¿Cuál será tu próximo viaje?

La fundadora de #QuieroViajarSola escribe sobre lo que la llevó a dejarlo todo para irse a recorrer Sudamérica (y de paso encontrar una nueva profesión)

Estela Gómez, en el desierto de Atacama

El pasado 9 de febrero me subía al escenario de TEDxMálaga para hablar de viajar sola. Fue un día lleno de nervios, de inspiración, de compañerismo y de emoción, aunque una de las cosas que más me hizo reflexionar no fueron charlas en sí, sino una pregunta que muchas personas me repitieron cuando se acercaban a saludarme tras mi ponencia: “¿Cuál será tu próximo viaje?” 

Soy blogger de viajes y, por muy extraño que parezca, la respuesta es que aún no tengo ningún viaje sola planeado para este año. Si le hiciera caso a la parte racional de mi cerebro, probablemente debería preocuparme, pero la vida me ha enseñado a tomarme las cosas con más calma e improvisación, haciéndole más caso a lo que viene del instinto. 

Desde pequeña seguí el camino marcado. Estudiar mucho, sacar buenas notas, ir a la universidad, hacer un máster, encontrar una gran empresa en la que hacer prácticas de lo mío... Pero ese plan establecido, según el cual una vez llegas a una empresa será tu lugar para toda la vida, no estaba hecho para mi generación. Entre otras cosas, porque llegó la crisis y destruyó los planes de la gran mayoría. Si hubiera seguido aquel plan quizá seguiría de becaria en aquella empresa haciendo lo mismo que hace ocho años, pero en lugar de conformarme con lo que “tocaba” o con lo que “había” me puse a buscar una salida laboral en el extranjero. Al poco tiempo me llamaron de una empresa alemana para hacer una entrevista y en cuestión de 15 días me había mudado a un nuevo país. No sabía alemán ni apenas inglés, el idioma oficial de la compañía. No me había dado tiempo a investigar cómo funcionaban las cosas allí, ni siquiera casi a buscarme una casa donde vivir una vez llegase. Solo sabía que tenía un contrato de prácticas por 6 meses y lo que pasara después era una incógnita.

Conseguí un apartamento, a los quince días hablaba perfectamente inglés y tras los seis meses de prácticas me ofrecieron un contrato indefinido, cosa impensable en España. Al final me quedé casi cinco años, y durante ese tiempo comencé a viajar mucho más de lo que había hecho hasta entonces. Incluso un buen día, después de una semana de vacaciones en la soleada Lanzarote, a punto de volver a la lluviosa Alemania, se me pasó por la cabeza crearme un blog para recordar todos aquellos viajes que iba haciendo. Lo llamé Viajes e ideas y lo que comenzó como un hobby seis años después se ha convertido en un blog profesional.

Alemania era un buen lugar para seguir aquel camino marcado. Tenía un buen trabajo, muchas vacaciones y horarios flexibles, pero el hecho de estar encerrada entre cuatro paredes todo el día y el que cada vez que me asomaba por la ventana estuviese nublado no me convencían. Volví a no conformarme con lo que tenía y decidí emprender un viaje totalmente diferente a todos los que había hecho anteriormente: lo dejé todo, me compré una mochila y un billete de avión de solo ida y me fui a viajar sola durante seis meses por Sudamérica.

Estaba tan acostumbrada a la rutina y a tenerlo todo planificado que la primera semana de mi viaje en Uruguay tenía la agenda completa. Sabía perfectamente cómo ir de un lugar a otro, tenía reservados los alojamientos, los autobuses, había elegido qué ver en cada lugar… Simplemente bastaron tres días para darme cuenta de que la planificación no sirve para nada en un viaje así, porque ¿qué pasa si hay un lugar que te atrapa? ¿Y si conoces a gente maravillosa con la que te gustaría compartir más momentos de risas o excursiones improvisadas? ¿Y si, simplemente, quieres tomarte las cosas con más calma para vivir como un local en lugar de visitar mil lugares en un solo día?

Cambié el chip y el resto de aquel viaje lo disfruté enormemente, dejándome llevar por las recomendaciones de extraños sobre lugares de los que no había oído hablar, disfrutando de la inmensidad de los Andes o la Patagonia haciendo cientos de kilómetros en rutas de senderismo o mezclándome con los locales mientras comía un menú por 2 euros en cualquier mercado de Bolivia o de Perú.

En aquel viaje me di cuenta también de que viajar sola te transforma. Observas mucho más lo que te rodea, aprendes de la gente que llega a ti desde cualquier rincón del mundo de manera aleatoria, del entorno y de ti misma, tomas decisiones continuamente, no te queda más remedio que resolver los problemas que te vas encontrando en la ruta, se te quitan los prejuicios y aprendes a vivir con lo mínimo, te vuelves independiente, te sientes libre y, lo mejor de todo, ganas una inmensa confianza en ti misma.

Por ello, desde que volví de aquel viaje hace ya tres años quise animar a todas las mujeres a que viajasen solas. No sabía muy bien cómo hacerlo hasta que en octubre de 2018 Social Weekend Valladolid se cruzó en mi camino. Se trata de un taller de emprendimiento impartido en un fin de semana en el que puedes presentar una idea social, trabajarla con mentores y comprobar si puedes hacerla realidad, así que mi intuición me dijo que ése era el lugar donde presentar mi idea para ayudar a otras mujeres a viajar solas.

No solo comprobé que era una gran idea, sino que aquel fin de semana mi proyecto #QuieroViajarSola, la comunidad de viajeras en español que ayuda a las mujeres a viajar solas, ganó el premio a la mejor iniciativa. Desde entonces, en el blog y las redes sociales de #QuieroViajarSola comparto consejos de viaje e informaciones útiles para viajar sola, intentando inspirar a la comunidad también con las historias de otras mujeres que ya lo han hecho. Además, ofrecemos talleres de liderazgo femenino y en primavera comenzaremos a realizar nuestras Quedadas #QuieroViajarSola, en las que la comunidad pueda conocerse en persona y escuchar las historias de mujeres que son un ejemplo para todas.

Puede que aún no tenga ningún destino al que viajar sola en mi agenda para este 2019, pero desde luego estoy inmersa en un gran viaje. Un viaje que no hubiera emprendido si no hubiese realizado aquel periplo por Sudamérica, si nunca me hubiese ido a vivir a Alemania o incluso si no hubiera estallado la crisis. Al final, la vida de cada persona es un viaje, pero no tiene por qué seguir un plan previamente marcado o planificado al detalle, sino que puede variar con cada decisión. Tenemos que hacer hueco en la maleta para la improvisación y esa vocecita en nuestro interior que es la intuición.

Así pues, ¿cuál sería tu próximo viaje si decides hacerle caso a esa vocecita en tu interior?

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