¿Cualidades femeninas o cualidades masculinas? Simplemente, cualidades

Carmen Novo

Carmen Novo

Como cada año, la revista Fortune publicó el ranking de los líderes mundiales más influyentes de 2016. La lista incluía a las cincuenta personas que más peso tienen en ámbitos como la economía mundial, la política, la justicia, los derechos humanos o el periodismo. Pero este año había una diferencia respecto a ediciones anteriores que me alegró mucho: 23 de ellas son mujeres. En 2015 eran 14.

No solo eso. Dos de los tres primeros puestos estaban ocupados por mujeres: La número dos era Angela Merkel, canciller de Alemania, y la número tres, Aung San Suu Kyi, que tiene una relevante posición en el escenario político de Birmania. Ambas comparten el podio con nada menos que Jeff Bezos, el fundador de Amazon.

Que casi la mitad de las personas que componen el ranking sean mujeres dice mucho de hacia dónde está evolucionando, poco a poco, la sociedad en la que vivimos. Son solo los primeros pasos del largo camino hacia la igualdad, pero es un hecho esperanzador. Existen grandes líderes femeninas cada vez más relevantes y visibles.

Hasta hace no mucho estaba extendida la creencia de que los hombres tenían un tipo de liderazgo supuestamente mejor que el de las mujeres: basado en la competitividad, el autocontrol, la exigencia y la seriedad. El estilo de liderazgo de las mujeres siempre había sido catalogado como más empático, de trabajo en equipo, cercano y social. Pero, pensándolo bien, ¿no es cierto que todos podemos tener esas capacidades?

Margaret Mead, una relevante antropóloga estadounidense, publicó en 1935 un estudio revolucionario: Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas. Mead estudió a tres tribus de Nueva Guinea que no habían estado en contacto con otras civilizaciones y, más concretamente, con la occidental. Lo que descubrió cambió la percepción de muchos antropólogos, sociólogos y estudiosos del comportamiento humano. Descubrió que los patrones de conducta social y de temperamento de hombres y mujeres no están al 100% determinados por la biología, sino por la cultura y el ambiente en el que se nace.

Según afirmaba Mead, las pautas de comportamiento en cuanto al trabajo, la agresividad y la propia imagen variaban mucho de una tribu a otra. Los Arapesh eran una sociedad pacífica en la que rara vez se percibían actitudes agresivas entre hombres o mujeres. Los Mundugomor, por el contrario, eran una civilización muy beligerante, y todos sus integrantes (también las mujeres) exhibían continuamente un temperamento bélico y agresivo. En cuanto a la tercera tribu, los Tchambuli, los varones empleaban mucho tiempo en acicalarse y arreglarse, mientras que las mujeres tenían un carácter más práctico y orientado al trabajo.

Sorprendente, ¿verdad? Lo que quiero señalar es que si aplicamos las observaciones de Margaret Mead a un entorno de trabajo, nos daremos cuenta de que las características que siempre hemos considerado femeninas o masculinas son muy relativas y están condicionadas por el entorno en el que se desarrolla el individuo más que por su biología. Siempre he pensado que tanto hombres como mujeres estamos dotados de las mismas capacidades para trabajar, que pueden todas potenciarse en un ambiente laboral adecuado.

Lo que ha hecho que los 50 líderes de la lista de Fortune estén ahí es ese  algo que distingue a una persona brillante de otra corriente. Son personas capaces de rodearse de talento y que saben sacar lo mejor de cada uno a base carisma, actitud y constancia. El buen liderazgo, el trabajo excelente y el entusiasmo por evolucionar y crecer no entiende de sexos.

Un líder inspira a otros a seguirle para conseguir un objetivo común. Ser extraordinario y hacer las cosas bien no depende de si eres mujer u hombre, sino de cómo eres y de cómo te muestras ante los demás. No estamos determinados por nuestro género, sino que por nuestras habilidades y estilo.  Celebro esas dos posiciones femeninas en el podio de la influencia internacional. Esperemos que el año que viene haya muchas más. Por derecho propio.

Carmen Novo es CEO de la agencia Maxus

 

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