#nomasbrecha comienza por nosotras mismas
María López Herranz
Érase una vez una directiva de una multinacional a la que el presidente decidió promocionar a directora general de su oficina de Madrid. “Eres perfecta para el puesto”, le dijo. “Tienes visión estratégica, olfato y habilidades innatas y demostradas para gestionar personas, dominas el sector, no tienes miedo a tomar decisiones” y un largo etcétera de piropos muy merecidos, la verdad. “Acepta, te daré todo el apoyo que necesites para que triunfes en este reto”, dijo el presidente. Lo único que no dijo fue que ese apoyo no iba a incluir un incremento salarial acorde con la nueva posición. Ni que el director general de la oficina de Barcelona ganaba más que ella, por supuesto. Bastante más, incluso en el caso de que se hubiese producido ese lógico y consecuente cambio de estatus económico al pasar de una posición a otra. Un ejemplo más de que la brecha salarial existe incluso en los sectores y organizaciones más avanzados.
Esa directiva promocionada a directora general era yo hace ya muchos años, y de esa experiencia –maravillosa, por cierto, en todo lo demás, y que recuerdo con gratitud y alegría- aprendí una barbaridad de cosas, algunas muy importantes sobre mí misma. Una es que tenía que haber reclamado para mí lo que consideraba justo, en vez de quedarme callada, trabajando como una leona, esperando a que mi presidente hiciera voluntariamente lo que debería ser automático en un caso así. Él no actuó bien, pero yo tampoco. No supe negociar ni pedir lo que me correspondía. Me lo impidió mi voz interior, consecuencia de una educación en la que el rol de la mujer incluía no generar conflictos, ser servicial, humilde, y una serie de tonterías culturales variadas que entonces afectaban a mi capacidad de ser asertiva y de distinguir el tocino de la velocidad. Esta forma de actuar, bastante más común entre las mujeres de lo que nos gustaría, la explica francamente bien Horacio Falcao, profesor de Ciencias de la Decisión en INSEAD. Cuando leo algunos de sus estudios recuerdo cómo era yo en aquella época y me siento orgullosa de todo lo que he cambiado desde entonces.
Aprendí mucho de aquel error de relativa juventud y a lo largo de los años reflexioné largamente sobre ello. Mis conclusiones son:
1. Sí, hay cosas injustas, pero cada uno somos responsables de hacer lo que esté en nuestra mano para cambiarlas. Si no hacemos nada, no cambia nada. Si nos conformamos, todo sigue igual. Como decía Einstein, es absurdo hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes. El cambio comienza en cada una de nosotras.
2. Es necesario identificar las áreas de mejora y aceptarlas. Eso nos ayuda a emprender el camino para entrenarlas y llegar a desarrollarlas plenamente. Si no nos han enseñado a ser asertivas, aprendamos a serlo. Si negociar no es nuestro fuerte, hagamos que lo sea. Yo lo hice, por eso sé que es posible conseguirlo y que la vida se vuelve mucho mejor, más fácil, más divertida y más exitosa.
3. Tenemos que creer en nosotras. Las mujeres tenemos habilidades y competencias que son extraordinariamente útiles en el mundo laboral. Lo que hacemos importa, tiene éxito y marca una diferencia positiva en los resultados de las compañías y por tanto en las sociedades. A veces lo hacemos sin querer llamar la atención, manteniendo un perfil bajo, en una mezcla perversa de creencias de género y falta de confianza en nosotras mismas. Pues no, el mundo es mejor con nuestras aportaciones, tenemos que saberlo y potenciar nuestra visibilidad. Si no nos lo creemos nosotras, si no mostramos con orgullo lo que hacemos ¿cómo vamos a lograr que lo crean los demás?
La brecha salarial existe, sí, es inmoral e injusta y es necesario eliminarla desde todos los frentes posibles: gobierno, partidos políticos, empresas, instituciones, medios… sin olvidar que el primero de esos frentes está en nosotras mismas.
Comencemos por eliminar las creencias que nos limitan, por dejar de aceptar las voces interiores que nos frenan, por comprender que somos responsables de construir la vida que queremos vivir, trabajando para alcanzar nuestros sueños, desarrollando aquellas habilidades que necesitemos para cambiar lo necesario. Esta debería ser nuestra aportación personal para que esta situación cambie. Para que las generaciones de mujeres que vienen detrás de nosotras no tengan que sufrir esta desvergüenza. Porque #nomasbrecha comienza por nosotras mismas.
María López Herranz es coach y experta en liderazgo femenino