¿Y si Dios fuera mujer?

Teresa Viejo

Teresa Viejo

Me pasa con frecuencia. Cuando me invitan a hablar sobre feminismo suelo terminar desgranando el poder de lo femenino en la naturaleza, la influencia lunar y demás, y al final hilo una oda a la feminidad que desconcierta a quien espera de mí una respuesta mental y se da de bruces con un corazón abierto en canal.

La mujer es insondable y eso me gusta. Es una madeja plagada de cabos cuya apariencia varía según cuál elijas para tirar de él. Y nunca, nunca se deshace.

Nadie debería arrogarse el derecho a hablar de ella, de su esencia, ni siquiera reconociéndose más capacitada intelectualmente que quienes opinan por intuición o instinto. Existe una fuente de cuyo conocimiento bebemos las niñas y las abuelas, la mujeres rurales de países pauperizados y las ejecutivas que pisan moqueta a diario en las grandes urbes. Una fuente que pertenece a una sabiduría ancestral, cromosómica y universal, que conforma la materia de la que estamos hechas y adquiere matices en cada avance. Lo vimos en las manifestaciones del 8M y lo comprobarnos a diario a poco que trascendamos a los titulares.

Un millón de visualizaciones en pocas horas y ya supera los cuatro sin cumplirse una semana desde que se estrenó el vídeo. Ese es el resultado de la apuesta musical de una de las concursantes de la pasada edición de OT, Mimi Doblas, que junto a cuatro bailarinas se hace llamar Lola Indigo. Sí, seguro que has visto el nombre en algún sitio porque colapsa las redes: en ese tiempo ha sumado más de 100.000 seguidores en Twitter (llevo años en él y me siento afortunada por contar 70.000) y 300.000 en Instagram, pero lo relevante es que su grito de guerra “Yo ya no quiero ná”-en sintonía con “Lo malo” y “Ni la hora”, de Ana Guerra, otra de las participantes en el concurso- sigue la estela de un puñado de canciones que mandan al hombre a hacer gárgaras. Son los nuevos himnos feministas. Girl Power dentro de un pentagrama. 

Puede que “En la baraja la reina soy yo” o “Yo decido el cuándo, el dónde y con quién” no contribuyan a enriquecer ningún tratado de género, pero estas letras representan a una generación de mujeres que rondan la veintena y son herederas de quienes luchábamos por romper el techo de cristal. Da la sensación de que una vez fragmentado las chicas se han colado por él para focalizar su lucha en otro objetivo: liberarse de los yugos sentimentales. Ignoro si conocen al detalle de dónde venimos nosotras, el esfuerzo y los sacrificios que han alfombrado el camino, aunque poco importa porque todo indica que las mujeres están permeando la industria y usan su talento para lanzar un mensaje de empoderamiento sexual. Ahí está Rosalía con su “Pienso en tu mirá”, un alegato contra los celos y la violencia machista que también está reventando YouTube. Estas chicas se comen las sílabas y el mundo de un bocado.

Quizá se trate de una moda, un trending que ellas surfean como se aprovechan las buenas olas, o quizá obedezca a la convicción de que sin principios no hay arte y los suyos son los que tocan en este tiempo de renovado feminismo.

Lo curioso es descubrir a crías de doce años advirtiendo a chavales de su misma edad: “Mira qué bien me va sola. Nadie a mí me controla”. Y pienso que muchas mujeres no han pronunciado algo así jamás, porque son guerreras fuera de casa pero soportan amargas relaciones dentro de ella con tal de encontrarse con alguien a quien dar las buenas noches. Nos queda camino por recorrer en lo íntimo. Mucho.   

Todas podemos aprender de todas. Ni la fuente de la sabiduría es patrimonio de una generación ni la doctrina feminista es inamovible y, a veces, una artista conciencia más con una sola canción que muchos consejos de administración paritarios. He aquí la celebración de la energía femenina sobre la que me gusta conversar… esa fuerza cambiante, misteriosa y poderosa, de la que existen infinitas manifestaciones dentro de nosotras mismas. Tan creadora que en ocasiones nos sentimos diosas.

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