El realismo íntimo de Isabel Quintanilla llega al Thyssen
Es la primera exposición monográfica que el museo dedica a una artista española
Nunca pintó grandes ciudades o personajes históricos. Los cuadros de Isabel Quintanilla están protagonizados por objetos cotidianos: el vaso de cristal (presente en decenas de sus obras), las habitaciones de sus casas, los árboles y plantas de su patio, etcétera. La artista, una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo español, fue capaz capturar la realidad gracias a su impecable técnica, fruto de su paso por distintas escuelas y, sobre todo, de su dedicación.
Quintanilla formó parte del grupo conocido como los ‘realistas de Madrid’, compuesto por pintores y escultores realistas que vivieron y trabajaron en la capital desde mediados de la década de 1950. Antonio López, María Moreno, los hermanos Julio y Francisco López Hernández, Esperanza Parada y Amalia Avia fueron algunos de ellos. Les unían su formación y trayectoria, pero también relaciones familiares y de amistad.
El próximo 27 de febrero se inaugurará la exposición monográfica que el Thyssen-Bornemisza le dedicará a Isabel Quintanilla, la primera de este tipo centrada en una artista española. El museo exhibirá cerca de un centenar de obras, incluyendo sus pinturas y dibujos más sobresalientes. Muchas de esas obras nunca se han visto en España, al pertenecer principalmente a museos y colecciones de Alemania, país en el que la artista gozó de bastante reconocimiento en los Setenta y Ochenta del siglo pasado.
La selección abarca seis décadas, desde mediados de los Cincuenta hasta su muerte en 2017, y en ella se suceden bodegones, interiores, paisajes y jardines. La lamparilla (1956) es la obra de Quintanilla más antigua conservada, mientras que Bodegón Siena (2017) es la última que entregó a su galerista.
Nacida en 1938, Isabel Quintanilla fue criada por su madre, después de que su padre falleciera en la Guerra Civil. Con 11 años empezó a asistir a clases de arte y con 15 ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí conoció a Antonio López y a otros artistas que influirían mucho en su vida. En 1959 obtuvo el título de profesora de Dibujo y Pintura y comenzó a dar clases. Además, expuso por primera vez en una muestra colectiva organizada por la Fundación Rodríguez-Acosta de Granada. Un año más tarde contrajo matrimonio con Francisco López. La pareja vivió en Roma durante cuatro años, ya que el escultor había obtenido el Gran Premio de Arte de la Academia de Bellas Artes. Esa época fue para ella muy enriquecedora, ya que viajaron por Europa y conocieron a otros artistas, músicos y creadores.
Ya de vuelta a España, vivió y trabajó en un momento en el que las artistas no tenían ni el peso ni el protagonismo de sus colegas masculinos. “En España eras mujer. No eras nadie, no pintabas. La consideración como pintora la logré en Alemania. Pintora, no mujer. Les encajó muy bien el realismo, les gustaba”, declaró años después.
En 1970 conoció a Ernest Wuthenow, coleccionista y socio fundador de la Galería Juana Mordó de Madrid, encargado, además, de la promoción de sus artistas en el extranjero, lo que fue un punto de inflexión en su carrera. Junto a los galeristas Hans Brockstedt y Herbert Meyer-Ellinger, Wuthenow consiguió que la obra de Quintanilla se viera en toda Alemania. Durante los siguientes años expuso también en París, Nueva York, Helsinki, Múnich y, por su puesto, España.
