“No nos vamos a parar aquí, seguiremos luchando”
Las 'kellys' han ganado una batalla, pero todavía tienen una larga lista de reivindicaciones
Tras más de dos años de movilizaciones y reivindicación, las camareras de piso de hotel empiezan a ver los frutos de ese esfuerzo. La primera gran victoria del colectivo se produjo ayer con el acuerdo alcanzado en la Mesa del Empleo de Calidad en la Hostelería, que obligará a las mutuas a atender las enfermedades causadas por su trabajo. Gobierno, agentes sociales y Comunidades Autónomas han pactado el reconocimiento de un grupo de enfermedades profesionales relacionadas con determinados movimientos repetitivos en brazos y manos propios de su trabajo. En concreto: el síndrome del túnel carpiano, la bursitis y la epicondilitis o codo de tenista.
“Desde que en 2016 empezamos a organizarnos, el tema de la salud laboral ha sido una de nuestras prioridades, por lo que estamos satisfechas y aplaudimos este paso, pero no nos vamos a parar aquí, seguiremos luchando”, afirma Ángela Muñoz, representante de Las Kellys Madrid. Para empezar, las trabajadoras consideran que el listado de enfermedades reconocidas se ha quedado corto. Haciendo una media de veinte o veinticinco habitaciones diarias, aseguran que también son habituales los casos de estrés, ansiedad, dolencias del sistema neuro-musculo-esquelético (artritis, ciática, osteoporosis, etcétera) y del aparato respiratorio, a causa de los productos que utilizan.
Desde el colectivo también se preguntan qué pasará con las trabajadoras en cuyo contrato no aparezca la categoría correspondiente de camarera de piso, aunque hagan ese trabajo, sino la de limpiadoras peones o auxiliares.
También consideran que aunque sea un paso adelante, la medida no trata la raíz del problema. “El origen es la sobrecarga de trabajo, la explotación y la externalización”, asegura Muñoz. “Desde el año 2012 empezaron con los EREs a despedir a plantillas completas del departamento de piso de los hoteles, que somos las que nos encargamos de la limpieza y suponemos el 30% de los trabajadores de los hoteles. Es un trabajo muy feminizado (entre el 95% y el 98% somos mujeres), y muy poco considerado. Después de despedirnos empezaron a subcontratar a empresas que ofrecían salarios un 40% inferiores, con contratos falseados, por obra y servicio, medias jornadas, etcétera. En la Ley Kelly, que hemos presentado en el Congreso, defendemos que no se puede externalizar un trabajo que es estructural y nuclear para esta actividad. Hay servicios como el desayuno o el gimnasio de los que se pueden prescindir, pero los hoteles venden habitaciones, y nadie quiere quedarse en una habitación sucia”.
El colectivo también defiende que sus trabajadoras puedan optar a jubilarse de forma anticipada, al igual que en el caso de otras profesiones con una gran carga física, como bomberos o mineros. Y que la categoría de los hoteles, esas estrellas de las que tanto dependen, no se concedan solo en función de variables como los metros de las habitaciones, sino también de las condiciones de trabajo de sus plantillas. “Hay compañeras externalizadas cobrando 2 ó 3 euros por habituaciones que cuestan de 400 a 900 euros por noche. Eso es explotación pura y dura”.