Cuarenta años de cosmética natural

Charlamos con Coral Márquez, CEO de Fridda Dorsch, la marca que introdujo este tipo de cosmética en nuestro país

Fotos: Pablo Neustadt

Cuando Ana Fridda Dorsch estaba embarazada de su quinto hijo, la incompatibilidad de RH entre madre y feto le provocó un aborto y un edema angioneurórico, una enfermedad, por entonces rara, que le provocó hinchazón del rostro, irritaciones en la piel e intolerancia a muchos medicamentos y cosméticos. “Se la diagnosticaron en Estados Unidos porque ni aquí ni en Europa se conocía ningún caso. La buena noticia es que no era mortal ni grave. Le dijeron que tenía que aprender a vivir con ella, como pasa con otras tantas patologías incurables”, explica Coral Márquez, su hija y actual consejera delegada de la empresa. Buscando aliviar sus síntomas, Dorsch fue probando con elementos de origen orgánico, como algas, aloe vera y extractos vegetales y descubrió que le iban bien a su piel. Como no encontraba en España productos con esos ingredientes, decidió fabricárselos ella misma. “Su adversidad se convirtió en una oportunidad. Empezó a investigar en su propio beneficio”, asegura su hija. Averiguó que en Estados Unidos la naturopatía era una carrera y se matriculó a distancia en la Universidad de Florida. Se licenció e incluso hizo el doctorado, también a distancia, convirtiéndose en la primera mujer doctorada en medicina natural en España.

Después empezó a experimentar con plantas y productos naturales con la intención de encontrar fórmulas que funcionaran en su piel, y a fabricar sus propios productos. Primero trabajando con un laboratorio francés, hasta que en 1980 nacieron los Laboratorios Fridda Dorsch en Madrid. Tres años después lanzaron su primera línea de dermocosmética natural y orgánica. Ahora lo eco está de moda, pero introducir ese tipo de productos en aquella época no fue tan fácil. “Realmente supuso una tarea de concienciación por su parte tras haber probado en sí misma la eficacia de activos vegetales utilizados desde hace miles de años en otras culturas. Ella fue la impulsora de esta línea de trabajo aquí, lo que fue totalmente innovador en aquel momento”. Al principio sus productos se vendían solo por prescripción médica en farmacias, y sus clientes eran personas con patologías dérmicas. El azar intervino unos años después para dar el impulso definitivo a la marca. “La esposa de un directivo de El Corte Inglés empezó a utilizar sus productos porque tenía un problema similar, y a través de ella le solicitaron a nuestra madre hacer una línea específica para ellos”, cuenta Coral. Así es como en los noventa El Corte Inglés empieza a vender los productos Fridda Dorsch.

Hace quince años la fundadora decidió pasar el testigo a sus hijas. La primera en incorporarse a la empresa fue Coral Márquez. Como en la historia de su madre, también en su caso las circunstancias jugaron para que así sucediera. “Cuando mi madre creó el laboratorio lo fundó con una socia, una química. Esta mujer enfermó y quiso desligarse del negocio. Mi madre se vio sola, la demanda había crecido mucho, los productos eran muy conocidos, y nos planteó que si ninguno de nosotros estábamos interesados en la empresa, la vendería”. En ese momento Márquez trabajaba en banca inglesa y su empresa había decidido trasladar sus oficinas. “Había tenido mi tercer hijo y decidí que quizá había llegado el momento de hacer un cambio. Tuve una conversación con mi madre. Le dije que probaría, pero que si la decisión que tomaba finalmente es que no me veía en este sector, no quería que afectase a nuestra relación. Así lo acordamos, aunque la verdad es que desde el minuto uno me entusiasmó y no tuve ninguna duda. A pesar de que el dermoscosmético y el financiero sean ámbitos tan aparentemente diferentes, al final la gestión empresarial es en todos los sectores muy parecida”. Después llegaron sus hermanas Isabel, ahora directora de I+D+i, y Sonia, responsable de ventas, comunicación y marketing. “Coincidió con el momento en que empezó a verse en España más interés por el tipo de dermocosmética que nosotros desarrollábamos. El volumen y las necesidades iban creciendo, y necesitaba ayuda. Para mí lo primero era buscar personas que me diesen la confianza para poder delegar. Siempre he sentido una gran admiración por mis hermanas, pensamos muy parecido y nos apasionamos también muy parecido. No nos costó”.

Márquez coincide en que gestionar una empresa nunca es sencillo, pero si además eres la segunda generación al frente, la cosa se complica. “Recibes una herencia, algo en lo que tus predecesores lo han puesto todo, y no quieres defraudar ni menospreciar su esfuerzo. Cuando estás involucrado hasta ese punto a nivel familiar, económico y de legado, el compromiso es más emocional y a largo plazo. Para bien o para mal, nos llevamos a casa las alegrías, las tristezas y los problemas. Habrá quien diga que eso no es bueno y puedo compartirlo hasta cierto punto. Diría que beneficia a la empresa y a las clientas, pero no tanto a nuestras parejas”. Es el legado de su madre, pero también de su padre, Manuel Márquez Balín, presidente de Fridda Dorsch, de la Real Academia de Ingeniería y exresponsable en España de Starndard Eléctrica, entre otras multinacionales. Él también ha sido para ellas una figura clave. “Nos ha demostrado a los ocho hijos y a todos los que le rodean una enorme capacidad de compromiso, trabajo y esfuerzo. Como persona es íntegra, con grandes valores y un sentido del humor bárbaro. Es la persona más cercana a la perfección que conozco”, asegura su hija.

La segunda generación es la que ha llevado a cabo en estos últimos años la expansión internacional de la empresa. México fue su primer paso hacia el exterior. Ahora están entrando en Argentina, tienen en presencia en Alemania, Italia, Suiza, Rumanía, y el año pasado desembarcaron en China, empezando por Beijing y Shanghai. En su laboratorio de Madrid lo siguen haciendo todo: investigación, desarrollo, fabricación, controles de calidad, diseño de packaging, logística, etcétera. Y dice Márquez que siguen gestionando la empresa a partir de los mismos tres principios con los que la fundadora empezó a trabajar hace casi cuarenta años: evitar cualquier sustancia con potencial efecto tóxico para la salud, ser transparentes con la información, trasladando objetivos reales y demostrados, y ser responsables con el medio ambiente y ecosostenibles. En estos tiempos de mensajes engañosos y exceso de verde en los anuncios (muchas veces sin justificación detrás), la sinceridad es, según la responsable de Fridda Dorsch, más importante que nunca: “Nosotros, por ejemplo, no pretendemos ser solo orgánicos y naturales. A nuestro modo de ver, la biotecnología ha mejorado mucho la eficacia de la cosmética. Cuando alguien compra un producto va buscando una actividad, y eso te lo ofrece la biotecnología. Ayuda a que los productos tengan mayor penetración, sean mejor absorbidos por la piel o a que las fórmulas sean más estables. Pero hay que cuidar que se consiga a través de procesos limpios, no contaminantes y responsables. Hay que ayudar al consumidor a hacer elecciones inteligentes, que entienda lo que hay detrás de una imagen o una publicidad”.


La maldición del albinismo en África

El albinismo no es más que un trastorno genético que se produce por una ausencia de pigmentación en ojos, pelo y piel. Pero en algunos lugares puede ser una condena. Especialmente en África. “Es donde más casos y donde más incidencia tiene el mayor agresor para esta patología, que es el sol”, cuenta Coral Márquez. A sus problemas de piel se une la persecución que existe en muchos países hacia los afectados, que sufren el rechazo y riesgo de sufrir mutilaciones y abusos. Sus historias llegaron a Fridda Dorsch a través de la ong África Directo. “Nos propusieron desarrollar un fotoprotector específico para este tipo de pieles. Nos contaron que al poco de nacer, incluso al año, los niños albinos desarrollaban unos melanomas muy agresivos y esto hacía que muchos murieran a los tres años. Ninguno de los niños que han utilizado el fotoprotector han desarrollado melanomas o si ya lo habían tenido antes, no han reincidido. Hicimos el desarrollo aquí y también dimos formación a los farmacéuticos voluntarios que luego la trasladaron allí. Ya han creado en Tanzania la primera unidad de fabricación de fotoprotectores con esta formulación”. 


Este reportaje se publicó primero en la segunda edición de nuestra revista en papel

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