“En España parece que la población de mujeres de más de 45 años desaparece del mapa”

Hablamos con la actriz Silvia Marsó

Foto: Nacho Sweet

No hace falta mucha carta de presentación para Silvia Marsó, su dilatada carrera habla por sí sola. La hemos visto en la tele (en series como Canguros, Ana y los siete o Gran Reserva), en el cine (Amor, curiosidad, prozac y dudas o Ángeles S.A) y en los últimos años, sobre todo, en teatro dando vida a los grandes clásicos. Además forma parte de CIMA, asociación con la que lucha para dar visibilidad a la mujer en la industria audiovisual. Pero no solo se sube a los escenarios, su ambición por llevar a cabo proyectos innovadores ha hecho que produzca su última obra, 24 horas en la vida de una mujer. En ella da vida a una aristócrata viuda que observa en el casino de Montecarlo a un joven ludópata que esa noche pierde todo su dinero apostando en la ruleta. Desesperado, el joven abandona el casino y ella, tras seguirlo, consigue evitar su suicidio. Este sábado se cumple un año de su estreno en Ciudad Real, en la pasada edición del festival de teatro de Torralba de Calatrava.

Háblanos de la obra.

Es una adaptación de una novela de Stefan Zweig, uno de los grandes autores del siglo XX. Es la primera vez que se hace un espectáculo en España basado en su obra y además en formato musical. Es una obra maravillosa, me emocionó mucho cuando la vi en Paris. Habla de muchas cosas, de las oportunidades perdidas, de como una mujer madura parece no tener derecho a enamorarse de un hombre joven y siente el reproche de la sociedad. Pero también es una obra alentadora que nos cuenta como a veces la vida pasa y no te das cuenta, y cuando llegas a la vejez ya es demasiado tarde. También tiene mucho humor. Todos los autores inteligentes siempre tienen detrás de sus textos una dosis importante de humor e ironía. Algo que ha sabido captar Ignacio García, que dirige la adaptación. Ha sabido buscar la profundidad de la obra y al mismo tiempo el dinamismo y la mordacidad del texto. Para mí él es uno de los descubrimientos más importantes de mi vida artística.

Foto: Javier Camporbin
Foto: Javier Camporbin

El personaje que interpretas es una mujer que vive en otra época y con otros condicionantes. ¿Te identificas con ella?

Es un personaje atemporal. Lo que le pasa a ella está sujeto, por un lado, a su condición de aristócrata, pero también a su condición de mujer. Por desgracia en esto no hemos cambiado tanto, cualquier mujer hoy en día se ve juzgada, sometida y cuestionada por la sociedad simplemente por el hecho de ser mujer. Lo que cuenta la obra es algo universal como es la falta de valentía para afrontar la vida y romper con todos los condicionantes para ser tú mismo. Eso está ocurriendo ahora, ayer y antes de ayer. Y seguirá ocurriendo, porque el ser humano está muy manipulado por el entorno, por la sociedad a la que pertenece y por el estatus.

¿Qué tal lo de cantar?

Ha sido una experiencia muy bonita. Había estudiado canto durante muchos años pero no había tenido la ocasión de desarrollar mi faceta de actriz-cantante nada más que en una ocasión cuando hice Te quiero, eres perfecto... ¡ya te cambiaré! en 2001, desde entonces no he vuelto a hacer un musical y tenía muchas ganas. Cuando encontré esta pieza en Paris me dije a mí misma que eso era justo lo que quería hacer.

¿Vais a continuar de gira con ella por España?

Vamos a estar durante todo 2018 y la primavera de 2019. Ya hemos estado dos veces en Madrid, en el Teatro de La Abadía estuvimos un mes y en el Santa Isabel un mes y medio. También en muchas provincias españolas, las que nos faltan las haremos este año. Además vamos a hacer la adaptación en catalán para representarla en Barcelona. Me hace especial ilusión porque es mi lengua materna y no he tenido muchas oportunidades de desarrollarla en un escenario.

Foto: Javier Camporbin
Foto: Javier Camporbin

Además de actuar, también la has producido ¿Cómo es lo estar en los dos lados?

Ha sido un tour de force para mí, porque nunca había producido en solitario y ha sido un trabajo arduo, difícil y arriesgado, pero el compromiso, el tesón y la ilusión han hecho que pudiera sacar adelante el proyecto, a pesar de las dificultades o los problemas que hay con la cultura en nuestro país, como la falta de ayudas. Y sobre todo porque cuando uno cree en algo es muy importante no abandonar. Al final he conseguido que sea un éxito a base de mucha sangre, sudor y lágrimas.

¿Qué te llevó a emprender y meterte en el mundo de la producción?

El hecho de hacer algo que no quiso producir nadie. 24 horas en la vida de una mujer es un espectáculo diferente, único. En España no se había hecho algo de estas características. Pero para las innovaciones tiene que haber gente dispuesta a apostar. Los productores lo que quieren es ganar dinero. Quieren productos que se vendan rápido y fácil, y que generen beneficios. Pero yo quería hacer una cosa única, que aunara distintas vicisitudes artísticas como son la música en directo, el canto, la poesía, la escenografía y las luces, la literatura, la danza… Todo esto es muy ambicioso y al mismo tiempo innovador. Es un formato que está entre el musical y el teatro.

Muchas actrices se quejan de que parece que no hay hueco en el cine o la televisión para las mujeres pasados los 40. ¿Has notado esa presión?

Sí claro, ninguna nos salvamos de esta circunstancia. En España parece que la población de mujeres de más de 45 años desaparece del mapa en el panorama audiovisual. Y CIMA, asociación a la que pertenezco, está luchando para que esto no se produzca. En las películas y series extranjeras, sobre todo europeas, está más equilibrado, hay personajes de todas las edades, como en la vida. Pero aquí con suerte hay una sola mujer de más de 45 años por cada serie, el resto son veinteañeras o treintañeras. Desde CIMA estamos tratando de divulgarlo, que esto se sepa, que nos cuestionemos el por qué pasa. Además estamos tratando de incorporar y visibilizar la figura femenina en el mundo audiovisual. Hay mujeres trabajando en todos los colectivos de esta industria. Hay muchas guionistas, directoras, productoras, actrices, iluminadoras, etc. Queremos que nos den oportunidades, porque es más difícil para las mujeres encontrar proyectos. Desde la asociación se está intentando facilitar encuentros entre profesionales femeninas a través de CIMA Mentoring, un evento que organizamos cada dos años. Por ejemplo gracias a él se produjo la película Verano 1993. Como los hombres son los que tienen los altos cargos en el mundo audiovisual y los que deciden, a veces, y no digo que lo hagan expresamente, puede que llevados por una cuestión de amistad o una cosa endogámica, acaban dándoles los proyectos a otros hombres, cuando hay tan buenas directoras de cine. Lo que queremos es tener una alternativa, para poder ayudarnos entre nosotras y colaborar profesionalmente para participar en la industria de una manera activa.

Foto: Nacho Sweet
Foto: Nacho Sweet

¿Cómo estás viendo el movimiento de las mujeres en el cine y el movimiento MeToo?

Es un movimiento que ha surgido espontáneamente y que tenemos que aprovechar. En los 70 hubo una revolución feminista en el mundo y es cierto que desde entonces habíamos logrado muchos avances a nivel laboral o a nivel de estudios, pero hay otras que no están conseguidas como son la brecha salarial o la violencia de género. Y creo que hay un retroceso en la juventud con respecto al lenguaje machista y a la falta de respeto hacia la mujer. Ahora con las redes no hay filtro. Antes habíamos llegado a una situación políticamente correcta de respeto y en el uso del lenguaje. Se habían modificado muchos temas, había un observatorio muy vial con respecto a la igualdad, al menos en los países occidentales. Pero con las redes como no hay filtro esto se ha perdido. Cualquiera puede publicar lo que quiera utilizando el lenguaje que quiera. Y ahí es donde se está encontrando el machismo más brutal. Lo estamos sufriendo todas.

¿Tú has vivido o has visto algún caso de acoso?

Toda la vida he visto casos de acoso, yo no he tenido la desgracia de tener que pasar por ninguno, pero tengo amigas y compañeras que lo han sufrido. Es algo terrible, porque te deja en un estado de vulnerabilidad absoluta. Una amiga incluso dejó la carrera de actriz. Hasta ahora no se podía denunciar. ¿Qué hacías si te acosaba un productor o un director? No podías denunciarlo, se hubieran reído de ti en la comisaría. Es como antiguamente cuando una mujer era maltratada por su marido, cuando iban a denunciar, los jueces y los policías les decían ‘algo habrá hecho usted para que le peguen’.

Has hecho de todo, pero ¿qué te gusta más: cine, tele o teatro?

Las tres cosas por igual, porque cada una aporta una cosa diferente. Del teatro he aprendido la profundidad de la interpretación y la responsabilidad absoluta que entraña el estar en directo frente al público. De la tele he aprendido la capacidad de improvisación y la frescura a la hora de afrontar una secuencia. Y del cine he aprendido a hilvanar muy bien el personaje psicológicamente para que aparezca en pantalla todo su pensamiento.

¿Te queda alguna asignatura pendiente (¿quizá la dirección?) o algún proyecto que tengas muchas ganas de hacer?

Siempre hay que seguir evolucionando. Ahora me apetece hacer algo más contemporáneo. Llevo haciendo tres grandes autores seguidos como son Lorca, Tennessee Williams y Stefan Zweig. Y ahora me gustaría hacer algo de un joven talento, alguien innovador. La dirección por ahora no es un objetivo, si surge por supuesto estaría dispuesta, pero no es algo prioritario.

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