Creo que no somos pocos quienes miramos ahora mismo con una mezcla de envidia y vergüenza las protestas de los franceses en contra de las reformas de las pensiones del gobierno de Emmanuel Macron. Digo envidia y vergüenza porque, por cosas mucho peores, aquí apenas hay movilizaciones. La última importante, convocada por los vecinos de los barrios y los pueblos de la Comunidad de Madrid, tuvo lugar el 12 de febrero para protestar por el estado de la Atención Primaria y apoyar la huelga indefinida de médicos y pediatras. Y aunque la marea blanca continúa, la sensación que se tiene es que el pulso es débil, que no sirve para poner en jaque a los responsables políticos porque la ciudadanía no está por la labor de paralizar el país entero hasta que se remedien ciertas cosas que empiezan a ser muy graves.

El deterioro de la sanidad es una de ellas, y hay que sumarle el de la educación, cada vez más precaria, y cara si se aspira a la superior. La pérdida de poder adquisitivo comienza asimismo a ser escandalosa por la inflación. Los sueldos de los empleados apenas han subido, mientras que los consejos de administración y los presidentes de empresas medias ganan hoy, según un dato que daba la Cadena Ser, un 43% más que hace cinco años. Y cuando se trata de los presidentes del IBEX 35, la subida es de un 56,2%. No hay dinero, nos dicen, la crisis, se justifican, pero lo que todos podemos comprobar es, sencillamente, que el dinero no se reparte y que no hay ninguna responsabilidad social. Tampoco se exige: sólo vemos tímidas reprimendas de los políticos y unos trabajadores que agachan la cabeza, cuyo discurso a menudo es que no hay que quejarse porque, al menos, tienen un salario con el que poder tirar. ¡Con la que está cayendo! O peor: empleados que se ponen del lado de unos patrones que nunca van a mirar por ellos, justificando unas condiciones laborales cada vez más humillantes, pues han comprado el discurso neoliberal de esforzarse por hacerse a sí mismos aunque nadie les vaya a ascender (no son hijos de) ni a subir jamás el sueldo significativamente. Pero hay orgullo, y mucho autoengaño, por sentirse parte de los ganadores. Los Pantomima Full, que tanto revuelo causan por dar en el clavo, han retratado este nuevo perfil de pringado en parodias tan desternillantes como tristísimas. Vean Corporativo o Consultor si aún no lo han hecho.

Llevo años preguntándome a qué se debe nuestro pasotismo: a la pobreza secular de la que aún hay memoria (y en comparación con la cual no estamos tan mal), a la dictadura que esculpió un pueblo sumiso (a quienes no lo eran los mataron o se fueron), al clima mediterráneo que nos hace felices mientras podamos ir a diario a nuestra terracita a tomar la caña, a que las familias funcionan como colchón, a que no tenemos cultura democrática ni de defensa de nuestros derechos porque nunca conocimos la verdadera socialdemocracia, a que desapareció la conciencia de clase, a que el PSOE nunca fue izquierda y Podemos derivó en una atomización de la izquierda que la anula… Y así podría seguir, dando razones que sin duda influyen, pero con la impresión de que se me escapa lo fundamental.