Niñeras, niñeros y brecha salarial
Una socióloga rebate la teoría de que el problema es que las mujeres no saben pedir remontándose a esos primeros trabajos

Explicaciones sobre las causas de la brecha salarial hay muchas. Una de las más ditadas últimamente es que las mujeres son peores a la hora de negociar y exigir en el trabajo. Lo que, de alguna forma, las responsabiliza a ellas por no ser capaces de pedir más. El extenso refranero español lo resume en un dicho: el que no llora, no mama.
Sin embargo, algunos expertos en cuestiones de género no están muy de acuerdo con esta teoría. Es el caso de la socióloga estadounidense Yasemin Besen-Cassino, que ha decidido ponerla a prueba con un experimento que recoge en el ensayo ‘El coste de ser una chica: trabajadores adolescentes y los orígenes de la brecha salarial de género’. Besen-Cassino se ha centrado en el que para muchos ha sido nuestro primer contacto con el mundo laboral: cuidar niños.
Presentó a unos doscientos padres varios escenarios hipotéticos. La propuesta era siempre la misma: tras seis meses de trabajo el canguro adolescente de tus hijos te pide un aumento. Pero jugó con dos variables: el género de ese cuidador (en unos casos se llamaba Jake y en otros Molly) y si había desarrollado vínculos emocionales con los niños. En todo caso se trataba de un aumento que los padres podían permitirse, aunque supiesen que podían encontrar a otra persona para cuidar a sus hijos por el sueldo inicial.
¿A qué perfil estaban dispuestos los padres a pagar más? Pues quizá a algunos les sorprenda, pero los más valorados (al menos desde el punto de vista económico) fueron los cuidadores masculinos sin una especial conexión emocional con los niños. Resulta que son las chicas que sí han desarrollado ese vínculo las que tienen menos posibilidades de conseguir más dinero. Besen-Cassino matiza que lógicamente los padres no consideran negativamente el que sus niñeras mantengan una relación emocional con sus hijos. Pero si ven mal que esa chica que se preocupa por ellos les pida más dinero. Además, en sus conversaciones con babysitters reales también comprobó que a ese perfil, sobre todo si trabaja para familiares o conocidos, les cuesta mucho más pedir un aumento.
“El problema no es que las ‘babysitters’ no negocien, sino también lo que pasa cuando negocian. Dado que se espera que las mujeres se impliquen emocionalmente en sus trabajos, pedir más dinero lleva a los demás a verlas como falsas, un problema al que los hombres parece que no se enfrentan”, explica la socióloga, que asegura también que esa idea se mantiene en el mundo adulto, donde, además, las mujeres tienden a elegir profesiones que implican más relaciones personales como el servicio público, la enseñanza o la sanidad.