Los topillos desvelan las claves del enamoramiento
La revista ‘Nature’ publica una investigación sobre el proceso neuronal que conduce al emparejamiento
Los topillos tienen algo en común con los humanos: son de los pocos mamíferos monógamos. De hecho, suelen mantener la misma pareja toda la vida. Esa característica tan poco frecuente en el reino animal ha llevado a un grupo de científicos de la Universidad de Emory (Atlanta) a elegir a esta especie para hurgar en sus circuitos neuronales buscando entender mejor los mecanismos por los que nos emparejamos.
Los científicos insertaron electrodos en el cerebro de las hembras de topillo para controlar su actividad neuronal durante sus interacciones con los machos. Se centraron en dos áreas que, según estudios anteriores, intervienen en la creación de los vínculos emocionales: el córtex prefrontal, del que depende la toma de decisiones, y el núcleo accumbens, un grupo de neuronas que participan en el sistema de recompensa del cerebro. Así confirmaron que cuando los animales se aparean o permanecen acurrados, las neuronas del córtex prefrontal envían señales al centro de recompensa del cerebro. De esta forma aprenden a disfrutar de la presencia del compañero.
A continuación quisieron ver si ese mecanismo cerebral influye en cómo los animales se tratan entre ellos. Usaron para ello la optogenética, una combinación de métodos genéticos y ópticos. Se basa en la introducción de genes en las células que hacen que estas respondan a la luz, lo que permite modificar el comportamiento celular a través de la presencia o ausencia de luz. Es lo que hicieron con las hembras de topillo, desencadenando a partir de estas técnicas el mismo patrón de actividad. Al hacerlo comprobaron que incluso las hembras que antes eran más indiferentes hacia sus parejas empezaban a actuar de forma más cariñosa con ellos. Esto demuestra, según los investigadores, que es esa actividad concreta del cerebro la que hace que las hembras de topillo se enamoren de sus compañeros.
Es evidente que las dinámicas sociales de los seres humanos son mucho más complicadas que las de estos roedores. “El emparejamiento de los topillos no es exactamente igual al amor entre humanos”, admite el neurocientífico Robert Liu, responsable principal del estudio. “Pero creemos que es probable que compartan muchos de los mecanismo neuronales subyacentes”.
Los investigadores indican que los resultados de su trabajo, publicado por Nature y del que se hace eco Quartz, podrían ser útiles para ayudar a las personas que tiene problemas para relacionarse. “No hacemos estos estudios para descubrir los secretos del amor o hacer que la gente se enamore”, asegura Liu. Se trata, en última instancia, de desarrollar mejores tratamientos para la gente con trastornos como el autismo, la esquizofrenia o la sociopatía.