El motorista vulnerable
Elvira Navarro
Parece el título de una novela, pero no lo es. “El motorista vulnerable” es una de las advertencias que escupen los paneles digitales de la DGT de las carreteras nacionales, cuyos responsables parecen haber confiado de más en el contexto para completar su significado, dotando a los trayectos de poesía y absurdo, al menos para quienes tendemos a evadirnos de lo inmediato a favor de los parajes mentales. Leo “El motorista vulnerable” y tengo, como he dicho, la impresión de estar ante una novela sobre, por ejemplo, un hombre que pasea su fragilidad en moto, o ante una película a punto de estreno, y también de deslizarme entre las venas del motorista, tal que si la carretera se hubiera convertido en sangre.
“Acuérdate!!! Si bebes no conduzcas”, reza otro cartel, con esos tres signos de exclamación que evidencian que la DGT es una amiga chachi que te acaba de mandar un whatsapp. “Alto riesgo móvil conduciendo”, leo un poco más adelante, y me parece todo un prodigio de la redundancia, pues son grandes las tentaciones de pensar no en el teléfono móvil, sino, y por su asociación con el verbo “conducir”, en “móvil” como un adjetivo de riesgo. Otra joya: “1/4 fallecidos sin cinturón”. Mi humor negro me lleva a imaginar una charcutería donde vendan, además de chóped y pavo, fallecidos sin cinturón. “27% fallecidos con alcohol”: aquí la tentación es fabular con ahogados en tinas de alcohol de 96º.
No apunto el más inquietante de todos estos avisos, algo similar a “Sus hijos van detrás”, que produce en mí, que no tengo hijos, un pensamiento extraño, como si el fantasma de los hijos que no he tenido me persiguiera por la autovía. Veo asimismo a padres que se han olvidado de que sus vástagos van en los asientos traseros, a padres que se los dejan en el coche o que no recuerdan haber procreado y miran a los niños en sus sillitas como si fueran invasores.
Gracias, DGT, por estos momentos de impagable confusión.