Nosotras corremos, una nueva forma de conjugar
Lula Gómez
Leo en un tweet: “Según Salvamento Marítimo TODAS las mujeres del Aquarius han sufrido violencia sexual”. Unos días antes, y también relacionado con el drama de las personas que huyen de su país para no morir, la activista Helena Maleno afirmaba en una entrevista que las mujeres, para llegar aquí, deben normalizar la violencia. Contaba que es una cuestión de supervivencia, porque si no lo haces, te mueres. “Se exponen a las violencias ligadas a la trata de personas y a ser explotadas durante el tránsito para poder llevar a cabo el viaje, por no hablar de los abusos y violaciones sistemáticas. Normalizar la violencia es una gran estrategia para no morirte”. Lolita, una Berta Cáceres de Guatemala, una defensora de los derechos humanos que tuvo que huir de su país para que no la matasen dice que quiere vivir y que no nació para ser ni violada ni asesinada. Porque el norte de Centroamérica, lo denuncia Naciones Unidas, está considerado como una de las regiones sin guerra más peligrosas del mundo para ser mujer.
Pero ojo, no hace falta irse lejos, el caluroso 19 de junio cerrábamos la jornada en España con el asesinato de tres mujeres por terrorismo machista. Al día siguiente, hubo otra más. Cuatro mujeres menos a seguir. Cuatro mujeres asesinadas por el mero hecho de haber nacido mujer. El día que empecemos a contar este drama con la misma seriedad que tratamos otros terrorismos la historia empezará a cambiar.
Pero para eso hace falta cambiar la forma de contar y mirar. Lo primero está muy relacionado con el lenguaje y con la visibilización de las mujeres en todas las esferas. Para modificar la mirada hay que aprender a pensar las cosas desde otra perspectiva, la que se empieza a ver si uno se coloca las gafas violetas. No es fácil: las transformaciones nunca lo han sido.
Lo interesante es que se ha roto el tarro y el sentir de las mujeres en la lucha por nuestros legítimos derechos, aquí y allá, es imparable; es global y es local. “El mundo, el de las mujeres, llevaba un tiempo despertando de una calma chicha que había durado demasiado. Y crujía por todas partes. Cada movimiento encontraba cada vez más réplicas y más rápidas, más sonoras; cada una rompía en mayor o menor escala con un prejuicio, una cifra, una tradición, una orden”, explica la periodista Isabel Valdés en su libro Violadas o muertas, un alegato contra todas las ‘manadas’. La calle no callará más: ahí estamos nosotras. Se vio el 8M, porque al día siguiente amanecimos con el asombro de una parte de una sociedad que por fin se plantea que debamos hablar de consejo de ministras, si somos más. Un mundo donde banqueras como Ana Botín confesaba hace unas semanas que sí es feminista, algo, decía en la entrevista, que no hubiese afirmado hace diez años.
Sigo feliz tras la lección de la hija de un amigo. Con 8 años le pidieron que conjugase el verbo correr en presente de indicativo. “Yo corro/ tú corres / ella corre / nosotras corremos / vosotras corréis / ellas corren”, dijo. Sin darse cuenta, la pequeña ya ha hecho suyo que lo personal es político. Yo corro con ella para buscar las conexiones entre la experiencia personal y las grandes estructuras sociales y políticas, así se cambia el mundo.
Lula Gómez es periodista y autora del libro y el documental 'Mujeres al nombre', que recogen la historia de mujeres colombianas que lucharon por la paz.
Este artículo de opiniónse publicó primero en el nº5 de nuestra edición en papel.