Sí, el ‘socio masculino’ todavía es necesario
Dos emprendedoras lo han demostrado inventándose un socio imaginario
Cuando Penelope Gazin y Kate Dwyer decidieron poner en marcha Witchsy, una plataforma online en la que los artistas pueden vender sus creaciones, sabían que no sería fácil. Lo que ninguna podía imaginar es que a estas alturas de la historia su mayor obstáculo sería, simplemente, el hecho de ser mujeres.
Los problemas empezaron durante la fase de desarrollo de la plataforma. A medida que avanzaban notaban que los diseñadores y programadores con los que trabajaban –en su mayoría, hombres– usaban a menudo con ellas un tono condescendiente, tardaban en responder a sus mails y no las tomaban en serio.
¿La solución? Inventarse un tercer socio masculino: Keith Mann. Todo cambió cuando Keith tomó las riendas y empezó a responder a los mails. Durante los seis meses que duró el experimento notaron cómo cambiaba el tono de las respuestas. Antes de que Keith llegara “nadie nos tomaba en serio y todo el mundo pensaba que éramos solo unas idiotas”, relatan Gazin y Dwyer a Quartz. “Realmente nos sorprendió que un hombre imaginario generara más respeto que nosotras pero en vez de frustrarnos decidimos tomarnos el hecho con humor. Lamentablemente así funciona el mundo en el vivimos”, aseguran.
Parece que de momento Keith ha dejado Witchsy, que tras su primer año ha logrado alcanzar los 200.000 dólares en ventas, y las emprendedoras esperan que no tenga que volver. Ahora, dicen, trabajan con un programador que las toma en serio y no les trata diferente por el hecho de ser mujeres.
Lo cierto es que en el mundo de la tecnología, los emprendedores siguen siendo mayoritariamente varones. En la comunidad del Campus Madrid de Google, por ejemplo, hay en torno a un 35% de mujeres, y el 40% de las empresas que han surgido de allí tienen alguna en su equipo fundador, pero no es habitual que sean la líder o la CEO.
En los últimos meses han sido frecuentes escándalos por machismo en Silicon Valley. El último, hace apenas unas semanas, cuando un ingeniero de Google publicó en un manifiesto que las empleadas de la compañía eran biológicamente inferiores y menos aptas para trabajos tecnológicos. Fue inmediatamente despedido. Uber también ha acaparado titulares durante meses con sus escándalos consecuencia de la cultura sexista de la compañía, que le acabaron costando el puesto a su CEO. Empleados de Apple también describieron como machista y “muy tóxico” el ambiente de la compañía en una serie de mails filtrados.