“A veces la maternidad cierra puertas, pero abre ventanas”

Virginia Mosquera, autora de ‘Motherland’, un retrato de la maternidad contemporánea que ni la idealiza ni le resta importancia

Foto: Ana Nance

Dice Virginia Mosquera, la autora de Motherland, que el libro es en realidad un gran spoiler sobre la maternidad. En él ha contado lo que le hubiera gustado saber sobre el tema…antes de tener hijos. Mosquera es directora creativa en la agencia de publicidad McCann y autora del blog Mamíferas al borde de un ataque de nervios. Pero aunque aprovecha algunos de sus recursos como las cartas a su hija que publica desde el principio,  la novela (que, por cierto, viene con banda sonora en Spotify) no va sobre el blog. “Lo que cuento ahí es más personal, y quería hacer una novela en la que cupiesen todas las maternidades”. Es la historia de una creativa publicitaria que se embarca en la aventura de escribir un libro para su hija poco después de dar a luz a su segunda criatura. Pero es también la historia de otras madres. Y de una pareja arrollada por la apisonadora de los hijos que se ha acostumbrado a convivir con la idea del divorcio. Bienvenidos a Motherland, donde la experiencia de ser madre no es ni tan ideal ni tan terrible

Tienes muchos puntos en común con la protagonista del libro. ¿Cuánto hay en ella de ti?

Hay mucho de mí y de las madres que tengo alrededor. Tengo muchas amigas madres, y con todo lo que me han ido contando he construido los personajes. Además, mi terapeuta es terapeuta de género, hace grupos con mujeres, y fui a escucharlas. Lo que aprendí es que todas, independientemente de su situación económica, si trabajaban o no, si estaban solas o tenían pareja, fueran gays o heteros, todas sentían lo mismo: que nadie les había contado bien lo que era la maternidad y que la sociedad no las apoyaba demasiado.

Con toda la literatura y blogs que hay, parece extraño que todavía siga habiendo tanto desconocimiento y mito en torno al tema.

Normalmente los relatos están muy edulcorados y son bastante falsos. Como en esas películas en las que los niños siempre duermen bien y estar maravillosa, tener un trabajo y pasar tiempo con tus hijos parece muy fácil. Luego te das cuenta de que no es así. Quería contar la maternidad como me hubiera gustado que me la contaran a mí, con todo eso que me ha dado y que tampoco me esperaba. No sabía lo llena que me iba a sentir y lo duro que podía ser. Que iba a ser tan sublime y tan agotador a la vez. Por eso se llama de la cara A a la cara B a la maternidad. Más que efectista, que puede parecerlo, el libro pretende ser muy sincero.

¿Y qué cara pesa más?

Es muy bonito, yo siempre digo que es la droga que más fuerte me ha pegado, porque, además, no me lo esperaba. No soy muy niñera y ser madre ha sido como un flashazo de conciencia. Es un proyecto supercreativo. De repente tienes a una persona que llega a ti en blanco y a la que tienes que ayudar y acompañar en el camino. Vas viendo cómo descubre el mundo. Incluso tú lo vas descubriendo con ella, y eso es alucinante. Pero luego te encuentras con que quieres coger todo eso tan bonito que te está pasando y meterlo en tu vida de antes, que ya de por sí iba muy apretada, y te das cuenta de que no cabe. Entonces te sientes un poco sola. Es como si el mundo te dijera: tú quisiste ser madre, así que ahora apáñatelas. Es duro. El libro funciona a dos niveles. Por un lado, la protagonista le va contando a su hija en las cartas lo maravillosa que es la maternidad, y por el otro, cuenta la realidad de su día a día, lo bestia que es. Esa parte es también muy humorística, porque ella lo lleva con alegría. Le pasa de todo, pero es que de verdad te pasa de todo. Cuando eres madre tu vida pasa al nivel Almodóvar. Es muy divertido, pero hay días en los que  no puedes más y le arrancarías la cabeza al primero que se te cruza. Hablo también sobre cómo es el mundo laboral y de lo que pasa en la pareja, que es algo de lo que no se habla mucho.

Es cierto que se suele abordar más como una experiencia personal que de pareja. En el libro dices que los hijos no son ni el problema ni la solución, lo que hacen es sacar a la luz lo que esconden las relaciones.

Es lo que ocurre. Los problemas suelen estar debajo de la cama. Los hijos los ponen encima, lo revuelven todo y te obligan a enfrentarte a ellos. Pero no creo que unan o desunan. Hay algo que es cierto, y es que el padre de tus hijos lo va a ser toda la vida. Pero la relación de pareja cambia mucho, y ahí está el reto, en saber afrontar ese cambio con madurez y conseguir llevar la relación a un lugar mejor.

¿Es más importante decidir tener hijos o decidir con quién los tienes?

Eso es fundamental, pero puedes tener hijos con distintas personas o tú sola. Creo que ante todo es una decisión personal, porque pasar de ser hija a ser madre es el cambio de rol más bestia de tu vida. A mí es lo que más me ha marcado.

Ahora hay movimientos como El club de las malasmadres y libros que proyectan una imagen menos idealizada, pero parece que durante unos años hemos vivido especie de glorificación de la maternidad.

Yo creo que es un movimiento pendular. También hubo un momento en el que casi que se consideró que la maternidad era el gran lastre para las mujeres. Cuando lo que nos lastra en realidad es que nos dejen solas, como si la responsabilidad fuese exclusivamente nuestra. Los hijos son de todos, y si queremos sociedades mejores, tendremos que ocuparnos más de la educación. Pero también de las madres. Deberíamos darles más espacio y dejar que se quejen, porque una no es peor madre por quejarse. A las mujeres se las pone siempre en tela de juicio. Todo el rato. Incluso entre nosotras. Por eso quería que el libro hablara sobre esas experiencias distintas e invitara a todas las maternidades –la del pecho y la del biberón, la que quiere trabajar todo el tiempo y la que deja el trabajo— a irse juntas de cena y hacer las paces. Porque no somos el enemigo. No deberíamos luchar entre nosotras.

¿La presión no empieza antes? Porque todavía hay quien mira raro a las que no quieren tener hijos.

Es verdad, y no creo que la maternidad sea para todo el mundo. Sigue habiendo mucha presión para que todas las mujeres sean madres, como si fuese la única forma de llegar a sentirse realizada y ser feliz. Todavía se oyen expresiones horribles del tipo ‘se te va a pasar el arroz’. Como si fuera tan fácil encontrar una pareja, el momento adecuado y tener las posibilidades económicas para tener un hijo. Realmente el mundo te pone muy difícil el llegar a ser madre. Parece la meta y cuando llegas resulta que no, que solo era el primera base. 

¿Qué viene luego?

Lo que yo llamo el páramo de la crianza. Llega tras el embarazo y el parto, que es algo a lo que vas un poco asustada y al final tampoco es para tanto, está muy sobredimensionado. Lo más difícil llega al día siguiente, cuando te vas a casa con tu hijo en brazos y sin libro de instrucciones. Entonces te pones a leer, y empiezas a recibir opiniones de un lado y del otro que, además, están como en polos opuestos. Es algo que estresa muchísimo, porque parece que solo hay dos formas de ser madre: o crianza natural o desapego. Y están enfrentadas. Hay mucha presión y demasiados juicios. Cada una debería poder montarse su maternidad como le diera la gana, porque es la única forma de ser feliz. Es el mensaje del libro: disfruta de tu vida, y, si eliges ser madre, disfrútalo también sin que nadie te diga cómo tienes que hacerlo.

¿Ser madre implica necesariamente ciertas renuncias?

Es verdad que es duro, pero yo creo que sí se puede tener todo. Yo soy el ejemplo. Escribiendo este libro he pasado momentos difíciles, pero a mí me merece la pena. Me merece la pena trabajar, porque me encanta mi profesión y no me gustaría tener que renunciar a ella, me encanta haber tenido a mis hijos  y me encanta haber podido hacer realidad el sueño que era para mí este libro. Si quieres llegar a lo más alto en tu profesión igual no puedes estar todo el día con tus hijos. Todo depende de lo que necesites en la vida. Pero sí creo que se puede llevar una vida más o menos equilibrada. También reconozco que tengo muchísima suerte. En mi agencia me respetan y me apoyan, y la verdad es que no siempre es así. La vida no es de color rosa, ni en una agencia ni en ningún otro lugar. Tengo una amiga azafata que tuvo que dejarlo y reinventarse, pero lo ha conseguido. Ahora tiene una escuela de yoga. Es verdad que a veces la maternidad cierra puertas, pero abre ventanas.

¿La publicidad ha marcado tu forma de escribir?

Llevo toda la vida escribiendo verdades de champú, que es una escuela maravillosa. Es mucho más difícil escribir dentro del acotado terreno del briefing, con todos esos mandatorios y los cambios que te imponen, que hacerlo con total libertad. La publicidad es una mili, te da mucho callo.

En el libro estableces una curiosa relación entre el trabajo creativo y la maternidad. Dices que ambos son trabajos excesivamente emocionales que te mantiene en permanente examen.

Es verdad. Todos los días te enfrentas a la página en blanco, preguntándote si finalmente va a ser el día en el que se descubra que en realidad eres un fraude. Es el eterno miedo del creativo, y pasa lo mismo con los niños.

¿Y cómo surgió la idea de hacer una playlist para el libro?

Hay muchas alusiones a grupos, porque la protagonista está casada con un músico  y trabaja en una agencia de publicidad, que son núcleos de cultura pop. Era una forma de contextualizar el libro y entender mejor la relación entre los personajes, que es muy musical. Cuando mi madre lo leyó me dijo que le estaba encantanda, pero que cada dos por tres tenía que ir a Google para enterarse de quiénes eran Radiohead, Lana del Rey o los Pixies. Pensé que si me ponía a añadir asteriscos lo mismo me salía un segundo libro, así que se me ocurrió hacer una playlist. Además así puedes meterte mejor en las sensaciones del personaje, y la experiencia es más completa. Después empecé a ponerme esa playlist para escribir y para mí acabó convirtiéndose en la banda sonora del libro.

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