malala Yousafzai son algunos de los ganadores anteriores. Murad ha recibido también el Václav Havel de derechos humanos, ha sido nominada al Premio Nobel de la Paz y es embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas. También en Madrid se reúne con Fernando García Casas, secretario de Estado de Cooperación, para contarle de primera mano su proyecto de reconstrucción de la provincia de Sinjar, situada al noroeste de Irak (cerca de la frontera con Siria), hogar ancestral de los yazidíes, arrasado tras el paso de los fundamentalistas. Un día después lo presentará en el Ayuntamiento de Málaga.

Hace no tanto, la vida de Nadia Murad era radicalmente distinta. Hasta 2014 llevaba una existencia tranquila y modesta en Kocho, una pequeña aldea situada al sur de las montañas de Sinjar. Era la pequeña de once hermanos, ocho varones y tres mujeres. Vivía con su madre, sus hermanas y seis de sus hermanos, además de dos cuñadas y los niños de ambas. “Como la mayoría de los yazidíes que vivían en nuestra pequeña aldea, la mía era una familia llena de amor, todos juntos en la misma casa”, cuenta. “Trabajábamos en nuestra granja y nos ganábamos la vida cuidando del ganado. Yo fui la única de mis hermanos y hermanas que fue a la escuela. Disfrutábamos de cada día en esa pequeña comunidad, asistíamos a las bodas y celebrábamos nuestras fiestas. La vida no era fácil y trabajábamos duro. Éramos pobres, pero llevábamos una vida sencilla y feliz”.
La persecución no es una novedad en la historia de los yazidíes, una antigua religión monoteísta propagada de forma oral, la mayoritaria entre los kurdos hasta su islamización. En la actualidad quedan solo un millón en todo el mundo. Perseguidos por el Imperio Otomano, en los últimos años han sido también objetivo de los fundamentalistas musulmanes, que acusan a los yazidíes de ser adoradores del demonio. Primero fue Al Qaeda, que los atacó en 2007 con camiones bomba. En 2014 llegó el Estado Islámico.
Los soldados del ISIS irrumpieron en Kocho el 15 de agosto. “Sabíamos que el ISIS estaba ocupando muchos lugares, pero desconocíamos lo que pasaría si tomaba nuestra zona”, relata Nadia. El pueblo estaba entonces protegido por los peshmerga, combatientes kurdos iraquíes enviados desde la región autónoma kurda tras la caída de Mosul un par de meses antes. “Las fuerzas de seguridad nos habían asegurado que no permitirían que el ISIS tomara el control, pero cuando llegaron de repente no había nadie para protegernos, y nadie vino a ayudarnos”. Lo primero que hicieron fue separar a mujeres y hombres. A ellos les ejecutaron. El destino de ellas no fue mucho mejor. Las más mayores, como la madre de Nadia, fueron asesinadas. Ese día murieron, además, seis de sus hermanos. Nadia fue después trasladada con el resto de mujeres en autobús en Mosul, donde entró a formar parte del mercado humano de los yihadistas En su retorcida moral, el destino de los yazidíes, un grupo que carece de libro sagrado, es ser esclavos, y sus mujeres pueden, por tanto, ser violadas. De hecho, llegaron a publicar un manual con directrices bajo el título Preguntas y respuestas sobre la retención de prisioneras y esclavas. La violación como arma de guerra sistematizada y hasta reglada. Un par de ejemplos. Pregunta: “¿Está permitido mantener relaciones con una esclava que no haya alcanzado la pubertad?” Respuesta: “Está permitido mantener relaciones con una esclava que no haya alcanzado la pubertad si es apta para el coito”. Pregunta: “¿Está permitido vender a una prisionera? Respuesta: “Está permitido comprar, vender o regalar a las prisioneras y esclavas, puesto que no son más que una propiedad”.
Nadia Murad fue comprada y vendida, violada y golpeada durante meses. Cuando su último captor le informó de que planeaba llevarla a Siria para volver a venderla, decidió escapar. Lo consiguió milagrosamente gracias a la ayuda de una familia a cuya puerta llamó en su desesperada huida. El hijo mayor se la jugó para sacarla fuera de la zona de influencia del Daesh oculta tras un niqab. Tras pasar por un campo de refugiados en el norte de Irak llegó a Europa gracias a un programa gestionado por el estado alemán de Baden-Württemberg para supervivientes del ISIS que incluía a un millar de mujeres y niñas.

Aquí puso en marcha Nadia’s Initiative para intentar salvar lo que queda de su comunidad y, sobre todo, que los responsables del genocidio desfilen algún día ante el Tribunal de La Haya. Por eso cuenta su historia una y otra vez. Revive el suplicio cada día para dejar constancia. La especialista en derechos humanos Amal Clooney es su abogada. ¿Confía Nadia en que los responsables respondan algún día por sus crímenes? “Sí y no”, responde, “porque hemos trabajado mucho en el plano legal con la señora Clooney y su equipo. Muchos supervivientes yazidíes han dado un paso adelante y han testificado. Naciones Unidas aprobó una resolución para investigar los crímenes del ISIS y crear un equipo que fuera a recoger pruebas. Ese equipo está siendo formado ahora y pronto irá a Irak. Pero por otro lado, ningún miembro del ISIS ha sido procesado específicamente por los crímenes que cometieron contra los yazidíes, y en concreto por los crímenes contra las mujeres y las niñas”. Se calcula que unas 7.000 yazidíes fueron secuestradas en el norte de Irak durante la ofensiva del grupo en 2014. “Muchos países forman parte de la coalición contra el ISIS [una treintena, entre ellos, España], pero no están demandando que Irak procese a los miembros del ISIS por sus crímenes contra las yazidíes. El mundo no ha hecho lo que tenía que hacer para rescatarlas. A día de hoy todavía hay más de 1.300 mujeres y niñas secuestradas. También centenares de niños”, se lamenta.
Tampoco es especialmente optimista sobre las perspectivas del pueblo yazidí. Dos de sus hermanos siguen en Irak, atrapados en campos de refugiados. “La situación es desesperada. La mayoría de los yazidíes de Irak están desplazados. Unos 360.000 viven en campos de refugiados. Los servicios básicos no existen ni en Sijar ni en otras áreas yazidíes y unos 2.000 siguen secuestrados o desaparecidos. En el área de Sinjar se han descubierto 47 fosas comunes que no han sido examinadas y que no están siendo protegidas. La carretera de Sinjar está bloqueada por el gobierno iraquí y por el gobierno kurdo” Parece que Nadia prefiere no hablar del futuro. Su vida ahora es su causa, viajar y transmitir su mensaje. Para que el título de su autobiografía, Yo seré la última, sea una realidad y no un deseo.
Este reportaje se publicó primero en el último número de la revista MAS en papel